Lujuria y lascivia. El sexo en el plan de Dios
La lujuria es un deseo descontrolado, especialmente de índole sexual, que busca la gratificación personal fuera del plan de Dios, mientras que la lascivia es la manifestación externa y descarada de este deseo a través de comportamientos, palabras y actitudes indecentes, que denotan una falta de respeto a la decencia y a la voluntad divina.
La lujuria se puede volver una adicción. La sexualidad
es lo que más te eleva, sin la vives de acuerdo al plan de Dios, o lo que más
te degrada. ¿Vives tu vida sexual de acuerdo a las ideas que la sociedad marca
o la vives de acuerdo al plan de Dios?
Somos el resultado de nuestros genes y de nuestras
decisiones. Tenemos inteligencia para interpretar la realidad y voluntad para
cambiarla. Esta libertad es maravillosa. Todos los días tomamos decisiones que
tienen consecuencias.
Los instintos en el ser humano
El instinto es un impulso involuntario que va a provocar
una acción. Los instintos son materiales, sociales y sexuales a propósito de la
supervivencia. Aparentemente no se pueden controlar, cuando los instintos nos
dominan, exageran nuestro deseo sexual o de ser vistos.
Los vamos a ver de manera gráfica. El instinto
material es el que me lleva a ganar el sustento de modo honesto.
El instinto social lleva a vivir en compañía,
el orden es el respeto a mí mismo y a los demás. El hombre es un ser social y
se siente bien al establecer relaciones sociales de compañerismo.
El instinto sexual se refleja en la necesidad
que tengo de expresar amor y tener hijos. Más hay un orden: tener relaciones
dentro del matrimonio, sólo con mi cónyuge. El premio es sentir paz en mi
corazón.
Los instintos están en el cuerpo, en el alma, en la
mente, en las emociones y en el espíritu. En el cuerpo los sentidos y las
emociones me impulsan o me detienen. La mente nos da opciones, planea, imagina,
resuelve. El espíritu elige con quién sí y con quién no tengo esa relación.
Pasos: primero consiento, luego decido y finalmente me
quedo con un estado de ánimo. Si no respeté el orden, a corto plazo tendré:
asco, miedo, culpa. Si hubo respeto tendré gozo y alegría. La sociedad vende
una mentira: “El sexo es placer y el placer es felicidad”. La definición de
placer es deleite y satisfacción haciendo cosas que nos agradan. Esta es la
idea que se nos vende: “Todo se vale mientras me provoque placer”.
Reducir la felicidad a placer lleva a olvidar que
estamos hechos para la felicidad, no para el placer. Cuando no hay restricciones,
a largo plazo hay: impotencia (varones) o frigidez (mujeres),
perversión, adicción y enfermedades venéreas. Vamos a reflexionar. ¿Dios creó
el sexo para que lo vivamos llenos de miedo, de culpa o de enfermedades? No.
Sexo en el plan de Dios
Dios quiere que el amor humano sea exclusivo, es
decir, uno con una (Génesis 1,27), un solo cónyuge (Génesis 2,24). Dios les dio
su bendición y les dice dominen a los animales (Génesis 1,28). Dios bendice
esta unión para toda la vida (Mateo 19,3-12).
El acto sexual en la pareja debe ser
consentido, íntimo, natural y con amor. Las cuatro
características van juntas en el proyecto divino. En la industria de la
pornografía hay actos teatrales que dejan pensamientos obsesivos, lleva a la
perversión. El acto sexual es natural porque está abierto a la vida.
La primera necesidad del hombre es ser amado, cada vez
que se tiene una relación sexual se sabe que puede venir un bebé, y hay que
estar preparados para recibirlo. Si se toman anticonceptivos, trae
consecuencias emociones en la familia y en la pareja y aleja de la felicidad.
El condón fomenta la promiscuidad. Hay anticonceptivos que son abortivos y ese
acto deja heridas psicológicas y físicas sobre todo en la mujer. La lujuria se
da también cuando se utiliza el sexo de manera diferente a como Dios lo planeó.
Perfil del lujurioso:
es egoísta, vive para su placer, cosifica al otro; va en el camino de la
perversión y de la depravación (vicios reprobables) y nada lo sacia. No hay
límites. Tiene problemas para relacionarse porque son personas insatisfechas,
juegan el papel de víctima (me traicionó, justifican para soltar y volver a
empezar); el hombre se cree galán, conquistador, cazador; la mujer se vuelve
seductora.
Hay un problema más fuerte: Llevan una doble vida.
Tienen cónyuge y amante, son personas inseguras. Busca controlar al otro, y lo
controla cubriendo las carencias y las necesidades del otro. Esto trae
consecuencias de muerte. Cuando hay un exceso, en el caso del hombre termina en
la impotencia, y en el caso de la mujer, se vuelve frígida. Desbaratas tu
matrimonio. Por un momento de placer se tiene una larga vida de sufrimiento. La
lujuria roba la paz, que es el valor más grande del ser humano. El lujurioso
mantiene sentimientos de culpa, así, cambia un placer transitorio por la paz.
San Pablo les dice a los gálatas: “Hermanos: fuisteis
llamados a la libertad. Pero que esta libertad no sea pretexto para la carne (…).
Las obras de la carne son: la fornicación, la impureza, la lujuria, las
enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las riñas, las discusiones, las
divisiones, las envidias, las embriagueces, las orgías y cosas semejantes (…).
Los que hacen esas cosas no heredarán el Reino de Dios” (5,13-24). Y
hacia el final dice San Pablo: “el que siembra en su carne, de la carne
cosechará corrupción” (Gálatas 6,8). Esas cadenas generacionales de lujuria
se pueden romper, es decir, puede haber sanación.

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