Tu identidad como Templo del Espíritu Santo
La
renovación del Espíritu hace que seamos Templo del Espíritu Santo. Ninguna otra
enseñanza trae cambios tan grandes como esta identidad, pero es necesario desbloquear
los obstáculos para caminar con confianza, para tener un conocimiento empírico
de Dios.
San Pablo
advierte que mientras haya envidias y discordias, seguimos siendo carnales
(1 Corintios 3, 2). Luego añade: “¿No sabéis que sois templo de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor, 3,16). Y sigue
diciendo: “El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él” (1 Corintios
6, 17).
El verdadero
conocimiento da intimidad con Dios. San Pablo completa una realidad: Ser un
templo del Espíritu Santo es ser una morada de Dios y una puerta de acceso a
las obras del Señor.
Génesis
detalla el sueño de Jacob quien acaba de luchar con un ángel (Gén 28, 10-18).
Partió de Beerseba y se dirigió a Jarán. Descansó, durmió y cuando Jacob
despertó dijo: Qué impresionante es este lugar. Le dio el nombre de Betel, que
significa “casa de Dios”. Jacob dice “Dios habita en este lugar”. Tiene el
cielo abierto y se escucha la voz de Dios: “La tierra sobre la que yaces te la
daré a ti y a tus descendientes”. Jacob ve que los ángeles ascienden y
descienden sobre una escalera (el templo). Esa es la primera referencia al
templo de Dios.
Jesús es templo
viviente. En su Bautismo se ve que el cielo se rasga, el cielo está abierto.
Jesús escucha la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco”
(Marcos, 1,10). Jesús tenía claro que su cuerpo era templo del Espíritu Santo. En
otro momento habla con Natanael, y, ante el asombro de Natanael, le dice:
“Verás ángeles que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre”.
Como él es,
así somos nosotros en el mundo, “él nos ha hecho participar de su Espíritu”
(cfr. 1 Juan 4, 13). Jesús es la luz del mundo y nos llama a ser luz. El
Espíritu nos transforma en templos del Espíritu Santo. Somos un puente entre el
cielo y la tierra. La realidad de Jesús es nuestra realidad. Jesús fue capaz de
oír siempre la voz del Padre, nosotros también podemos escuchar la voz del
Padre.
Los ángeles
son compañeros en la tierra para hacer avanzar el Reino de Dios en nuestro
tiempo. No se trata de sólo rezar el Padrenuestro, sino también de vivirlo. Tú
eres el portal, la puerta de acceso, tú traes el cielo a la tierra. No sólo
tenemos acceso a los recursos del cielo. Dios quiere que nuestras obras lleven
a glorificar a nuestro Padre celestial.
¿Dónde se
cumple esta realidad? nuestra participación inicia en Pentecostés, como con los
apóstoles. El fuego vino sobre la ofrenda, la ofrenda somos nosotros. Jesús
quiere prender fuego a la Iglesia. El Espíritu Santo llenó toda la casa donde
estaban los apóstoles con la Virgen, todos fueron llenos del Espíritu Santo.
Dios se derramó, se entregó. Por la mañana había 120 personas, ellos reciben la
voz de Dios y la comparten (Hechos 2, 1-13).
El ángel es ministro y mensajeros. Hay viento y fuego, signos de que hay
actividad de ángeles. La gente está asombrada, algunos se burlan. Cuando el
Espíritu viene, no todos reaccionan igual. Lo que Dios comenzó en Pentecostés
no va a terminar.
Somos casa
de Dios, puertas entre el cielo y la tierra. Sabiendo esto, ¿cómo cambiaría mi
oración si lo creyera plenamente y lo viviera?
Debes ser
transformado por lo que Jesús hizo por ti. Ora para comprender más sobre tu
identidad como templo del Espíritu Santo, que te lleva a alabar a Dios y a
ofrecer sacrificios, así el fuego aumenta, así, tienes más acceso al fuego
de Dios.
Pregunta a
Dios: ¿qué estoy haciendo? ¿qué quieres de mí? Nunca estoy solo, si tengo a
Dios puedo compartirlo. Entra en contacto con Dios y con los ángeles. Si
estamos aquí diez personas, hay diez ángeles. El Reino de Dios está llegando.

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