Judío desafía a Jesús en el Muro de los Lamentos y su vida da un giro inesperado.


 

https://youtu.be/vtqI0uln9cA

Un hijo adolescente – Jonatan- muere, así que el padre judío reta a Jesús, pero no espera respuesta, ¿y la tiene! El viento se detiene. De pronto, una presencia. Ve a un hombre con una mirada con mezcla de ternura y autoridad. Ve que cura a un niño con lepra. Ve unas manos fuertes, trabajadoras, con perforaciones brutales, pero hay algo más, irradian paz, como si el sufrimiento tuviera un propósito. Luego hay una tumba vacía, un resplandor. “No, esto no puede ser real”. Su mirada entra hasta lo más profundo de mi ser. Me encuentro solo, temblando, con el rostro lleno de lágrimas. Mis piernas apenas me sostienen. Los demás están ajenos a lo que acaba de suceder. Regreso como sonámbulo. Cuando llego a casa mi esposa me espera con una taza de té. ¿Cómo explicarle que acabo de experimentar algo que confronta todo lo que creemos? No le digo nada. Durante tres días no puedo comer. Las escenas se repiten, Leo la Biblia, los pasajes se leen con una luz diferente. Veo a alguien que sufre por los demás. “¡No!”, grito. Mi esposa me pide que le diga qué pasa. No le puedo contar nada. “Es sólo el dolor por Jonatán”, le digo. Esa noche tomo una decisión. Necesito respuestas, y sé dónde encontrarlas. Sé que un grupo de judíos mesiánicos se reúnen. Necesito escuchar lo que tienen que decir. Se da el encuentro en dos días. Le explican las profecías y se queda impactado. Dos semanas después un rabino lo vio salir de la congregación de judíos mesiánicos. Lo despojan de su título como rabino. Su esposa y el vecindario lo saben. Lo miran con confusión y vergüenza. “No estoy abandonando mi fe, sino profundizándola”. Pierdo todo. Ya no puedo enseñar. Abro el libro de Job. ¡Valió la pena! El Mesías que esperábamos era diferente al Mesías que necesitábamos. Regreso al cotel. Vengo a rendirme. “Jeshúa, susurro, te entrego todo lo que soy, mi corazón está roto, pero si me quieres así, inunda mi ser, desde dentro.” Encuentro la certeza de ser amado, aceptado. La comunidad me trata como muerto. Pero gano una relación viva con el Creador del Universo, con Alguien que conoce el rechazo. Entiendo que el Mesías vino a resolver nuestra separación de Dios por el pecado, no a darnos poder.

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