Amor o deseo
Si hay una
decisión importante en la vida del ser humano es la de casarse. Sin embargo, si
hay algo que no se piensa es precisamente esto.
¿Por qué el amor
a primera vista –o mejor dicho- el deseo a primera vista hace fracasar
noviazgos y matrimonios?
Hay tres trampas
para engañarse en el amor:
- Creer
que se aman cuando sólo se desean.
- Creer
que tienen mucho en común, cuando quizás apenas tienen
nada.
- Creer
que están pensando, cuando en realidad están sintiendo.
Y las llamo trampas
porque la trampa consiste en hacer creer que no son trampas, y por eso la
persona se confía, baja la guardia y de pronto se encuentra atrapada
irremediablemente.
¿Amor o deseo?
La primera
trampa es confundir la pasión con el amor. Los novios que llegan al nudo del
problema, ven que éste consiste en
averiguar si realmente se aman o si principalmente se desean. En
definitiva, el problema está en averiguar si mi novio o mi novia es así, es decir, bueno y considerado,
y entonces lo seguirá siendo siempre; o si solamente está actuando, es decir, está tratando de quedar bien, e
inconscientemente actúa, hace teatro. El amor exige muchas renuncias y
sacrificios, y si la persona no es generosa de por sí, por hábitos, a la larga
se hace muy difícil el ir contra lo que se es.
Hay una manera
sencilla de averiguar lo que en realidad es una persona y no lo que parece ser:
Si tu novio es comprensivo, considerado y responsable, lo será con todo el
mundo, y no sólo contigo. Y lo mismo del novio se podría decir de la novia.
Si alguien sólo
es respetuoso, considerado y servicial con determinadas personas y con otras
no, definitivamente no es respetuoso, considerado y servicial: solamente “está
actuando”. Hay que observar cómo se comporta con aquellos de quienes no espera
nada, cómo soporta y reacciona ante los roces y tensiones que conlleva toda
convivencia. Allí está la clave para conocerlo como es, no como “parece ser”.
Pero los novios
sólo se juzgan el uno al otro por la forma como el otro lo trata. Y como la
novia ve que él es bueno y considerado piensa que él es así. No le importa cómo
es con los demás porque a ella no le afecta, y dice: “conmigo es diferente”. Le podríamos contestar “por ahora”.
El error es
creer que con ella siempre va a seguir
siendo diferente. El carácter acabará por imponerse. La belleza amansa a
los hombres salvajes y dulcifica el carácter, pero una vez pasado el impacto o
la “magia”, el ser humano vuelve a ser lo que era.
A los seres
humanos se les conoce en los momentos de tensión, de crisis, de fracaso, de
frustración. Dice Saint-Exupery: que el hombre se mide a sí mismo con el
obstáculo.
“El matrimonio
es la situación existencial que más felicidad puede proporcionar a la mayoría
de los seres humanos”. Por eso todo el mundo se quiere casar, pues el
matrimonio es una estructura creada por el amor total para expresarse y
perpetuarse.
Los jóvenes
deben saber que hay mujeres lagartonas. La “lagartona” es astuta y ambiciosa, experta en el arte
de manipular, de vida fácil, de edad media que sabe muy bien lo que quiere,
promiscua, roba maridos, novios o cualquier hombre incauto con buenas
intenciones, tienen cara de "yo no fui" y "mosquita muerta"
y son de lo peor, muy interesadas en el dinero de su conquista de turno y le es
fiel a sus 300 novios.
Hay otras
mujeres que son jóvenes pero destilan vejez por la vida que han llevado.
Sólo piensan en su comodidad, no son afables ni se interesan por los familiares
del novio. No tienen la mirada limpia, transparente; han perdido la inocencia y
buscan, en el fondo, sólo sexo y dinero. El varón tonto les sigue la corriente;
el varón inteligente dice: “Esta mujer no me va a hacer feliz, sólo piensa en
ella, es basura”.
Creen que son afines cuando sólo les gusta estar juntos.
