El poder de la Cruz

 


Dra. Mary Healy. Encounter conference

Vivimos en un mundo desilusionado. Los políticos ofrecen la luna y luego vemos que son depredadores. Parece que todo el mundo tiene una agenda. Esperamos lo mejor de los que representan a Dios y no siempre son fieles; incluso los no creyentes son heridos por los escándalos. Otros buscan lo que los va a hacer más populares, adoran a los ídolos de la época. El mundo pide ver santidad, percibir la fragancia de Cristo, pureza de corazón, humildad, pide la santidad de Dios mismo. Todo el mundo quiere ver testimonios. Hace un tiempo había dos personas a las que todo mundo quería ver: Juan Pablo II y Madre Teresa, querían oírlos porque veían santidad.

El mundo entero busca santos, buscan a quien admirar. El Señor busca a quien enviar. Ustedes pueden de decirle a Dios: “Envíame a mí”. Dios nos da el poder de transformarnos completamente. Nos da el poder y los dones del Espíritu Santo. El bautismo en el Espíritu es el poder para la transformación interior, para la santidad.

Pablo habla de las personas que necesita ante la gran oposición (1 Tesal 1,2). Hablamos para agradar a Dios que examina nuestros corazones. No buscamos la gloria nuestra. El carácter del Apóstol brilla, cuando la gente vio a San Patricio vio santidad. Cuando la gente vio a Santa Catalina de Siena, vio santidad, por eso le hicieron caso. El poder de la transformación interior es grande, el Señor nos llama a la santidad y para ello tenemos que conocer el poder de la Cruz y la sabiduría de Dios. En la Cruz hay más que el dolor personal y sacrificios, pero hay mucho más, Dios quiere que experimentemos el poder divino de la pascua para poder saborear la libertad y la santidad, actúa en nosotros para que llevemos una vida de santidad, libertad, paz, gozo, amor. La Cruz nos recuerda el acto de amor que Dios tomó cuando nosotros no somos capaces de hacerlo por nosotros mismos. Jesús sufrió la angustia, se rindió completamente, lo hizo por nosotros. Esa es la Cruz.

El profeta Oseas tiene una visión de Dios en su trono, lo observa majestuoso y los serafines que adoran al Creador. Y su corazón queda cautivado por la belleza y la gloria de Dios (cap 6). Su reacción inmediata es confrontarse con la santidad de Dios; Oseas se arrepiente de su poca limpieza. Es una reacción humana, recta y saludable. Dios es misericordioso y para purificarlo le manda un ángel a que queme sus labios.

El Antiguo Testamento es un programa educacional en que Dios convence a su pueblo de Su santidad y de la necesidad de arrepentimiento. A los israelitas les tomó exilios, persecución, sacrificios, desastres, pero era preparación para darle el perdón. Dios olvida nuestros pecados y nos limpia con su Sangre, no hay pecado que no pueda perdonar. No hay pecado mayor que la Sangre de Cristo, Algo más es necesario. San Pablo habla de Pecado como poder tiránico, y vivimos bajo él, lo personalizamos, lo aprendemos, viene natural pensar: “voy a tratar de ser más egoísta”. No pasa eso, pero repetimos conductas – como tomar alcohol- y creamos hábitos. Dios tiene que luchar con eso. Y si no luchas por renunciar al alcohol tenemos que ir a la fuente. Ver lo que Dios hizo por ti a través de su Cruz, su Sangre lava los pecados. Hay que romper radicalmente con el pecado.

San Pablo dice que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Hemos sido bautizados en su muerte (Rom 5, 20-6,3). El bautismo hace que mueras al pecado. Cuando mueras no te vas a llevar nada. Rompes con todo. Has sido bautizado en la Muerte de Cristo. No es una metáfora, es una realidad. “Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir todavía con él?” (Rom 6,2). Jesús fue enterrado en el Santo sepulcro en Jerusalén, pero ¡resucitó! Dice San Pablo: “Porque lo que murió, murió de una vez para siempre al pecado; pero lo que vive, vive para Dios” (Rom 6,10).

“Fuimos sepultados juntamente con él mediante el Bautismo” (Rom 6,4). Tenemos que vivir una vida nueva de resucitados. Él vive en nosotros, y el mismo poder que lo resucitó nos resucitará a nosotros. No estamos viviendo nuestra vida, estamos llamados a vivir la vida del Resucitado, Él vive en Él, Y el mismo poder que tuvo y tiene, ese mismo poder está en ti, trabaja en ti cada día. Los santos viven una vida única, no son aburridos. La mejor versión tuya es la versión resucitada en ti, compartimos la naturaleza divina por la gracia. Es nuestro destino por la eternidad.

En nuestro interior hay inseguridad, miedo, soledad, culpa, envidia, porno, enojo, escrúpulos, muerte, a eso quiere arrastrarnos el enemigo. Todo eso es muerte. Hay que dejar ese cuerpo de muerte. Los cristianos han crucificado sus vicios y han salido del sepulcro. Nuestra vida está escondida en la de Cristo. Ya lo pasado, pasado. Tenemos que apropiarnos lo que Jesús hizo por nosotros. Hay que dejar que Jesús nos limpie y seamos una criatura nueva.

Yo he sido crucificado con Cristo; ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí. Los que pertenecen a Cristo han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Por el poder de la Cruz morimos, aunque no lo sintamos. Nuestra fe no es de sentimientos. “No siento la gracia”. Puedes decir: “Yo no siento que he muerto en Cristo”. No importa lo que sientas. Si basamos la fe en los sentimientos, no hay una base firme; los sentimientos son cambiantes. La fe se basa en los hechos. “He muerto con Cristo”, así lo creo, entonces, así es. La fe sigue a los hechos dados a nosotros en la Palabra de Dios.

“No me siento santo, no siento al Espíritu Santo, no siento que puedo rezar por mi sanación”, no importa lo que sientas, importa que aceptes lo que Cristo ha hecho, aunque me cueste carne y sangre. El trabajo de la Cruz ya está hecho. Trabaja esta idea en tu corazón y te matará. Considérate muerto al pecado. Confía en ti mismo. Aprópiate lo que Cristo hizo por ti.

FUENTE: https://youtu.be/7d0Io4xGGlI        Traducción de Rebeca Reynaud.


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