Tu identidad y autoridad del Rey

La Palabra es poder. Por el poder de Dios podemos restaurar identidades. Tenemos una autoridad de reyes, nos fue dado en el Bautismo, para ser sacerdote, profeta y rey. Resucitamos a una nueva vida en Cristo. El Espíritu Santo puede renovar nuestra mente

El mundo pide transformación y para ello nos ha llamado Dios. Podemos tomar el cetro que nos ofrece Jesús, ese cetro nos ha sido dado desde el día de mi bautismo. ¿Traes la paz contigo? Sí, porque no tolero el caos. Así es como estoy llamado a vivir.

Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis 1, 26-28). Hemos de partir de que ésta es nuestra identidad.

La analogía de una llave puede ser útil. Dios les entregó las llaves de la autoridad a Adán y Eva, pero ellos las perdieron por el engaño de la serpiente, más Cristo las recuperó para dárnoslas de nuevo.

¿Hay alguna indicación en la Biblia que Dios haya dado autoridad al diablo? No. Pero puede hacer que nosotros se la demos cuando nos creemos sus mentiras, como la mentira de que estamos solos. Eso le pasó a Eva cuando aceptó la propuesta mentirosa: “Come y serás como Dios”. Resulta que ellos ya eran como Dios. El enemigo quería que tuvieran una mentalidad basada en el desempeño.

Dios quiere que ejerzamos el gobierno, pero podemos tener miedo a ello, por tanto, podemos pedirle al Señor perder ese miedo, sabiendo que es Él quien actúa y que nuestra batalla es contra un enemigo derrotado. ¿Por qué tengo autoridad? porque me someto a la autoridad de Jesús. Tenemos el poder de pisar serpientes y escorpiones -lo maligno-, y todo poder del enemigo. En el nombre de Jesús rompo todas y cada una de las asignaciones demoniacas contra mí. Por la Palabra de Dios el enemigo huye de mí.

Declarar la herencia que Dios nos ha revelado

De entrada, a mí como cristiano, me toca renunciar a la mentira y pecado, y saber que la fe es escudo que me protege, a mí se me ha confiado el secreto del Rey.

Tomar la autoridad de Jesús quien nos da el mandato para la misión, Él lo puede todo, así que con Jesús podemos destruir las obras del diablo. ¿Cuáles son esas obras? La desunión, el rencor, el pecado, la malicia, el egoísmo, la arrogancia, la corrupción, la impureza.

En algunas situaciones concretas, estamos bajo fuertes presiones, allí hay que buscar la fuerza del Señor y creer en su poder invencible, como dice San Pablo. Preguntar: “Jesús, ¿qué piensas de esta situación? Revélame todas las mentiras que le he creído al enemigo sobre Ti y sobre mí”. No estoy solo ni abandonado, como el enemigo quiere que crea. Revélame la verdad a cambio de estas mentiras a las que he renunciado. Soy un hijo de Dios que valgo, no estoy solo, lo creo y lo recibo en tu santo nombre”.

Si vemos que en alguna o lugar falta paz, podemos ejercer así la autoridad: “Con tu poder, con tu autoridad, que aquí reine la paz. Que donde yo pise extiendas la paz. Destruye todo bloqueo, todo rechazo, todo espíritu de orfandad; la muerte, la soledad y el desorden. En el nombre de Jesús, espíritu de discordia, ¡vete!”.

Las obras del diablo se deshacen con las obras de Dios. Dios pone en nuestro corazón un fuerte deseo de ayudarle, de llevarle almas, partiendo de nuestra identidad, y de una verdad: somos reyes y reinas, profetas de su Reino.

En Occidente estamos tan cómodos que a veces por ello no confiamos en el Espíritu Santo, y este es el peligro.

 

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