Padre nuestro que en el cielo y con nosotros
En la familia se aprende
lo que es la paternidad humana y la divina, en la familia se puede enseñar a
tener piedad de niños y doctrina de teólogos. Dios nos conoce hasta el fondo.
Ninguno de nuestros esfuerzos se le escapa. Él nos sostiene. Es siempre como un
padre que enseña a sus hijos a dar sus primeros pasos. Nada se pierde de los
cuidados que damos a nuestra alma y a las almas de los demás. Nosotros no lo
vemos pero en el Cielo sí nos ven.
El matrimonio y la
familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad.
Normalmente la gente desea tener una familia, es decir, un lugar en el que se
le ame incondicionalmente. En los lugares de trabajo se nos pide una edad, una
preparación, una presentación. La familia es la organización humana en la que cada persona es aceptada
por ella misma, y no por su inteligencia, simpatía, o utilidad del tipo que
sea.
Juan Pablo II dirigió a
las familias del mundo el 2 de febrero de 1994, un mensaje en la cual afirmó:
"el amor con que se aman los esposos y los hijos en la familia terrena, es
reflejo del amor con que se ama la familia trinitaria en el cielo".
También dijo: Sorprendernos de la dignidad tan grande que tenemos. No se puede ser más:
¡hijo de Dios!
El papel de la familia en
los actuales momentos es determinante para encauzar al mundo hacia un futuro
lleno de esperanzas. La familia en el continente americano está atacada tanto
por leyes que violan el derecho
fundamental a la vida o el carácter único del matrimonio como por la «dictadura del mercado».
Una
anécdota de la vida real: Debbie Moons, maestra de primer grado, estaba
discutiendo con su grupo la pintura de una familia. En la pintura había un niño
que tenía el cabello de diferente color al resto de los miembros de la familia.
Uno de los niños del grupo sugirió que el niño de la pintura era adoptado y una
niña compañera de él le dijo:
-Yo sé todo acerca de las
adopciones, porque yo soy adoptada.
- ¿Qué significa ser
adoptada? preguntó el niño, y la niña le contestó:
- "Significa que uno no
crece en el vientre de su mamá sino que crece en su corazón".
El Compendio del CEC dice: ¿Cómo
es posible invocar a Dios como “Padre”? Y responde: Podemos invocar a Dios
como “Padre”, porque el Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado. El Padre nuestro es “el resumen de todo el
Evangelio” (Tertuliano). Se nos da en el Bautismo, para manifestar el
nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios (cf. CCEC nn. 579-583).
Sabernos hijos de Dios es
lo que nos convertirá, lo que nos levantará, lo que nos dará a conocer nuestra
dignidad. Desde el punto de vista sobrenatural la lógica de Dios tiene una gran
lógica. Actuar con nuestra lógica es no hacer la Voluntad de Dios sino la
nuestra. Los “razonamientos” divinos son designios eternos.
Cuando le hicieron una
entrevista al Cardenal Ratzinger, en 1992, había una pregunta sobre la
necesidad de hacerse como niños delante de Dios, a la que respondió: “Nuestra
fe nos lleva a descubrir que la extraordinaria grandeza de Dios se manifiesta
en la debilidad, y nos lleva a afirmar que la fuerza de la historia se
encuentra siempre en el hombre que ama,
es decir, en una fuerza que no se puede medir como se miden las categorías del
poder. Dios quiso darse así a conocer, en la impotencia de Nazaret y del
Gólgota. Por lo tanto, no es mayor el que posea mayor capacidad de destrucción,
sino por el contrario, una pequeña partícula de amor, pareciendo tan débil, es
muy superior a la máxima capacidad de destrucción”. (La sal de la tierra).
“La simple palabra padre –dice Benedicto XVI-, con la que
nos situamos en una relación infantil con Dios, es inagotable. Pero la palabra nuestro no es menos inagotable. Esta filiación
no radica en el “yo”, sino en el “nosotros”. (Dios y el mundo, p. 252). Cuando una persona ha tenido un padre
bondadoso, es más fácil que entienda la bondad de Dios Padre, pues ha tenido
una experiencia de una buena paternidad humana.
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