Sanación en tiempo de crisis Dr. Mary Healy
“Nada es
imposible para Dios”, le dice el Ángel Gabriel a María. “Todo es posible para
el que cree”, dijo Jesús al padre del joven epiléptico. El Señor nos quiere
enseñar estas verdades porque el mundo necesita conocerlas.
Hay una
historia de una curación en la que vemos que, con frecuencia, se conectan las
enfermedades físicas con las enfermedades psicológicas. Una chica, Dany;
terminó en una silla de ruedas y le costaba respirar. Tenía 30 años y pensaba
en el momento en el que Dios la creó. Le vino la idea de que Dios la formó de
aquellas partes que nadie quería y eso ella lo creyó. Se fue a vivir a un asilo
donde las personas eran 30 y 40 años mayores que ella. Al paso del tiempo, Dios
le facilitó un enfermero muy bueno, se enamoraron y se casaron. Dany no olvidaba
el momento en el que Dios la creó de “despojos”. Alguien le preguntó: “¿Viste
la cara de la persona que te reveló eso?”. Ella dijo que no. Esa persona le
hizo comprender que esa idea no era de Dios sino inspirada por el demonio, que
la verdad es que ella poseía el amor de Dios y el Señor la amaba tiernamente.
Su fe empezó
a crecer, ella empezó a practicar. En la parroquia, después de un retiro,
ofreció curación a los que la deseaban. Ella vio que era oportunidad de un
encuentro con Jesús. Ella fue en una silla de ruedas y salió a la calle a
invitar a la gente al servicio de curación. Un chico al que había invitado sin
conocerlo, fue al servicio de sanación y llevó a un amigo. Ella pensó: “Esto no
se refiere a mí, esto es de Dios”. Empezó el servicio de curación, la gente
levantó la mano. La chica se puso con confianza en las manos de Dios y oró
mucho.
Nuestro Dios
es un Gran Señor. Ella tuvo esa aproximación aquella noche, escuchó palabras
sabias. Dany sintió que el agua bajaba sobre ella cuando oía las palabras, hizo
un acto de fe. Era capaz de respirar con profundidad, empezó a llorar. El
esposo se asombró de que respirara bien, cosa que no hacía en años. Luego Dany
le dijo al esposo: “Vamos a caminar rumbo al altar”. Y lo hizo. No podía creer
que era real. Cuando llegó a su casa brincó en la cama. Desde entonces los dos
han sido una especie de dinamita al evangelizar. Dios ha hecho una gran labor
en ellos y a través de ellos. El mundo necesita estos testimonios pues estamos
en tiempos de crisis.
Vemos un
mundo en caos, retornando al paganismo. Vivimos en una cultura que margina a
Dios y quiere hacer las cosas “a su manera”. Hay un vacío espiritual. La gente
quiere llenar ese vacío interior. Todo lo ponen alrededor del yo: “que yo me
sienta bien”, “que yo disfrute”, “que yo experimente la velocidad o el placer”,
etc.
No tienen ni
idea de qué sentido tiene la vida, no saben quiénes son ni qué misión tienen;
son huérfanos espirituales. No tienen ni idea de que tienen un Padre en Dios
que les ama inmensamente, más de lo que puedan imaginar. Vivimos tiempos en que
podemos ser discípulos, donde podemos ser auténticos cristianos, donde podemos
poner toda nuestra confianza en el Señor. Estamos entrando en una época en que
va a ser muy incómodo ser cristianos. Antes vivíamos en una sociedad católica
donde había instituciones que eran pilares de la sociedad. Todo aquello se está
colapsando. Estamos entrando a una época de misión apostólica, estamos en una
situación semejante al siglo I.
Los que
conocen a Cristo tienen un enorme dinamismo para proclamar a Cristo. Somos
discípulos necesitamos una nueva disposición, una nueva aproximación, nuevas actitudes
y virtudes.
Podemos leer
el Libro de Esther, joven judía, elegida reina. Narra que iba a comenzar
la persecución a los judíos y ella podía hacerle frente a esa situación por ser
reina. Se juega la vida para hablar con el rey -que era un persa pagano- y
tener la posibilidad de salvar a su pueblo de la pena de muerte. Nosotros hemos
nacido en tiempos de otro Reino y somos llamados a ser verdaderos discípulos
con los retos de nuestra época. La hostilidad a Dios conlleva un vacío en
muchos modos y lleva a la “cultura de la muerte”. ¿Quién toma el reto? La gente
de Dios: nosotros. Seremos insultados, menospreciados, perseguidos. Debemos
confesar el poder del Señor para sanar.
Cuando
acabaron de cruzar el Mar Rojo, el Señor les dice: “Yo soy el Señor, su Sanador”,
está revelando algo nuevo: que su carácter es curar. Dios nos restaura, nos
sana. Quienes adoran ídolos experimentan el rompimiento, el desvarío. Dios cura
la ceguera, la sordera, la parálisis. Luego vino Jesús, empezó su vida pública
y dijo: El Espíritu del Señor está sobre mí para dar libertad a los cautivos
y liberar a los oprimidos. Y trae buenas noticias. No podemos proclamar el
Evangelio sin poder. El Reino está aquí porque el Rey está aquí.
Hay gente
que piensa: “Dios me envió la enfermedad”, Dios es sanador, médico de cuerpos y
almas. La enfermedad es consecuencia del pecado.

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