Saduceos, fariseos, escribas y otros grupos judaicos


 La característica más importante del judaísmo, antes de la destrucción del Templo en el año 70, era la pluralidad. Los grupos más significativos fueron los fariseos, los saduceos, los escribas y los zelotes; luego, los samaritanos y los herodianos.

En los tiempos de Jesucristo, los saduceos y los fariseos formaban, dentro del pueblo judío, las dos principales agrupaciones. Eran dos corrientes contrapuestas.

La palabra “fariseo” viene del hebreo perushim y del arameo perishajja. Los fariseos tenía prácticamente copados los puestos de escribas o doctores de la ley. Eran mucho más observantes que los saduceos y más estrictos en el cumplimiento de los preceptos.

Un pagano le pidió al célebre Hillel ¾fariseo anterior en pocos años a Jesús¾ que le explicara toda la Ley en el tiempo durante el cual pudiese sostenerse sobre un solo pie. Respondió: “Lo que no desees para ti, no lo hagas a tu prójimo”. Esto es toda la Ley, y lo demás es comentario. Pero la realidad es que los fariseos ponían más énfasis en el comentario a la Torá, que en la Torá misma, y a veces el comentario contradecía la Ley. Toda la elaboración de la Ley que llevaron a cabo los fariseos tenía mucha hojarasca; en un mar de futilidades y pedanterías había algunas perlas valiosas. Por eso Jesús les dijo: “Transgreden el precepto de Dios por la tradición” (Mt 15, 3, 6; Mc 7,9).

La palabra “saduceo” viene de sadoq, cabeza de una familia sacerdotal antigua. Lo que los separaba era la respuesta a ¿por qué estatuto se debe regir la nación elegida? Los saduceos decían que por la Torá (ley escrita: en pentateuco); los fariseos, por la ley escrita y la ley oral (preceptos de la tradición). Los saduceos formaban una facción, muy extendida entre la clase sacerdotal. Eran aristócratas, sacerdotales y laicos, que por su riqueza y cargos mantenían una posición influyente. Con el fracaso del año 70, desaparecieron de la escena histórica. Respecto de Jesús, los evangelios nos los presentan como los principales adversarios en Jerusalén y los responsables más directos de la condena que lleva a ejecución la autoridad romana.

Como en la Torá no hay claramente una doctrina sobre la resurrección de los muertos, los saduceos la negaban.

El escriba era el hombre de la Ley, el erudito, en su gran mayoría era hombre de condición laica; tenía el título honorífico de Rab (grande) o Rabbí (grande mío). El padre espiritual del pueblo era el escriba, no el sacerdote (en tiempos de Jesucristo). Cualquier descendiente de Abraham podía ser escriba.  Por lo general llegaban a ser escribas a los 40 años, habiendo empezado a estudiar en la infancia, por lo que tenían un oficio manual para sostenerse.

La palabra “zelotes” viene de “celosos” aplicadores de la Ley. El arma más usada por ellos era un puñal corto o sica. Los zelotes eran un grupo revolucionario opuesto al poder romano. Hoy día se duda de que en tiempos de Jesús se hubiera ya constituido este grupo, a pesar de que tradicionalmente se ha considerado su fundación en el año 6 d.C. por Judas el Galileo. Investigaciones más recientes afirman que su nacimiento debió ser poco antes de la guerra del 66 d.C., y por tanto inexistente en el momento de la muerte del Señor.

Una característica de los esenios era el rechazo del Templo de Jerusalén porque pensaban que el sacerdocio que entonces había, provenía de una dinastía ilegítima. Consumada su ruptura con el culto oficial, la comunidad esenia se consideraba a sí misma un templo inmaterial que reemplazaba transitoriamente el Templo de Jerusalén mientras que en él se siguiera realizando un culto que ellos consideraban indigno (Varo).

Los samaritanos formaban un grupo heterodoxo dentro del mundo judío, enemistado con todos los grupos anteriores.

Los herodianos constituían un grupo pro-romano, partidario de esta dinastía y de su política de buenas relaciones y de sometimiento a Roma.

