Sexo por curiosidad
—Si me quieres ¡entrégate a mí! Tengo curiosidad por
probar qué se siente estar contigo-, dice el muchacho.
— ¡No soy coche para que me pruebes!- dice la mujer.
̶ Tú quieres vivir
el momento, y no mides las consecuencias para ti y, sobre todo, para mí.
Muchos adolescentes tienen relaciones íntimas por
curiosidad y luego no pueden decir “basta”, y se esclavizan. Ceder una o dos
veces equivale a rodar cuesta abajo...
Resistir el impulso es el fundamento del autocontrol,
puesto que toda emoción supone un deseo de actuar, y es evidente que no siempre
ese deseo será oportuno. La capacidad de resistir los impulsos, demorando o
eludiendo una gratificación, constituye una parte esencial del gobierno de uno
mismo.
En una encuesta a jóvenes se vio que lo que más
interesa es la diversión y luego la salud. Los jóvenes viven el instantaneísmo. Hay desinterés en lo
intelectual. En resumen: La crisis actual es una crisis de falta de reflexión.
Hay mujeres que ceden a las presiones del novio, para
tener relaciones sexuales, por curiosidad
o por placer. No se dan cuenta del peligro que lleva esa decisión: no ven que
empezar a ceder es empezar a corromperse y a corromper al otro. El sexo no es un juego. La sexualidad es tan
maravillosa que se ha de cuidar para alguien que valga la pena y dentro del
matrimonio. Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro
porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la
persona amada ha de ser un bien real, ha de ser algo que la mejore, y no que me
beneficie sólo a mí.
El sexo ha empezado a considerarse como un hobby, algo que puedes hacer cuando te
aburres, cuando te apetece..., sin relación con el amor o el matrimonio. Eso
empobrece mucho a la persona.
El problema es el aburrimiento, lo que lleva a buscar
más violencia, más sexo, más emoción. En el fondo es el egoísmo el que
prevalece: sólo cuento yo. No hay un deseo de amar y darse a la persona amada.
No existe el drama del amor real. Es triste que los jóvenes no tengan la
experiencia del enamoramiento. No disfrutan el amor, todo es sexo, sin
posibilidad de una auténtica relación personal, romántica. Se pierden todas las
cosas que dan sentido al sexo. Y si se quedan con la parte física, se pierden
el 99% de la relación.
Si el joven se entrega a cualquiera, habrá quizás
pasión, pero el sexo dejará de ser algo especial. A veces nos asombra el
crecimiento de corrupción a nivel de gobernantes y a nivel del pueblo. Y es que
existe una estrecha relación entre la vida casta y la honestidad. Como abunda
la pornografía y el libertinaje, eso se refleja enseguida en la falta de ética
en los demás campos. La castidad es una virtud que nos afecta a todos.
Cuando Bernardo de Claraval era muy joven, en cierta
ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la
noche, de forma que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa desconocida.
La dueña les recibió bien, e insistió que Bernardo, como jefe del grupo,
ocupase una habitación separada. Durante la noche la mujer se presentó en la
habitación con intenciones de persuadirlo suavemente al mal. Bernardo, en
cuanto se dio cuenta, fingió que se trataba de un intento de robo y empezó a
gritar: “¡Ladrones, ladrones!”. La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente,
cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca
del imaginario ladrón; pero Bernardo contestó:
—“No fue ningún sueño; el ladrón entró, pero no para
robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor”.
Amar a alguien es desear que esa persona sea mejor y
alcance la plenitud a la que está llamada.
Cuenta Scott Hahn, que un profesor fue a visitar
París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. De pronto, vieron a una
prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella
y le preguntó:
—¿Cuánto cobra?
—Cincuenta dólares.
—No, es demasiado poco.
—¡Ah!, sí, para los americanos son150 dólares.
—Es aún muy poco.
—¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500
dólares.
—Incluso eso es demasiado barato.
Para entonces la mujer ya estaba algo irritada, y
dijo:
—Entonces, ¿cuánto valgo para usted?
—Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero
déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.
Y le habló de Cristo, de su Pasión y Muerte por nosotros.
La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo
que muchos jóvenes de hoy ignoran: “Fuisteis comprados a gran precio.
Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para
la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabéis que vuestros
cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.
Parte de la tranquilidad y la seguridad que toda
persona necesita para desarrollarse está en los amigos que ayudan a ser mejores;
pero no siempre es así, ya que hay amigos que dan malos consejos, que invitan a
tratar a las mujeres como objetos de placer o corrompen porque ellos ya están
corrompidos y no quieren que el amigo sea una bofetada con guante blanco. Hay
amistades que elevan y otras que llevan a experiencias funestas como la invitación
al table dance, al alcoholismo y
al erotismo como diversión.
La sexualidad humana es un don, un regalo de Dios
increíble, precioso, de gran valor. Como todo regalo, quien nos lo ha dado
tiene previsto que se use en unas determinadas circunstancias: las del
matrimonio estable. Entonces se convierte en un instrumento maravilloso para
transmitir la vida. Fuera de él, en cambio, puede dañar a quienes lo utilizan.
Alfonso López Quintás comenta: “Que un corredor de
comercio, llamado Gregorio Samsa, aparezca una mañana —en el libro de La metamorfosis, de F. Kafka— convertido
en vil insecto es una ficción, pero el estado de envilecimiento personal que
tal metamorfosis expresa es sufrido espiritualmente por millones de personas
que existen de modo real. Es irreal el argumento de la obra, pero no su tema.
Este es profundamente real”. Es verdad que no hay
mayor denigración del hombre o de la mujer que reducirlos a cuerpo.
Hay mujeres que persiguen al varón para buscar placer, pero no son capaces de
sacrificarse esa persona amada, porque la persona no es amada, es “usada”. No
piensan en el daño que pueden hacerle a un joven muchacho al truncarle su
carrera o al quitarle otras posibilidades de futuro. No ven más allá de sus
narices. No piensan en hacer felices a su esposo e hijos, sino sólo en el
instante, en el capricho presente, actual.
Otras veces, las mujeres dicen palabras groseras o
muestran actitudes marimachas para mostrar lo liberadas y fuertes que son,
cuando lo que atrae al varón es la feminidad y el actuar con acierto. La
delicadeza en el trato es una de las cosas más agradables de la convivencia. Y
es fruto del desinterés, de la pureza de corazón. La castidad es algo interior que
resplandece en el rostro y encanta al exterior
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