Hay tesoros de gracia en la Santa Misa
“Ningún padre, ninguna madre, ningún catequista puede
poner en el corazón del niño lo que Nuestro Señor le da personalmente en
gracias durante la Misa y la Comunión” (María Simma).
Si
dejamos la Misa del domingo, se va acabando la vida cristiana en nosotros y en
nuestra familia. Dice el Papa Juan Pablo II: Cuando el domingo pierde su
significado fundamental y se subordina a un concepto secular de fin de semana,
dominado por la diversión y el deporte, la gente se encierra en un horizonte
tan estrecho que no es capaz de ver el cielo.
Vamos a
Misa los domingos para dejarnos encontrar por Dios. No basta ser buenos, porque
no es posible serlo sin la ayuda del Señor (Papa Francisco).
El
domingo es día del Señor. No se trabaja. Sólo podemos hacer una cosa en
domingo: hacer el bien al prójimo, pero no por lucro. ¿Has ganado algo al
trabajar en domingo? Se te descontará con pérdidas en los seis días siguientes.
El
domingo inaugura tu cielo, tu día de fiesta definitivo, donde tendrás esa
visión de Dios. El domingo se centra en Jesús porque celebramos que ha
resucitado y está vivo.
Es vital la asistencia a Misa los domingos, porque sin
observancia del Domingo no puede haber vida religiosa. Tertuliano decía a los fieles de su tiempo: “Sin el Domingo no
puede haber cristianos”. Asimismo, entre las preguntas dirigidas a los mártires
por sus perseguidores se distinguía sobre todo esta: “¿Observas el domingo?”, y si la respuesta era afirmativa ya no se
preguntaba más pues en ello se reconocía el cristianismo. Hoy día, muchos
cristianos no saben qué es exactamente la Misa. Es la renovación del Sacrificio
de Cristo en la Cruz, no hay nada más grande sobre la tierra que la Santa Misa.
Benedicto XVI comenta que, en principio, puede
resultar incómodo programar la Misa en el domingo, pero es lo que da sentido al
tiempo libre, ese tiempo permanece vacío si en él no está Dios. Para que de la
Misa emane la alegría hay que comprenderla cada vez más profundamente, así se
le llega a amar.
El Papa
emérito, Benedicto XVI, también escribió: En la eucaristía Cristo está
realmente presente, es el punto que pivota toda renovación. Sólo a partir de su
espíritu son posibles las revoluciones espirituales. No es sólo el
acontecimiento de un día, sino de la historia universal en su conjunto, como
fuerza decisiva de la que después pueden provenir cambios. Benedicto XVI está
convencido de que la crisis de la
Iglesia se debe al descuido de la liturgia (La Luz del
mundo).
San Juan María
Vianney, cura rural francés, predicaba: “Hijos míos, no hay
nada tan grande como la Eucaristía. ¡Poned todas las buenas obras del mundo
frente a una comunión bien hecha: será como un grano de polvo delante de una
montaña!”. Y continuaba: “Todas las buenas obras juntas no equivalen al santo
Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, y la Misa es la obra de
Dios (...) Si el hombre conociera bien este misterio moriría de
amor. Sin la divina Eucaristía, nunca habría felicidad en
este mundo”.
¿Qué es
la Santa Misa?... Es un diluvio de gracias que parte de la Cruz; un Gólgota
siempre presente; es Cristo que se sacrifica incesantemente en medio de
nosotros.
El
sacrificio del calvario tuvo lugar una sola vez pero su virtualidad se extiende
a la historia entera. En la Misa, la eternidad se introduce en el tiempo pero
no para destruir el tiempo sino para poner de manifiesto que el tiempo, todo el
tiempo, también el tiempo vulgar está transido de eternidad. Además, la
Santa Misa es el más poderoso acto de desagravio para expiar los pecados. A la
hora de la muerte, el más grande consuelo será las Misas oídas en vida. Ningún
poder de la tierra puede darnos más de lo que recibimos en Misa.
En la Misa, los primeros cristianos encontrarían
fuerza en medio de la persecución. Es en la Misa en donde las oraciones de los
hombres que están en la tierra se elevan como incienso para unirse a las
oraciones de los ángeles en el cielo: y
son estas oraciones las que alteraron el rumbo de las batallas y el curso de la
historia. Hay muchos ejemplos de personas que hacen sacrificios para
asistir a Misa. En Mozambique, Olivia,
una joven de 24 años, caminaba 4 km. para ir a Misa los domingos. Caminaba con
las. palmas de las manos pues sus piernas no le respondían. Un grupo de
religiosas le consiguió una silla de ruedas. La estrenó el día de su Bautizo.
Es cuestión de fe.
Comentarios
Publicar un comentario