4 de octubre, Francisco de Asís
El
poeta Julien Green dice: “La creación es tan hermosa, que es necesario hacer un
esfuerzo para desasirse de ella.” No podemos enamorarnos de la creación a tal
grado que nos olvidemos del Creador.
En la Navidad de 2019, en la Misa del 24 en la noche, el Patriarca de
Belén sugería “coger el estilo de Belén”. ¿Cuál es ese estilo?
Pregúntalo a Jesús.
Cada
año, el 4 de octubre podemos meditar sobre pobreza, pidiendo a Dios que nos
ilumine para ver cómo utilizamos los bienes temporales, es de desear que sea
con un desprendimiento interno cada día mayor.
El
espíritu de pobreza es imprescindible para seguir al Señor, y exige subordinar
el uso de los bienes materiales a un fin más alto. Implica tener sólo lo
necesario. ¿Qué debo eliminar? Todo lo que es manifestación de lujo, capricho,
vanidad, comodidad y cosas superfluas.
Al
estudiar Historia de la Iglesia se
ve que la restauración de la cristiandad viene por el desprendimiento.
Una
anécdota cuenta que, una mañana Alejandro Magno fue a ver a Diógenes, a quien
encontró dormitando fuera de su barril, y le dijo:
- ¿Qué
necesitas? Pídeme lo que quieras y te lo daré.
Diógenes
espetó:
- Nada,
nada más quítese, me tapa el sol.
Hoy
nadie optaría por la petición de Diógenes.
El
siglo XX inauguró la era de la vastedad: todos podemos tenerlo casi todo. Poca
gente le pone tapas a sus zapatos viejos o le pone un parche al pantalón. Hace
falta promover una cultura en contra de los excesos. Nos toca sobrevivir a la
arrogancia mercadológica.
Estamos gobernando la globalización o la
globalización nos está gobernando a nosotros. La gran crisis hoy no es
ecológica, es moral.
Ningún bien vale tanto como la vida, pero si se me va trabajando y trabajando
para consumir, puedo perder de vista la necesidad de tener tiempo para Dios y para
las relaciones humanas, para la amistad, para el amor para atender a nuestros
seres queridos. El hiper consumo hace cosas que duren poco para que se venda
mucho. Se podrían hacer focos que duraran más de cien años, pero no son
rentables. No deberíamos ser gobernados por el mercado, sino que tendríamos que
gobernar el mercado. Los viejos
pensadores decían: Pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita mucho.
Tenemos recibido del Señor el señorío
sobre los bienes del mundo. Cuando vemos que alguna pasión nos quiere
sobrepasar, es el momento de clamar con humildad y pedirle fuerza al Señor.
Santa
Teresa decía: Gracias Señor porque me has librado de mi misma.
R. Tagore
escribe Ofrenda Lírica:
Prisionero,
¿quién te encadenó?
Mi
Señor, dijo el prisionero. Yo creí asombrar al mundo con mi poder y mi riqueza,
y amontoné en mis cofres dinero que era de mi Rey. Cuando me cogió el sueño, me
eché sobre el lecho de mi Señor. Y al despertar, me encontré preso en mi propio
tesoro.
Prisionero,
¿quién forjó esta cadena inseparable?
Yo
mismo la forjé cuidadosamente –dijo el prisionero-. Pensé cautivar al mundo con
mi poder invencible; que me dejara en no turbada libertad. Y trabajé, día y
noche, en mi cadena, con fuego enorme y duro golpe. Cuando terminé el último
eslabón, vi que ella me tenía agarrado.
Un
profesor que ya murió –Carlo Caffarra- nos dijo en una clase: Estaba muy claro
en el Evangelio lo que era la pobreza más no la entendimos, tuvo que venir San
Francisco de Asís a enseñarnos en la práctica, cómo se vive.
4 de octubre, día de San Francisco.
San
Francisco de Asís nació en 1182. Su madre se llamaba Pica y su Padre,
Bernardone. Su padre tenía un buen almacén, era rico. A los 20 años hay una
pelea entre Perugia y Asís, Francisco cae prisionero y permanece un año en la
cárcel. Al salir de la prisión se incorporó de nuevo al ejército y se compró la
mejor armadura y el mejor caballo que encontró. Luego se topó con un caballero
que no tenía armadura, se conmovió y le dio la suya y el caballo. Por la noche
soñó que le daban una armadura mejor para las batallas de la vida. Francisco no
llegó al campo de batalla porque enfermó. En la cama tuvo una moción interior
que le decía: “¿Por qué dedicarse a los jornaleros cuando te puedes dedicar al
Jefe Supremo?”. Empezó a reflexionar sobre lo que iba a hacer en la vida. Días
después vio a un leproso, le dio asco. Venció el asco, le dio un abrazo y le
besó las llagas, y desde entonces tuvo fuerzas para vencer sus instintos.
Un día,
rezaba en la iglesia de San Damián y le pareció que Jesús le decía: “Francisco,
repara mi iglesia”. Él lo entendió con visión local, Dios le pedía reparar la
iglesia universal. Vendió telas de su padre para obtener dinero. Luego su padre
se enfurece por ello y lo lleva al tribunal. Allí se desnuda de todo lo que
tenía puesto y se lo da a su padre. El Obispo le regaló una túnica de uno de
los trabajadores del campo y él lo toma para vestir siempre así. Empezó a pedir
limosna para reparar la iglesia de San Damián. Luego comenzó a reunirse con
amigos en una pequeña capilla llamada
En la
misa del apóstol San Matías Dios le hizo ver lo que quería de él. Se propuso
dedicarse al apostolado en medio de la pobreza más estricta. El primero que se
le unió en el apostolado fue Bernardo de Quintavalle, otro riquillo del pueblo.
Lo observaba de día y de noche. Vio que de noche se levantaba del lecho para
rezar y decía: “Mi Dios y mi todo”. Dejó todos sus bienes y lo siguió; luego
varios más le pidieron vivir como él. No querían aprobar esa Orden porque les
parecía demasiado rigurosa en cuanto a la pobreza. Inocencio III vio en sueños
que
San
Francisco fue a visitar Tierra Santa. En recuerdo de esa visita, algunos
franciscanos se encargan de custodiar parte de los Santos Lugares desde hace
siglos. El poverello era amante de
los animales y de la naturaleza. Popularizó la costumbre de hacer pesebres en
Navidad. Muere a los 44 años. El Papa lo canonizó dos años después de su
muerte.
Un
comentarista de TV observó: Tenemos más
ropa que nunca y nos vestimos con cuatro cosas. Tenemos más comida que nunca y
estamos de dieta. Ganamos en tecnología, pero perdemos el disfrute.

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