Carácter, sostén de la vida
El carácter de un hombre es su destino. El
carácter es la cualidad humana gracias a la cual las potencias superiores
–inteligencia y voluntad- predominan sobre las potencias inferiores. Vamos a puntualizar unas diferencias:
Temperamento: Nacemos con él.
Carácter: es el temperamento educado. El
carácter es un modo estable de ser y de actuar. Se refiere a cómo siente,
piensa y actúa una persona.
Personalidad: es el carácter en la
forma como se relaciona con el mundo.
Cuando se dice que una persona tiene carácter muchas veces
se refiere a que lo tiene bien educado. ¿Y cómo lo educo? Con las virtudes
humanas. Ahora bien, ¿qué son las virtudes humanas? Son hábitos que
perfeccionan a la persona y la conducen al bien. Son la prudencia, la
templanza, la justicia, la fortaleza, y éstas se desglosan en otras tantas como
la puntualidad, la sinceridad, el buen humor, la afabilidad, la amabilidad… También
hay hábitos malos, son los vicios.
Dos rasgos que condicionan la posibilidad de tener un
carácter sólido son la humildad y la castidad. Si se marginan estas
cualidades, la persona será mediocre, insignificante. Y esto es así porque la
humildad y la pureza son las bases –espiritual la una y corporal la otra- del
carácter.
El Libro del Eclesiástico
(Sirácide) dice: “Cosas abominables son
el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se
vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados” (27,
33-34).
Cuando una persona se deja llevar por el enojo se puede
considerar que le falta carácter ya que le falta autodominio.
Cuando una persona se deja guiar por el sentimentalismo,
decimos que tiene un carácter débil.
Cuando decimos que alguien tiene mal
carácter, nos referimos a que se deja llevar por la ira, por el capricho o
por el “qué dirán”.
Ahora se puede entender cómo la vida cristiana
se fundamenta en tener hábitos buenos o virtudes; si no se tienen, llega un
momento en que esa persona se “desbarranca”, es decir, no persevera en el buen
camino.
El adolescente busca la gratificación inmediata. Quiere el
placer de inmediato. Le pide la entrega total a la novia cuando él no es
capaz de sostenerla económicamente n i emocionalmente. Si ella tiene carácter,
lo cortará para no caer en la tentación, o le explicará que lo sensato es
esperar al matrimonio, a la madurez psíquica de ambos.
Un chico de Sinaloa se fue a Estados Unidos un año. Cuando
regresó le confió a un amigo: “Pude guardar la castidad porque comulgaba cada
domingo y me confesaba cada quince días”. Dios ayuda
cuando se le pide su gracia. Además, ese joven estudió en el Instituto
Chapultepec y supo asimilar los valores y virtudes que se le inculcaron. Cuando
alguien hace propias las convicciones, gran parte de la vida está
resuelta. ¿Por qué? Porque hay principios. Esas reglas ya se hicieron
internas, propias; es decir, son ya parte de su personalidad.
Los adolescentes se divierten en línea o se van a
las disco o antros, y los padres no se enteran ni de cómo se divierten ni
del peligro que corren, porque no hay comunicación entre ellos. No
se trata de decir: ¡No vas!”, sino de razonar con ellos para que sepan
discernir. Un padre de familia acompañó a su hija al antro y al salir le
explicó lo que percibió y vio.
Una persona no vale por lo que es ni por lo que
tiene sino por lo que decide. ¿Cómo lograr que los hijos
decidan bien? Es una cuestión no resuelta del todo.
Una hermana Misionera de la Caridad estudió medicina y, el
día que se tituló estaba al borde de la muerte. Le preguntó a Madre Teresa
que porqué Dios no le había permitido ejercer su profesión, Madre Teresa le
contestó: “Dios no quiere tus obras, te quiere a ti”.
En resumen, se trata de adquirir hábitos y de
usar bien de nuestra libertad, batalla que dura toda la vida, pues tan
importante como la adquisición de una virtud es su mantenimiento. Educar ha de ser una labor
creadora y positiva, pues –como ha escrito C. S. Lewis–, el objetivo del
educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar desiertos.

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