Job enfrenta la noche oscura del alma
Es sabido que Job es uno de los mejores libros jamás
escritos, un clásico de todos los tiempos. Es un libro hermoso, aterrador,
inquietante, misterioso y tierno, pero poderoso como un mazo si lo leemos con
empatía y franqueza, y no tratamos de “resolverlo”.
Aunque se trata de un libro misterioso, su punto
principal es muy obvio. Un filósofo puede perder el mensaje, la lección, pero
Job no. Si el problema de Job es el problema de porqué existe el mal en el
mundo, entonces podemos afirmar que desconocemos la respuesta, nos
identificamos con Job en su ignorancia.
El problema del mal, del sufrimiento, de la
injusticia, de un mundo gobernado por Dios Todopoderoso y justo, es el problema
más oscuro de la vida. Job no ofrece una solución ni una fórmula filosófica,
sino un misterio infinito. Dios mismo, más que cualquier idea que Dios enseñe,
es la respuesta de Job.
Gran parte del interés dramático de Job proviene del
contraste irónico entre el punto de vista de Job y el “punto de mira” de Dios.
El lector puede también compartir el punto de vista de Dios debido al prefacio (capítulo
1), pero Job no. Hay, pues, una ironía constante, un contraste entre lo que le
parece a Job y lo que realmente es. Dios parece estar a prueba, Job está
verdaderamente a prueba. Job parece estar cuestionando a Dios, pero es Dios
quien realmente cuestiona a Job.
Libro con diversos niveles de comprensión.
Job es un libro de muchas capas, quizás
podrían ser cinco estas capas. La primera es el problema del mal: ¿Cómo
puede un Dios bueno permitir que le pasen cosas malas a gente buena? La
solución de sus tres amigos es simple: Job sufre porque “no es buena gente”.
Ante la alternativa de dudar de la bondad de Dios o de Job, dudan de Job, él
resulta el culpable de que le pasen desgracias.
En segundo lugar, está el conflicto entre fe y
experiencia. La fe de Job le dice que espere una recompensa justa, su
experiencia le muestra un sufrimiento inmerecido. Dios juega al límite con él…,
¡y Job pasa la prueba! Dios no deja que se nos ponga a prueba más allá de lo
que somos capaces de soportar (1 Corintios 10,13).
En
cuarto lugar, está el problema de la identidad. Cuando los tres amigos
vienen a consolarlo no pueden reconocerlo. Está desfigurado, sentado en un
montón de estiércol y cubierto de llagas. ¿Este es el Job que anteriormente se
sentó a las puertas de la ciudad resolviendo los problemas de muchos que venían
a consultarlo, brillando como un ejemplo de justicia?
¿Job,
ha perdido su identidad? ¡Todo lo contrario!, su sufrimiento le aporta su
identidad más profunda, como los trazos de martillo y cincel del escultor dan
identidad a una gran estatua.
En
quinto lugar, y el más profundo, es el problema de Dios. Los propósitos,
el carácter y la confiabilidad de Dios son el misterio revelado en la Biblia y
en Job. La pregunta es ¿quién es Dios para mí, para Job? Esta es la clave para
resolver otros problemas, porque Dios es quien da a Job su identidad, su
propósito y sus soluciones.
Los
amigos de Job tienen argumentos fuertes y Job no puede responder. Para los
amigos de Job Dios es un objeto ausente, indiferente; para Job, Dios es una
persona presente e involucrada. Los tres amigos muestran un trato cortés con
Dios; Job tuvo un matrimonio tormentoso con Dios, que incluyó peleas, pero no
divorcio. Los amigos hablan sobre Dios, Job habla con Dios.
La
respuesta que sugiere el libro
es, primero que nada, que la bondad y justicia de Dios son mucho más
misteriosas de lo que pensamos. La bienaventuranza de largo alcance se compra
con miserias de corto alcance. El sufrimiento genera sabiduría, que es el
corazón de la bienaventuranza. ¿Por qué Job está satisfecho a pesar de que Dios
no responde a sus preguntas? Porque está satisfecho con la única respuesta
posible. Dios responde al interrogador, no a la pregunta. Así debe ser por el
bien de Job. El protagonista lo entiende cuando ve a Dios cara a cara. El vacío
no tenía sentido hasta que Dios vino y lo llenó, como una cerradura no tiene
sentido sin la llave.
Job
es una figura de Cristo, es un “siervo sufriente”, elegido por Dios para
sufrir, no porque sea tan malo, sino porque es tan bueno. En Job vemos el drama
cristológico de la muerte y la resurrección, que se desarrolla en un abismo del
corazón donde las palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”,
suben como una ofrenda preciosa y redentora al cielo. Peter Kreeft comenta: Lo
que sucede en el libro de Job es la Misa y Job es el altar.
Sacado
en parte del libro de Peter Kreeft, Puedes entender la Biblia. Prensa
Ignacio San Francisco, 2005.

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