Adolescentes, moda y referentes
En un diario español se publicó una noticia que es interesante
pues retrata la sociedad en la que vivimos. El titular rezaba así: “La
ropa interior asoma en las aulas”. La noticia comentaba que en
muchos colegios se estaban creando auténticos problemas con la moda que se ha
implantado en los adolescentes, basada, para ellos, en pantalones muy bajos
y muy anchos de los que asoma la ropa interior. Para ellas la ropa es
bastante más ajustada: pantalones muy estrechos de “pata de elefante”
que se arrastran por el suelo, bajos de cadera, –con lo que se enseña la
ropa interior, que suele ser de colorines- , tops o camisetas minúsculas con
lo que es habitual enseñar gran parte del abdomen.
Continua la noticia señalando que sobre la cuestión una directora de un colegio dijo a un grupo de padres en una reunión de inicio de curso:
Continua la noticia señalando que sobre la cuestión una directora de un colegio dijo a un grupo de padres en una reunión de inicio de curso:
-“Esto no es un desfile de modas. Las niñas vienen vestidas como
si fueran a la playa. Enseñan todo lo enseñable e incluso más. Esto es
un colegio. Venir al colegio se ha convertido, entre un grupo de niñas, en una
especie de competición para ver quién es más atrevida y quién luce los
modelitos más a la última, y eso no puede ser. O se moderan o pondremos
uniforme. Eso mismo le dije a las niñas”. Según el artículo, más de un
progenitor asistente a la reunión se mostró realmente sorprendido porque su
hija era una de las que “lucía palmito” en clase, y de casa salía vestida
distinta. “¡Menos mal que llega el invierno!” exclamó otro padre según la
noticia. Algunos profesores también tenían algo que decir: “No piensen cosas
raras, - añadió uno- , sólo imagínense el panorama de una clase con quince
niñas vestidas como ustedes las ven en casa. ¡No somos de piedra!”.
Si nos detenemos a pensar, no se trata de una cuestión tan inocente como parece a primera vista, pues tiene causas y consecuencias muchos más profundas. Hasta cierto punto es normal que un adolescente intente provocar para llamar la atención, imite a sus compañeros o a sus cantantes favoritos o dé mucha importancia a su estética. Es muy importante para él, ser aceptado en sus ambientes más próximos. En él se está operando un cambio físico con una rapidez que no siempre va a la par con su evolución psicológica. Empieza a tener ideas, gustos e intereses propios que no siempre coinciden con los de sus mayores. Es la hora de empezar a decidir por él mismo. A la vez ello le supone una perdida de seguridad y se cuestiona la autoridad paterna. Para llenar este vacío buscará nuevos referentes con los que identificarse y modelar su personalidad. Esta es una fase por la que todos hemos pasado y es necesario pasar.
El peligro está en los referentes con los que el joven se identifique, pues será donde extraiga los valores (o anti-valores) que regirán su vida adulta. Aquí la educación de los padres tiene una importancia fundamental. Los padres deben proponer, y no imponer, aquellos valores con los que su hijo vaya a estar más capacitado para afrontar el resto de su vida, tanto en su ámbito intelectual como espiritual y afectivo. Para ello es necesario el dialogo, la tolerancia, la autoridad, el cariño y sobre todo mucha paciencia. La conciliación de la vida laboral con la familiar es todo un reto. Pero sin duda, los padres deben esforzarse en conseguir esa conciliación. Si los padres no tienen claros los valores, tampoco los podrán transmitir a sus hijos. Y si los tienen claros pero no dedican tiempo para transmitirlos a sus hijos, ¿para qué los quieren? ¿No se supone que sus hijos son su bien más apreciado?
Unos padres que consigan inculcar valores a sus hijos como la generosidad, la valentía, el esfuerzo, o la perseverancia, sabrán realmente cómo van vestidos sus hijos fuera de casa, y no ansiaran la llegada del invierno.
Si nos detenemos a pensar, no se trata de una cuestión tan inocente como parece a primera vista, pues tiene causas y consecuencias muchos más profundas. Hasta cierto punto es normal que un adolescente intente provocar para llamar la atención, imite a sus compañeros o a sus cantantes favoritos o dé mucha importancia a su estética. Es muy importante para él, ser aceptado en sus ambientes más próximos. En él se está operando un cambio físico con una rapidez que no siempre va a la par con su evolución psicológica. Empieza a tener ideas, gustos e intereses propios que no siempre coinciden con los de sus mayores. Es la hora de empezar a decidir por él mismo. A la vez ello le supone una perdida de seguridad y se cuestiona la autoridad paterna. Para llenar este vacío buscará nuevos referentes con los que identificarse y modelar su personalidad. Esta es una fase por la que todos hemos pasado y es necesario pasar.
El peligro está en los referentes con los que el joven se identifique, pues será donde extraiga los valores (o anti-valores) que regirán su vida adulta. Aquí la educación de los padres tiene una importancia fundamental. Los padres deben proponer, y no imponer, aquellos valores con los que su hijo vaya a estar más capacitado para afrontar el resto de su vida, tanto en su ámbito intelectual como espiritual y afectivo. Para ello es necesario el dialogo, la tolerancia, la autoridad, el cariño y sobre todo mucha paciencia. La conciliación de la vida laboral con la familiar es todo un reto. Pero sin duda, los padres deben esforzarse en conseguir esa conciliación. Si los padres no tienen claros los valores, tampoco los podrán transmitir a sus hijos. Y si los tienen claros pero no dedican tiempo para transmitirlos a sus hijos, ¿para qué los quieren? ¿No se supone que sus hijos son su bien más apreciado?
Unos padres que consigan inculcar valores a sus hijos como la generosidad, la valentía, el esfuerzo, o la perseverancia, sabrán realmente cómo van vestidos sus hijos fuera de casa, y no ansiaran la llegada del invierno.
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