Ser radicales en la elección
En la vida,
el más mínimo accidente todo lo cambia. De la dicha y el honor al deshonor y la
desgracia, no hay más que un paso que todo humano puede dar.
El Señor nos
podría decir a cada uno:
- Quise
llegar a ti y pasaste de largo.
Ya no hay más
demora, es urgente que todos se definan en el ahora y el ya del presente, a
escoger el camino de la verdad, ya dejemos de ser mediocres en la fe para ser
fieles al Dios amado, que nos está esperando desde hace 21 siglos. No queramos retardar el momento a cuando Dios
nos llame a su presencia. Dios nos pide, ahora mismo, la conversión y el
arrepentimiento sincero de nuestras faltas, una entera radical al Padre por
medio de Cristo, el Mesías esperado, el Deseado de las naciones.
El profeta
Elías se enfrentó a un mundo completamente soberbio, rebelde, alejado de lo
divino, de lo bueno y de lo santo. (Elías vivió en el siglo IX a.C.).
Cristo nos
ofrece un amor maravilloso, alcanzable, pero extraordinario en su origen.
Jesús le
dijo a una mística: “Tus caricias me halagan, amada mía”. Y contesta la
mística: “¿Cuándo te he hecho caricias?”. Jesús responde: “Cuando defiendes la
integridad del Evangelio, cuando rezas con devoción, cuando acudes a mi como a
tu mejor Amigo, cuando te das a los demás, cuando eres misericordiosa y amorosa
con los otros… Los que me aman, los que llevan mi Palabra, los que aman a su
prójimo como Yo lo he amado, cuando defienden a la Iglesia, me hacen una
caricia”.
Jesús nos
advierte que ya no hay más tiempo. Ha llegado el momento de definirse por la
verdad que se les dio en Mí, o en contra de ella. Es el ahora y el ya del
presente. Vengo y voy a transmitir mi amor a través de aquellos que den
respuesta a mi llamado. A uno por uno lo llamaré, tocaré a su puerta;
depositaré mi amor en quienes abran su corazón y transmitiré mi amor a través
de ellos. Llevaré la verdad que hace al hombre libre, la Buena nueva para que
todos se salven, pues no he venido al mundo para condenar sino para salvar.
Quiero que el hombre se salve de la muerte, pues hay dos caminos: uno es la
vida y el otro es la muerte (eterna), y si alguien se quiere salvar, es
necesario que se dé, que se entregue, y reciban la Buena nueva que se les dio
en Mí. Me voy a dejar sentir de manera sobrenatural, y todos sabrán que el
Señor ha hablado y viene… Por mi Nombre santo, no se detendré de hacerlo hasta
que mi amor cubra toda la tierra, dando entrada a nuevos cielos y nueva tierra,
como mi Padre prometió a los suyos.
El Señor
cantaba el Libro del Cantar de los
cantares, que está en la Biblia, y que todos debemos conocer y meditar. A
ese cántico comenzaron a unirse muchos, desde Moisés hasta las personas de
nuestro tiempo.
Dios nos ama
tanto que nos ha enviado a su Hijo para que lo conociéramos. Conocerlo es
interiorizar quién es Él, es desgranar su Vida, su Pasión y Muerte y
Resurrección. Si buscamos lo que agrada a Dios. En Cristo se nos da a conocer
plenamente el Padre; allí es donde él nos pide llegar, para que, al tener
intimidad con Él, nuestra carga ya no sea pesada sino ligera, suave a nuestra
espalda y a nuestros hombros.
Hay un gozo
que nunca termina, una llama que nunca se extingue, pase lo que pase y venga lo
que venga, y allí es donde el Señor te quiere llevar a ti. Si estás en la
cárcel, Él va a estar allí, si te has arrepentido. Ojalá tu corazón no se
endurezca. Dios nos pide una entrega radical en Cristo, nos pide una vuelta
radical a la verdad.
La
misericordia comienza cuando nosotros no queremos que se pierda eternamente
ningún hermano nuestro. Allí está la verdadera piedad. Dios nos ha mostrado que
es un Dios de misericordia y Él puede todo en todos, pero nosotros debemos ser
radicales en la entrega a Él. En ello va la salvación. A un hombre de fe, lo
que le mueve, es la salvación. La piedad también consiste en colocarse en la
situación, en el lugar del otro.
Hay que
conocer la Buena nueva y esparcir esa semilla. El Señor quiere hacer discípulos
de nosotros. Debemos interiorizar estas ideas. Cristo es el único Camino, la
única Verdad y la única Vida. En Él se nos pueden conceder maravillas.
Es tiempo de
entrar en arrepentimiento verdadero, en una fidelidad auténtica con Dios, en el
ahora y en el ya, sin más demoras. Con su libre albedrío el hombre se tiene que
definir frío, tibio o caliente. Ya no hay más tiempo, abramos el corazón al
Amor para retomar nuevamente la condición de hijos de Dios. Dios nos dice: “Ustedes
son mis hijos, lo que más aprecio”. ¡Ven Señor, Jesús! ¡Ven que tu Iglesia
escucha!
Gladys
Mazzei
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