 

La característica más importante del judaísmo, antes de la destrucción del Templo en el año 70, era la pluralidad. Los grupos más significativos fueron los fariseos, los saduceos, los escribas y los zelotes; luego, los samaritanos y los herodianos.

En los tiempos de Jesucristo, los saduceos y los fariseos formaban, dentro del pueblo judío, las dos principales agrupaciones. Eran dos corrientes contrapuestas.

La palabra “fariseo” viene del hebreo perushim y del arameo perishajja. Los fariseos tenía prácticamente copados los puestos de escribas o doctores de la ley. Eran mucho más observantes que los saduceos y más estrictos en el cumplimiento de los preceptos.

Un pagano le pidió al célebre Hillel ¾fariseo anterior en pocos años a Jesús¾ que le explicara toda la Ley en el tiempo durante el cual pudiese sostenerse sobre un solo pie. Respondió: “Lo que no desees para ti, no lo hagas a tu prójimo”. Esto es toda la Ley, y lo demás es comentario. Pero la realidad es que los fariseos ponían más énfasis en el comentario a la Torá, que en la Torá misma, y a veces el comentario contradecía la Ley. Toda la elaboración de la Ley que llevaron a cabo los fariseos tenía mucha hojarasca; en un mar de futilidades y pedanterías había algunas perlas valiosas. Por eso Jesús les dijo: “Transgreden el precepto de Dios por la tradición” (Mt 15, 3, 6; Mc 7,9).

La palabra “saduceo” viene de sadoq, cabeza de una familia sacerdotal antigua. Lo que los separaba era la respuesta a ¿por qué estatuto se debe regir la nación elegida? Los saduceos decían que por la Torá (ley escrita: en pentateuco); los fariseos, por la ley escrita y la ley oral (preceptos de la tradición). Los saduceos formaban una facción, muy extendida entre la clase sacerdotal. Eran aristócratas, sacerdotales y laicos, que por su riqueza y cargos mantenían una posición influyente. Con el fracaso del año 70, desaparecieron de la escena histórica. Respecto de Jesús, los evangelios nos los presentan como los principales adversarios en Jerusalén y los responsables más directos de la condena que lleva a ejecución la autoridad romana.

Como en la Torá no hay claramente una doctrina sobre la resurrección de los muertos, los saduceos la negaban.

El escriba era el hombre de la Ley, el erudito, en su gran mayoría era hombre de condición laica; tenía el título honorífico de Rab (grande) o Rabbí (grande mío). El padre espiritual del pueblo era el escriba, no el sacerdote (en tiempos de Jesucristo). Cualquier descendiente de Abraham podía ser escriba.  Por lo general llegaban a ser escribas a los 40 años, habiendo empezado a estudiar en la infancia, por lo que tenían un oficio manual para sostenerse.

La palabra “zelotes” viene de “celosos” aplicadores de la Ley. El arma más usada por ellos era un puñal corto o sica. Los zelotes eran un grupo revolucionario opuesto al poder romano. Hoy día se duda de que en tiempos de Jesús se hubiera ya constituido este grupo, a pesar de que tradicionalmente se ha considerado su fundación en el año 6 d.C. por Judas el Galileo. Investigaciones más recientes afirman que su nacimiento debió ser poco antes de la guerra del 66 d.C., y por tanto inexistente en el momento de la muerte del Señor.

Una característica de los esenios era el rechazo del Templo de Jerusalén porque pensaban que el sacerdocio que entonces había, provenía de una dinastía ilegítima. Consumada su ruptura con el culto oficial, la comunidad esenia se consideraba a sí misma un templo inmaterial que reemplazaba transitoriamente el Templo de Jerusalén mientras que en él se siguiera realizando un culto que ellos consideraban indigno (Varo).

Los samaritanos formaban un grupo heterodoxo dentro del mundo judío, enemistado con todos los grupos anteriores.

Los herodianos constituían un grupo pro-romano, partidario de esta dinastía y de su política de buenas relaciones y de sometimiento a Roma.

 

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