¿Cómo ser atractivo? (1ª parte)
Lo
atractivo de un hombre es su virilidad, y lo atractivo de una mujer, su
feminidad. El ser humano es un ser que necesita absolutamente la
verdad. La verdad sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre Dios. Todos los
problemas nacen de un hecho: Que no queremos
o no sabemos aceptar la realidad.
Las personas, antes de revelar lo que son, presentan una imagen de cómo quieren ser
conocidos; pero lo que realmente son está en su intimidad. La intimidad es lo
que nos hace reconocernos a nosotros mismos, e ir adelante, es lo que nos hace
ser como somos y lo que nos potencia. Todos hemos conocidos a una persona fea
pero atractiva, por su simpatía, su optimismo, porque es cariñosa…
Hay jóvenes que dicen: “Esta
persona me atrae mucho”, y no conocen sus principios o no conocen si no los
tienen. ¡No piensan! Hay un proverbio ruso que
dice: "Hay que pensarlo bien antes
de iniciar un negocio; dos veces antes de ir a la guerra; tres antes de
casarse". Tenemos una inclinación muy fuerte hacia el
mal, hacia el pecado (el llamado en latín, el fomes peccati), y una inclinación todavía más fuerte hacia el bien.
Edith Stein advierte: “Una persona educada
es aquella a la que le sabe bien lo bueno y le sabe mal, lo malo”.
El enamoramiento. Es un estado emocional provocado por el encuentro
con una persona del sexo opuesto. Inicial y originalmente es algo que sucede. Nosotros no elegimos
estar enamorados; más bien esto lo comprendemos, es un suceso y un acto
indecible, y con frecuencia no es posible decir por qué nuestra atención se
fija más en una persona que en otra. En la antigüedad se explicaba esa
atracción misteriosa el flechazo de Cupido (en la mitología grecorromana), y
seguimos sin explicarnos del todo el misterio del amor.
Cuando se está enamorado, se desea estar cerca de
aquél a quien se ama, de tal modo que esta cercanía se vuelve el centro de la
propia existencia. Su interés pasa antes que el nuestro; por él, o ella,
estaríamos dispuestos a sacrificarnos. El amado se nos presenta como un valor
que exige de nuestra parte un reconocimiento incondicional.
Enamorarse consiste en no poder llevar a cabo el
proyecto personal sin meter dentro de él a esa otra persona. El amor implica exclusividad —sólo esta
persona— y lleva la nota del “para siempre”. El amor tiende a la eternidad, a
dar ya recibir: a ser amor fiel.
Séneca afirma que el hombre más poderoso es el que es dueño de sí
mismo. Hay que dominar los instintos, y vivir la fidelidad por elección
propia, es decir, por convicción. Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo,
o incluso la inmoralidad. Es necesario reafirmar con claridad que la limpieza del
corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad "custodia"
el amor, no los amoríos.
Hoy muchos anuncios comerciales te invitan, malamente, a
“romper los límites”, cuando toda la historia de la educación se ha basado en
la templanza, desde la antigüedad. Esto lo vemos Atenas, en tiempos de Sócrates
y en muchos pueblos antiguos, que caen de su cumbre cuando se corrompen
moralmente.
“El que un
adolescente sea casto es absolutamente esencial para su felicidad”, asegura
Patrick Fagan, experto en Antropología de la sexualidad. El también afirma que
quisiera con cariño gritar a los jóvenes: “No te dejes engañar y pienses que la
mayoría de los jóvenes tienen relaciones sexuales. ¡No las tienen! Hay mucho
que saber y que pensar antes de acceder a ellas”.
Los jóvenes desean afecto y
ser aceptados como son. Los jóvenes desean en primer lugar un hogar feliz, estable. Una chica de 16
años decía: “Deseo que alguien me ame,
que alguien me muestre cariño. Deseo amar pero no sé cómo aceptar el amor ni
como darlo”. Los jóvenes están sedientos de amor, de afecto, y muchas veces,
sobre todo la mujer, busca seguridad y ser amada por sí misma, no por lo que
tiene. Tal vez lo que falta en la relación amorosa de hoy sea el romanticismo.
Los jóvenes y los adolescentes quieren tener las reglas del juego, pero pocas
veces se las ponen. Unas de esas reglas podrían ser respetar el cuerpo y el
alma del otro, estar juntos poco tiempo a la semana y, de vez en cuando, hablar
de temas importantes para saber si coinciden en lo que para cada uno es
esencial.
Hay una piedra en la que
fácilmente podemos tropezar: buscar que los demás cambien pero no querer
cambiar yo. Un escritor francés, F. Bossuet, afirmaba: “Entre los hombres es un gran defecto querer arreglarlo todo sin
arreglarse a sí mismos”.
¿Cómo ser una persona
atractiva? Cultivando las virtudes cardinales. San Agustín describe así las
virtudes cardinales: “Templaza es el amor
que se mantiene íntegro e incólume (…); fortaleza es el amor que todo lo
soporta por aquello que ama; justicia es el amor que observa el orden recto (…);
prudencia es aquel amor que sabe distinguir bien entre lo que es ventajoso en
su camino hacia Dios y lo que puede ser un obstáculo”.
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