La Amabilidad
Hemos de valorar las virtudes de la convivencia: afabilidad,
cordialidad, saber sonreír, estar en lo pequeño, cuidar el modo de vestir, de
hablar, de comer.
“La felicidad está determinada por la capacidad que tenemos de unirnos o
desunirnos de los demás”, dice Marian en la Introducción de su libro.
¿Por qué hay gente que siempre tiene relaciones conflictivas? ¿Por qué
hay gente que pone a otras una etiqueta: “Es bipolar”, “es poco realista”,
“está enfermo”. Es una injusticia etiquetar cuando cada persona es única; la
realidad personal es muy rica y así la disminuimos. Las relaciones humanas nos
fortalecen o nos debilitan.
Gran parte de la calidad de nuestra vida depende de cómo nos
relacionamos con los demás, de la capacidad de ser “pararrayos” que neutralizan
el mal humor o los ataques del exterior.
Si quisiéramos, en nuestra casa se podría vivir vida de Cielo, ya que todos
queremos lo mismo: Hacer la Voluntad de Dios, que muchas personas busquen la
santidad y se salven… y, ¿porque a veces no se logra esa “vida de Cielo”?
porque nos gana el orgullo, la ira, la flojera, el amor propio, y en vez de
“vida de Cielo” podemos tener “vida de purgatorio”. La convivencia puede ser
muy agradable cuando todos luchamos por ser mansos y humildes de corazón, como
Jesús.
Dice la psiquiatra: El hecho de entendernos y querernos como seres
humanos genera un gran alivio.
La empatía es una
“herramienta vitamina”. La empatía supone la capacidad de ponernos en el lugar
del otro y conectar con él y con sus emociones.
Relata Marian: “Cuando me percato que una mujer en la calle o en el
mercado, va sobrecargada con sus pequeños, y voy sola, intento echar una mano
siempre, ¡se lo que se siente porque lo he vivido! Eso se agradece
enormemente”.
El Dr. Francisco Ugarte explica que, cuando hay empatía, se trata de comprender y en ello hay dos niveles:
el intelectual y el emotivo. En el nivel intelectual hay que hacer el esfuerzo
por comprender por qué esa persona tiene esos enfoques y esos puntos de vista,
entender su mente, sus esquemas mentales y así entender por qué piensa de esa
forma. En el nivel emocional consiste en sentir lo que la otra persona siente,
captar sus sentimientos, detectar qué lleva dentro de su corazón para
comprender cómo es y cómo procesa los acontecimientos. Comprender significa
también aceptar a la persona tal como es.
La comprensión facilita disculpar al otro porque se entiende su
vulnerabilidad. El amor disculpa sin límites, dice San Pablo. La comprensión
facilita confiar en el otro porque se descubren sus cualidades, sus
potencialidades. Pedro le falló al Señor, se arrepiente y el Señor vuelve a
confiar en él, pone en sus manos la Iglesia. Cuando confiamos en una persona,
ella se crece. Quien comprende se da cuenta de las necesidades de la otra
persona y procura servirle.
El amor no siempre es correspondido y no nos ha de extrañar. A Jesús no
lo comprendieron en Nazaret, incluso quisieron despeñarlo. El amor ha de ser
desinteresado, por ello hemos de amar, aunque no seamos correspondidos.
El conocimiento propio es de
enorme importancia para luego aceptarse como se es: en su cuerpo y en su alma. Cuando
uno se comprende y se acepta es capaz de superar sus heridas o sus traumas,
para sacar su mejor versión.
Luchar contra nuestros modos y actitudes bruscas o de mala educación.
Marián Rojas Estapé, dice que “la vida actual es inflamatoria”. Y ¿qué
quiere decir con esto la famosa psiquiatra? Que hay gastritis, amigdalitis,
artritis, fibromialgia, padecimientos en la piel, ansiedad, depresión y más
cosas, porque estamos sometidos a gran tensión, y cuando lo que nos desgasta se
soluciona, aparece un estado de tristeza y apatía. El organismo usa ese mecanismo
para recuperarse. No podemos vivir en un estado de alerta activado. Hay que
serenarse con ayuda de Dios y de su gracia. “Las personas vitamina contribuyen
a aliviar tensión”; unas palabras de ánimo pueden romper la sensación de
aislamiento. La vida es, en ocasiones muy dura, pero contamos con las
herramientas maravillosas para sobrellevarla.
Todos podemos contribuir a un entorno amable, relajado y confiado, y
puede parecer difícil si falta generosidad y ganas de darse a los demás.
La amabilidad funciona en cadena. La mejor manera de rodearte de personas
amables es empezar a serlo tú. Esta palabra significa la posibilidad de
inspirar o merecer amor.
En suma, la amabilidad y el no juzgar, facilitan la convivencia.
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