Estuve en Dimona
Objetivo: asegurar la supervivencia de
Israel. Nunca cuestioné nada de lo que me enseñaron. Fue ascendido a jefe de
sección. Estudiaba mucho, fue un pilar del programa. No era piadoso, era más
que nada patriota. Hay una guerra silenciosa y militar, Un virus iraní entró.
Los protocolos de exigencia se encendieron. Vio una vulnerabilidad en su
sistema, lo purgaron. No lo destruyeron, sólo lo aislaron. Fue asignado a una
tarea secreta. Eran la espada y el escudo del Estado. Servía a la Tierra
Prometida con obediencia absoluta al Estado. Creía que Jesús era un predicador
fallido. Llevó a cabo una auditoría en un área impenetrable; la amenaza venía
de dentro. Les dieron un golpe profesional, la furgoneta volcó varias veces. El
silencio llenó el espacio. Sólo había oscuridad. Supe que había muerto, Estaba
flotando sobre el suelo. Vi mi propio cuerpo atrapado entre fierros. Fui
arrastrado a una oscuridad, oí lamentos de una angustia espiritual. Eran almas
de mi propio pueblo, todos llorando. Oí: Esta es la gloria que elegiste. Pedí
ayuda. Una luz apareció. Vi a un hombre vestido de blanco. Era Yeshúa. Se paró
ante mi con profundo dolor, eras celoso pero ciego. Caí de rodillas. Me mostró
visiones de la historia, vi un mundo en caos y a mí del lado equivocado. Yeshúa
me miró con ojos de misericordia, me dijo: “Debes de elegir la vida”. Oí sonido
de un gran shofar y una voz: “Regresa”. Oí máquinas pitando. Estaba en el
hospital. Tenía una herida profunda en la cabeza. Yo no era el mismo hombre.
Había muerto, había visto el juicio, pero también se me dio una segunda
oportunidad. ¿Qué significaba nacer de nuevo? El dolor era abrumador. Cerraba
los ojos y veía a Yeshua, sus palabras resonaron: “Debes nacer de nuevo”.
El deseo ardiente de saber más empezó
a crecer. Sentía como un sueño, tenía máquinas. Había sobrevivido a un ataque
masivo. Era un milagro que estuviera vivo, pero yo sabía que había muerto. No
dije nada. Decía: “Bendito sea el Nombre”. Me trasladaron a una habitación de
recuperación privada.
Cada vez que cerraba los ojos veía a
Yeshua, el que me sacó de la oscuridad. Algo me arrastraba en otra dirección.
Empecé a ver a judíos que habían tenido visiones, descargué una aplicación de
la Biblia, descargué una versión del Nuevo Testamento en hebreo. Encontré las
palabras de Jesús a Nicodemo: “Quien no nace de nuevo…”. Me hinqué con trabajo,
oré, pedía. Encontré paz en las palabras de Jesús, pero el miedo empezó a
crecer.
Estaba acostado con las luces
apagadas, oraba con palabras simples. “Yeshúa, oriéntame”. Apareció Él, dijo:
Eleazar he escuchado tus oraciones, buscas la verdad y yo soy la Verdad. La
persecución vendrá, pero Yo estaré contigo”.
Sería visto como una traición. Conocía
los protocolos. Estaba caminando por un camino que una vez consideré como
amenaza. Quería entender lo que significaba su Muerte y Resurrección. Le pedía
a Yeshua que me protegiera y así lo hizo. Me di cuenta de que yo era el hijo
pródigo. Escuchaba explicaciones de judíos mesiánicos. Leí a los filósofos
judíos y ya no me decían nada.
Por dentro estaba naciendo de nuevo.
Me aferré a lo que me dijo: “La persecución vendrá, pero Yo estaré contigo”.
Regresé aTel Aviv.
Por la noche sacaba mi Tablet
encriptada, cada versículo era agua para mi alma sedienta. Recurrí a internet
usando mensajerías. Quería preguntar y me puse en contacto con algunos grupos.
Oré por mi país. Borraba mis correos. Comencé a ayunar para acercarme a Cristo.
“No sé qué me depara el mañana, pero confío en Ti”.
Le hicieron un arresto privado. Le
taparon los ojos. Iban a un lugar secreto. Llegaron a una instalación
subterránea. Entró un grupo, dos eran comandantes de alto grado. “Sabemos qué
has estado leyendo, con quien has estado hablando”. Guardé silencio. “Eres un
científico condecorado”. Dije. “No he traicionado la verdad, la he encontrado”.
Me negaban el sueño, me limitaron la comida. “Tu mente ha creado una fantasía
porque casi mueres”. En mis momentos más oscuros repetía las palabras de
Yeshua. Los que me interrogaban conocían todas las técnicas psicológicas de
presión. Una mañana me sacaron, viajamos durante horas. Llegué a otro lugar de
Tel Aviv. Los jueces eran altos mandos. Me dijeron que sería juzgado. Me
llamaron por mi nombre, con asco. No me defendí, sólo dije: “Creo en Yeshua”,
eso fue suficiente: “ya no eres judío, morirás por lapidación. Mi ejecución fue
programada para tres días después.
Traían comida una vez al día, el
cuerpo dolía por las palizas. Querían que me sintiera solo, abandonado, pero no
lo estaba. Cantaba en voz baja: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré”. Me acordé de Pablo y Silas, que cantaban en la cárcel.
Era un hombre condenado por un
tribunal terreno, pero el tribunal del cielo me aprobó. Les imploro que busquen
a Yeshua mientras hay tiempo. Hagan una pregunta al Dios de Israel, “¿quién es
Yeshúa?”. Él es el Rey de Universo, sostiene tanto la creación como el Juicio.
Oren, ámenlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas.
Nunca se avergüencen del Nombre de Yeshua, rompe cadenas en cada rincón del
mundo. He perdido el respeto de mi nación, pero he ganado la aprobación del Rey
del Universo. Él puede abrir el secreto de tu corazón. Encontré la libertad que
ningún Estado puede otorgar. La verdadera libertad se encuentra en quien nos
saca de la más profunda oscuridad.
Continúa: Soldado herido en Israel
La misión es no dejar que la llama se
apague.

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