MEDITACIÓN PARA NAVIDAD
(Ricardo Sada Fernández)
La Navidad tiene un encanto especial. Es, entre todas las fiestas litúrgicas, la más entrañable. Tiene un encanto que no tiene ninguna ¿cuál es su secreto?
Podríamos
pensar que la Navidad tiene el encanto de lo que comienza, de la vida que
surge, del nuevo amanecer, del primer beso, la primera sonrisa, la frescura y
la lozanía del botón de la rosa. Hoy que es Navidad, podemos decir que nuestro
amor se reinaugura.
Dios
nos hace nuevos, hijos que comienzan su historia. Todo es hoy para nosotros
horizonte de esperanza, porque hoy nace nuestro Salvador, y en Él recomienza
nuestro andar de hijos. Somos todos infantes pequeños, y para cada uno es la
ternura de la Madre joven que nos arropa y acaricia con sus manos bellísimas, y
en Jesús nos mira extasiada.
¿Podremos
decirles al Niño y a su Madre que le damos nuestra vida, que queremos perder
aquella autonomía con la que hemos pretendido transitar por nuestra
cuenta? Porque si el Niño es para nosotros, nosotros queremos ser para el Niño…
Hoy
todo recomienza, hoy inicia una vida nueva en la que no existe el pasado. No
hay historia de errores y fracasos; hoy todos somos niños, porque es Navidad,
porque nos ha nacido un Niño, un hijo se nos ha dado, y en Él estamos todos
porque Dios se ha encarnado en cada hombre.
Venite, adoremus! ¡Vengan adorémoslo!
Porque
es adorable. El bien que nos otorga no tiene precio; es el don inconmensurable
de Sí. Si Navidad es época de regalos,
lo es en tanto existe un regalo esencial. Las gentes se regalan cosas y se
quieren mucho, quizá cosas muy valiosas, recuerdos personales, objetos
entrañables de profunda significación. Quieren expresar así su amor, su gratitud,
su adoración. ¿Pero el regalo del mismo ser? Eso no es posible a los humanos, pero sí a
Dios. Hoy en Navidad, DIOS es el regalo.
Vamos
hasta Belén ¿qué encontramos? Primero, la joven Madre que nos lo muestra. Nos
reconocemos hijos de esa Madre, porque en el Niño estamos recién nacidos.
Miraremos después a José, que permanece detrás. Es San José un santo de
humildad. Luego nos fijamos en el Pesebre. Un tosco recipiente de madera donde
se deposita la comida de los animales. AHÍ ESTÁ EL NIÑO. Todo estaba hecho con
la madera del árbol del Paraíso, madera con la que ahora comienza a
restablecerse la justicia original.
Hoy es
Navidad. Sin duda tendremos la sensación de llegar a este momento sin
preparación suficiente. A Dios le costó milenios esta preparación y aun así, el mundo no lo conoció y los suyos no lo
recibieron (Jn 1, 10-11) Y es que el don de la Navidad es demasiado grande.
A ese Don, sin embargo, a ese Niño, le habrán bastado nuestros deseos, nuestro
anhelo de espera. Y hará hoy el prodigio de la posesión.
Llegó
la Navidad y, como un suspiro, pasará. Pero nunca deja ya de ser Navidad,
porque ha comenzado la Navidad eterna. Somos hijos del Padre en esa vida que el
Niño Dios inaugura hoy para nosotros.
“De su
Plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.” (Jn 1,16)
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