Perfil del avaro
Este desorden afectivo se produce cuando hay
apegamiento excesivo a los bienes de la tierra. El avaro se vale de medios
buenos o malos para obtener algo. La avaricia te impide “soltar” lo que tienes,
además te hace almacenar, este vicio empuja a tener más riqueza y, al
tenerla, no se satisface, quiere más.
El avaro acumula sin consumir, sin gastar, sin usar lo
que tiene, le angustia soltar lo almacenado. El disfrute de la avaricia está
más en el tener, que en el gastar. La avaricia se vive como un impulso
incontrolable; el avaro acumula y no da. “Da al que te pida y al que te pida
prestado no le vuelvas la espalda”, dice la Palabra de Dios. Si el avaro presta será por algún interés
para acumular más. Aparentemente el avaro no envidia nada, pero en realidad sí
envidia porque no valora lo que tiene, hay en él una envidia inconsciente.
Envidia las propiedades del otro, y, jamás va a prestar al que no le puede
devolver lo prestado.
La avaricia es un impulso voraz por retener. Gastar le
desconcierta al avaro, pues su placer está en tener y retener.
Esther Bonnin cuestiona:
¿Es lícito aspirar a tener más dinero, más fama y más poder? Somos seres
que necesitan lo material, pero no a costa de nuestra salud, de nuestra
tranquilidad, y de a quienes amamos. Cuando el deseo va más allá podemos estar
cayendo en la avaricia. Este “ladrón” promete una felicidad inmediata, por ejemplo,
tener dinero.
El burn-out (cansancio excesivo) es una
enfermedad de nuestro tiempo. ¿Es malo trabajar en exceso? Sí, si perdemos lo
más valioso como es la tranquilidad y la convivencia con nuestros seres
queridos
La avaricia es un afán desordenado por obtener fama,
poder o dinero a costa de lo que sea. Hay un apego a los bienes. No va a
importar los medios para adquirir esa fama, poder o dinero. En las casas de
apuestas hay personas de varias edades, llegan a apostar tales cantidades que
se juegan los pagos básicos de la casa.
El perfil del avaro es así:
Esta persona soborna con tal de obtener lo que desea. En las
empresas se da el robo “hormiga”. La avaricia nos puede atacar en cualquier
nivel social. Cuando robas mercancía estás utilizando medios ilícitos, cuando
evades impuestos, robas. El avaro es tacaño, codo; vive con miedo a perder lo
que tiene; otros acumulan bienes para protegerse, para sentirse seguros. Viven
con miedo permanente. A veces, el avaro gasta más de lo que gana. Su felicidad
va a depender de lo que tiene y, si le falta algo, vive con ansiedad.
El avaro se hace esclavo de sí mismo. En ocasiones
trabaja en exceso para tener dinero; hace compadres por conveniencia. Si una
persona ahorra para su vejez, no es avaricia.
“El pago que da el pecado es la muerte” (Romanos 6,23).
Se sacrifica lo esencial -el matrimonio, la vocación- por trabajar en exceso. Se
quiere más y más dinero. Endurecemos nuestro corazón al punto que nos
desinteresamos por los demás. El apego a las cosas es la prioridad, entonces de
deja de amar, y es entonces cuando se llega a la vaciedad y a la soledad.
La codicia nos encadena. Tenemos alimento, pero a lo
mejor no tenemos con quien compartirlo. Tenemos casa, pero no hay calor de
hogar. Buscamos diversiones porque no hay algo que nos saque una sonrisa. Nos
llenamos de cosas porque el corazón está vacío. Con la avaricia a veces se
trata de poseer a la persona.
Podemos vivir apegados a una imagen nuestra o al “qué
dirán”. El avaro quiere dominar a los demás y no es capaz de dominarse a sí
mismo.
Hay que conocerse porque ¿cómo voy a cambiar si ni
siquiera sé que soy avaro?
Contesta tres preguntas como un desafío para
reflexionar: ¿trabajo en exceso por dinero? No se trata de juzgarse sino de
conocerse. ¿Utilizo cualquier medio ilícito para obtener bienes materiales?;
¿antepongo el dinero a cualquier necesidad mía o de los cercanos? Hay quienes
trabajan más de 14 horas por dinero.
Caemos en esto por una herida de la infancia como es
el abandono, esta herida es involuntaria. “El amor al dinero es raíz de
toda clase de males” (1 Timoteo 6, 10). Se piensa que el dinero es lo
más importante. Otras veces no es el dinero, es el poder, la aceptación social
o la fama.
¿He tenido avaricia en la vida personal, familiar o
profesional? Nadie quiere destruirse a sí mismo, pero caemos en
actos de avaricia por heridas de la infancia. En cada conducta destructiva hay
que preguntarnos ¿qué trataba de conseguir? Hay que anotar lo más
reciente e irnos hacia atrás. Hay que saber gestionar nuestras emociones y
preguntarnos: ¿quién me lastimó?, ¿con quién quedaste resentido?, ¿qué
consecuencias he vivido por haber caído en esta conducta?

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