Amar al Señor Crucificado
Los viernes la Iglesia nos invita a poner los ojos en
Jesús Crucificado. Hay largas discusiones de Jesús con los fariseos porque
éstos no sintonizaban con la vida de Él. Herodes ironiza sobre esta verdad que
es el Hijo de Dios, que sufre y calla. Tampoco sintoniza con Él.
Hay que pensar en los distintos aspectos del
sufrimiento de Jesús y consolarlo y acompañarlo porque si no lo acompaño, no lo
amo. “Dentro de tus llagas, escóndeme”; las llagas de tus manos, las de tus
pies, la de tu costado, la de tu hombro, la de tu cara, las de tu cabeza, es
una oración hermosa.
Que sea “nuestro Libro” Jesús Crucificado
como lo fue de Santo Tomás de Aquino. No seas ciego o sordo,
no pierdas la sintonía. En su propio Cuerpo subió nuestros pecados a la Cruz,
para que muertos a nuestros pecados empecemos una vida santa. No echarle la
culpa de la muerte de Cristo a los judíos, porque la culpa es de todos
nosotros. El pecado personal de los protagonistas del proceso de Jesús no fue
la causa de la muerte de Jesús. No se ha de señalar a los judíos como malditos.
¿Sabes quién le dio muerte? Tú y yo, porque somos pecadores. Cada cristiano
tiene esa responsabilidad. Cuando renegamos de Él con nuestras acciones,
ponemos nuestras manos criminales sobre Él. Por eso decimos: “Por mi culpa, por
mi culpa, por mi grande culpa”, y así entramos en sintonía con Jesús. Si nos
deleitamos en los vicios, seguimos crucificando a Jesús.
No hemos de separar el dolor del amor. Jesús no tenía
ningún deber, no fue a la muerte obligado, fue porque quiso salvarnos. Cuando
algo duele, hemos de unirnos al dolor de Jesús. Si quiero llevar una vida de
desagravio no puedo escoger otro camino que no sea la Cruz, afirma Ricardo Sada.
Ese es el sello, por tanto, la Cruz es mi felicidad; de allí saco profundas
lecciones de amor.
Una santa vio a una misionera de la caridad, meterse
en una cueva donde había un enfermo. Le preguntó Teresa:
- ¿Vas delante de Jesús o detrás de Él?
- Voy detrás de él.
- Entonces ¿por qué llevas esa cara?
Si no eres muy feliz, hay algo mal en ti. La Cruz de
Cristo nos santifica. Por eso dice el Catecismo: el amor hasta el extremo da su
valor al sacrificio de Cristo. Nos llama a todos en la ofrenda de su vida. Haz
todo amando, sobre todo lo que más te cueste. Así se ama: hasta el extremo. Por
eso dile siempre que sí, besa la cruz, sé amiga de los crucificados, busca a
las personas que viven con dolor, como Jesús, que estaba donde había puntos de
dolor.
¿Qué semejanza hay, Señor, entre tú y yo? Tú amas más
y eso debo hacer yo: amar más. “No hay amante mejor que aquel que ha llorado
mucho”, dice un poema. El infierno es la incapacidad de dolor y de amor. Hay
que sintonizar con el que nos ha amado hasta el extremo. Que no nos apesadumbre
el dolor, porque por él podemos amar más. Si me incapacito para el dolor estoy
como en la antesala del infierno.
No hay ni hubo ni habrá hombre alguno por
el que no haya padecido Cristo. Hay que pedirle al Señor
que no le saquemos la vuelta a la Cruz; que nada nos distraiga, nada es
más importante que Cristo crucificado. La solución está en la Misa, en la
Eucaristía, en que estés tú con Él porque allí está nuestra redención.
En los sufrimientos del infierno no se ama, en los del
purgatorio sí. Nuestra Madre es fuente de amor. Hay que decirle día con día que
queremos caminar con ella. Su alma fue traspasada, pero sintonizó con Jesús, de
su Corazón sale sólo amor y compasión.

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