Esta es la
segunda trampa que puede tenderles a los novios la atracción física. El
matrimonio no es contemplación del otro, es convivencia. Es necesario que el
amor que se tienen sea también amor de amistad. Han de compartir intereses y
valores. Cuando los esposos no son amigos, el matrimonio acaba por morir por
aburrimiento o por desangrado (porque es difícil vivir permanentemente
frustrado). Estas tensiones son fuertes también cuando son de diferente
religión, o cuando los dos son de la misma fe pero uno practica y el otro no.
Creer que están
pensando, cuando sólo están sintiendo
Esta es la tercera trampa.
Creen que piensan cuando sólo racionalizan su deseo. En el pensar se
consideran todas las razones en pro y en contra; en el sentir se piensan sólo
las razones dictadas por el deseo, aquellas que lo justifican. Las razones en
contra no se piensan, y si se piensan, no impresionan, o sólo se piensa en
refutarlas. Es típico el caso del caso en que le dicen a la muchacha, “ese
joven no te conviene porque es flojo, o porque es borracho o mujeriego”. Y ella
razona: sí, pero mi amor lo va a cambiar.
La realidad muestra que, a la larga, no lo cambia porque ya tiene hábitos
formados.
Naturalmente, cuanto más vehemente sea la pasión o el
deseo, mayor es la incapacidad de pensar objetivamente. Pocos deseos tienen la
violencia e intensidad que tiene el deseo físico y sexual. Por eso cuando los
novios están profundamente enamorados, están incapacitados para pensar. Se dice
que el amor es ciego, de nuevo se está llamando amor al deseo. El amor verdadero,
al contrario, es bien lúcido, porque el amor se funda en el conocimiento de la
persona y por eso va creciendo con este conocimiento. En cambio el deseo, ni ve
ni quiere ver, sólo ve aquello que quiere ver.
Los novios deben pensar cuando todavía son capaces de
pensar, esto es, cuando aún no están enamorados. Al principio no piensan porque
no se preocupan, porque no están enamorados. Por eso hay que pensar: “de quién
me voy a enamorar”.
Hay que ver cómo se hacen la mayor parte de los
noviazgos: se gustan. Siguen saliendo y se siguen gustando cada vez más. Se
hacen novios. Ahora no pueden pensar, sólo pueden sentir. Ya no razonan, ya
sólo racionalizan. Se enamoraron sin haber averiguado antes si se debían
enamorar. Una vez enamorados, aunque él sea Pedro el Malo, se van a casar de
todos modos.
El único tiempo hábil que tienen los novios para
pensar objetivamente si se convienen o no, es cuando todavía no se gustan, pero ven que pueden gustarse. “Es que mi caso es diferente”, dirá
alguna, y después le pasa lo mismo que a las demás y acaban en lo mismo. ¿Qué
es lo que le hace pensar que su caso es diferente? Las ganas que tienen de
creerlo. Todos los novios piensan que su amor es único.
Todos los sentimientos duran mientras se creen
eternos. Por eso también el que ha recibido un desengaño amoroso cree que para
él la vida ya no tiene aliciente. Algunos piensan en darse un tiro. Si esperan
un poco se reirán de su estupidez.
Otras dicen: “Ya
verán como yo lo cambio”. Una vez que el varón cree que ya la tiene segura,
volverá a lo que era. No se trata de un cambio táctico; el novio hace
verdaderos esfuerzos y sacrificios, pero son los sacrificios que todo mundo
hace para conseguir aquello que desea, pero que durará lo que dure el deseo. El
error de la novia está en pensar que su influencia no va a disminuir.
Se repite el slogan: “Pero todo el mundo puede cambiar”... Si una persona ha cambiado
tiene que haber cambiado con todos, y no sólo con la novia. Lamentablemente, no
sabemos experimentar en cabeza ajena.
Se oye decir: “Lo
quiero tanto que no me importa lo que en el futuro me pueda hacer”. Cuando
oigas los insultos y malas palabras, cuando llegue borracho, cuando veas la
indiferencia con que te trata, cuando sientas que ya no le interesas, entonces
es cuando debería no importarte. Pero cuanto más le ames, más te va a importar.
(Resumen elaborado por Rebeca Reynaud, basado en el libro
de Juan L. Pedraza, S.J.: Tres trampas
del noviazgo).
Por Juan L. Pedraza
Por Juan L. Pedraza
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