Se necesita una juventud alegre
Una
mirada completa al ser humano nos hace ver que somos sentimiento y emoción,
pero también inteligencia, sabiduría y discernimiento. Somos capaces de razonar
y de ver las consecuencias de nuestras acciones.
Las características de un corazón humano son la alegría,
generosidad, caridad, fortaleza, prudencia, justicia, templanza,
responsabilidad… ¿A cuántas personas conoces así? ¿Por qué el bien es tan
escaso? ¿Qué hay en el corazón humano? ¿Por qué lo absurdo, lo perverso, lo
corrupto se instala en el poder?
Los grandes poderes de este mundo, los “faraones de hoy”, a
todos nos quieren viciosos porque los viciosos son fáciles de gobernar, y nos
convencen que es menos mala la mariguana que el alcohol. El pecado atrapa algo
sensitivo de nosotros, donde encontramos placer, como el licor, el sexo y la
droga, nos vuelven viciosos. Lo que están haciendo los gobiernos de este mundo
es hacernos viciosos a todos. Una persona viciosa piensa sólo en la mariguana,
o en la pornografía o en el próximo encuentro. Esa persona es muy fácil de
gobernar. Nada es más “peligroso” que un joven sano, sobrio, casto, inteligente,
fuerte: es difícil de gobernar.
El pecado no es un defecto, una equivocación o una
infracción, es una realidad perversa que dispone el alma para la destrucción y
para erigirse contra Dios. Satanás tiene
un canto blasfemo: “¡No serviré! Yo seré dios para mí mismo”. Ese yo que se
carcome a sí mismo porque no acepta a Dios, es la raíz misma del infierno.
No hay nada más fácil de gobernar que las chicas liberadas.
La muchacha casta es difícil porque sabe lo que vale su cuerpo y su alma. No se
regala ni se vende, es capaz de examinar, de valorar, de escoger; la liberada
tiene precio bajo.
Es importante que las muchachas se prostituyan pronto, que
se dejen manosear, porque una vez que una chica se vuelva adicta a los placeres
de su propio cuerpo va a cerrar la puerta a la fecundidad, y así se convierte
en otra consumidora más. Para que esto se cumpla se necesita nuestra
complicidad. Y allí entra el ejercicio de la libertad. ¿Usamos la libertad para
el bien?
Todos somos vulnerables, y las personas que tienen más
peligro son las que se sienten menos vulnerables. Allí sube el peligro de la
soberbia. Decía San Agustín: Tan dañina es la soberbia que no sólo produce
obras malas sino que acecha las obras buenas para que perezcan.
El pecado no es simplemente cometer una transgresión, el
pecado es una realidad oscura, potente, insidiosa, una realidad serpenteante,
que pretende adueñarse de las raíces de nuestro ser, a veces con temas sexuales, otras veces con temas de
desidia, de odio. Los siete pecados capitales son expresiones de como cuando
llega el pecado, lo destruye todo.
Un amigo le explicaba a su colega: “Cuando
tengas novia piensa en el bien de ambos. No puedes tocar el cuerpo sin tocar el
alma. El hombre es capaz de fingir amor para obtener placer, y la mujer es
capaz de seducir para ganar afecto. El hombre busca placer y la mujer busca
afecto… Podemos manipular sin darnos cuenta”. El colega le confió que estaba
llegando a caricias muy íntimas con su novia. El amigo replicó:
- “¡Deja de ver a tu novia durante un mes! Si
no la respetas, la estás destruyendo. Vivir la pureza es una ley de Dios;
transgredir ese mandamiento es ir contra nosotros mismos; es un mandato
positivo que fortifica el amor. Un error puede arruinar tu vida. La adicción sexual
es la más devastadora de todas pues lleva a tener un placer a corto plazo,
efímero, y un sufrimiento que puede resultar largo y doloroso. Por tu bien,
evita el contacto
con las zonas genitales, ni siquiera por encima de la ropa”.
Ante la afirmación de la pureza podemos topar con la
incomprensión porque detrás hay una serie de hábitos del pasado, pero si se
piensa con más profundidad, se verá que hay que respetar a la persona amada en
todos los aspectos, porque no puedes tocar su cuerpo sin tocar también su alma.
Si falta esfuerzo, el alma se paraliza o deja hacer, porque olvida su dignidad.
Quien
apetece a otra persona sobre todo
para saciar su avidez sexual, no establece apenas vínculos personales con ella,
sino que la utiliza. En cambio, el que ama da lo que tiene, se da a sí mismo.
Son actitudes bien distintas: una arranca del egoísmo, la otra de la
generosidad.
Cuanto más se “sexualiza” un noviazgo, más riesgo hay de
que derive en una unión de dos egoísmos.
En esos casos, el placer sustituye al cariño con más facilidad de lo que
parece, y se introducen en una atmósfera hedonista que ensombrece el horizonte
del amor y les impregna de frustración y de tristeza.
El alcohol y el
desenfreno sexual es lo que ha perdido a muchas de las grandes civilizaciones.
Una buena política pública sería: sexo,
sólo en el contexto del matrimonio. La
paciencia es lo que nos hace valer, nos guarda para Dios y dirige nuestros
actos para mantenernos en el camino. La felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace,
y hace lo que debe hacer. La posesión
no es -como a veces se pretende- una "prueba" del amor, sino casi su
partida de defunción.
Nelson
Medina y Rebeca Reynaud
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