https://youtu.be/hW1SA9dIq3w

Dios tiene un plan para nosotros: Vivir su vida en cada uno de nosotros. Es decir, tener su Reino en este mundo. El Reinado de Cristo es un reinado interior, es particular en cada uno de nosotros. Necesitamos entender quién es Jesús: la Segunda persona de la Sma. Trinidad humanada, es una sola Persona con el Verbo divino. Él busca la buena disposición de la criatura. Toda criatura que no está dispuesta a renunciar a lo suyo, no entenderá casi nada de su Voluntad. Quien no está dispuesto a renunciar a su querer humano no puede crecer en este sentido. A Dios podemos ofrecerle nuestras miserias. Para podernos compartir su vida necesita que aceptemos voluntariamente adoptar la vida divina. Dios une su Voluntad a la nuestra cuando nuestra voluntad actúe libremente con los atributos divinos. El desapego, incluso de las virtudes, es un don que Dios nos da, y así Dios nos puede dotar de los atributos divinos. Ya no usarás tu temperamento sino el del Señor. Luisa estuvo 64 años en cama. Siempre tuvo un director espiritual, así que todo lo que Dios le comunicaba pasaba por el filtro del sacerdote. Igual que una barca está rodeada por el mar por todos lados, así hemos estar rodeados por la fe. Así Dios se hace cargo de lo nuestro.

Si ya estás rodeada de la fe te voy a dar tres gozos: 1) Entenderás las cosas de Dios. 2) Te daré un desapego de aquello que antes te atraía. 3) Ese desapego total de todo, aportará conocimiento que te va a llevar al amor.

¿Cómo lo conozco? El punto de partida es conocer el Nuevo Testamento. Por el Evangelio Cristo nos dice mucho y nos conduce a la verdad plena. La verdad plena es Jesús. Dicho por el mismo Jesús, no lo conocemos. San Juan nos dice en el prólogo de su Evangelio, que podemos llegar a ser hijos de Dios. Pero lo que debemos ser, no lo conocemos. Jesús no me mostró todo lo que él es.

Cada dos mil años Él renueva del Mundo: con el Diluvio, con su Venida a la tierra y ahora va a ser más magnánimo, porque nos revelará cómo se manifestará el Espíritu Santo.

Tenemos un desconocimiento tremendo de nosotros mismos.

Hemos perdido la visión de que esta vida es como una prueba para la vida del Cielo, entonces todo lo basamos en lo de aquí y ahora, en lo que puedo lograr. Necesitamos conocer las grandes verdades, las verdades contundentes de quién es Jesús. Para eso debemos tratar de conocer la Voluntad de Dios para nosotros.

Del libro 1 al 10 de Libro de Cielo nos enseña lo que necesito pagar o hacer para entrar. Quitar lo mío supone sufrimiento. Hay que poner atención a la Voluntad divina. La mente se ilumina con lo que Dios nos quiere dotar, pero a veces nos echamos para atrás. Primero hay que enamorarse de Dios para luego darle todo sufrimiento que Dios nos quiere dar.

Dios no nos pide el desapego total, de entrada. Primero es oración, sacramentos, ejercicio de virtudes y demás. Luego, Dios nos quiere dar su Vida. Adán y Eva no le dieron nada sino su voluntad, su santidad era perfecta porque era divina.

El Señor va paulatinamente, hay que empezar aceptándolo a Él. Decir: “Voy a hacer esto porque es Jesús el que lo quiere en mí”.

Cuando viene un impulso para algo humano podemos decir: “Ven Jesús a hacer esto en mí y/o conmigo”. Allí entra ese punto de aceptación de no poder hacer algo sin Jesús. La vida en la divina voluntad es un martirio continuado, en la permanencia de un deseo de vida con Jesús. Trae a Jesús contigo siempre, ten su misma Voluntad.

Dios nunca va a obligarnos. Todo está en que el alma quiera.  No se puede dar una relación de amor forzado. En la medida en que yo voy disponiéndome, Él me va a dar algo. El Infinito no cabe en ningún lado más que en la nada. Por eso la insistencia de Jesús en “llega a tu nada”. Que nos animemos a leer, a conocer y decir: “No voy a rechazar de entrada lo que Dios me dice o me pide”. Nuestro querer ha de ser constante para que se haga vida en nosotros.

Jesús le dice a Luisa: “Si no has hecho vida lo que te he dicho, ¿para qué te digo más?”. Y añade: “El acto más heroico es hace mi Voluntad. En cuanto el alma se decide a hacerla, si algún clavo la traspasa –esto es el pecado- yo lo pulverizo”. El alma necesita estar purificada y es él el que lo va a hacer cuando los dos quereres se funden.

Es tanto el interés que Jesús tiene para que vivamos esto, que nos explica y nos ayuda porque nuestra voluntad no es capaz. Él quiere suplir nuestra ineficiencia, nuestra debilidad, sólo nos pide estar dispuestos.

 

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