Los medios de comunicación y el sexo



Si el sexo se presenta todo el día en la televisión, ¿cómo esperan que la gente no quiera probarlo?
En el cine todo el mundo lo hace, casi siempre en la primera cita. Cuando ves esto hasta la saciedad, empiezas a pensar que las cosas son así y que está bien. Olvidamos que las películas mienten sobre cómo es la realidad. Allí las parejas no sienten culpa arrepentimiento, ni contraer enfermedades de transmisión sexual. ¿Alguna vez has visto una película en la que muestre la traición que siente una mujer al saber que está embarazada y que su novio no quiere volver a verla? No lo muestran porque no es divertido.
El sexo ha empezado a considerarse como un hobby, algo que puedes hacer cuando te aburres, cuando te apetece..., sin relación con el amor o el matrimonio. Eso empobrece mucho a la persona. Se convierte en algo individual, que se hace para recibir una satisfacción física. Así, la masturbación y diversas prácticas sexuales buscan sacar una satisfacción extra. Es como en los deportes extremos: no basta con una vida normal, se busca algo de más impacto y peligro, porque la vida les parece aburrida.
El problema es el aburrimiento, lo que lleva a buscar más violencia, más sexo, más emoción. En el fondo es el egoísmo el que prevalece: sólo cuento yo. No hay un deseo de amar y darse a la persona amada. Se pierden todas las cosas que dan sentido al sexo. Y si se quedan con la parte física, se pierden el 99% de la relación.
Si el joven se entregas a cualquiera, habrá quizás pasión, pero el sexo dejará de ser “algo especial”. El sexo no tiene significado fuera de contexto. Antes se era muy estricto en ese punto, ahora los jóvenes lo trivializan. El romanticismo se ha perdido, aunque en el fondo, todavía hay gente que busca mayor profundidad en el amor.
Quien ama a los seres humanos potencia su personalidad, promueve que todos puedan ser personas de carácter. Dos rasgos que condicionan la posibilidad de tener un carácter sólido son la humildad y la castidad. Si se olvidan estas cualidades, la persona será mediocre, insignificante. Y esto es así porque la humildad y la castidad son las bases –espiritual la una y corporal la otra- del carácter.
A veces nos asombra el crecimiento de corrupción a nivel de gobernantes y a nivel del pueblo. Y es que existe una estrecha relación entre la vida casta y la honestidad. Como abunda la pornografía y el libertinaje, eso se refleja enseguida en la falta de ética en los demás campos. La castidad es una virtud que nos afecta a todos. El cuerpo es algo bueno y ha de emplearse según la recta razón, esto es, ha de quedar bajo el dominio de la inteligencia. No tengo el cuerpo en uso, yo mismo soy mi cuerpo.
El cuerpo no es responsable del pecado, si así fuera, ¿por qué un cadáver no peca? Porque el cuerpo no peca en sí mismo: es la voluntad quien peca por medio del cuerpo. Para alcanzar la plenitud humana se requiere de la castidad, y esto requiere esfuerzo y entrenamiento, y, sobre todo, convicciones. Cuando falta la limpieza de vida, la capacidad de amar discurre por los cauces del egoísmo, del olvido o desprecio de los demás.
La castidad es algo interior: es pureza de corazón. Todos tenemos el deber de cultivar la limpieza de corazón, tanto los solteros como los casados pueden vivir con delicadeza esta virtud. El amor verdadero conlleva siempre sacrificio, en el matrimonio o fuera de él. El que ama no busca el goce, sino busca la felicidad del ser amado, aunque le suponga sacrificio. Y entonces él mismo es feliz.
Pregúntate, ¿qué lees, qué ves, qué amistades tienes? ¿Cómo te diviertes? Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia.
Se ha difundido la convicción —totalmente embustera— de que la pureza es enemiga del amor. La pureza es la condición indispensable para poder amar, para amar de verdad, para amar fielmente. Si uno no es dueño de sí mismo, ¿cómo puede entregarse a otro?
La limpieza de alma y cuerpo es algo grandioso. Cuando la pureza de vida cuesta –porque la carne se rebela o la imaginación se desboca- habría que revisar –cada uno- si las películas y programas de TV que se ve son adecuadas. Cuando viene una tentación hay que ser sinceros y llamar bien al bien y mal a lo que está mal, sería poco honrado pactar con las pasiones. En cuestiones de pureza no hay detalles de poca importancia.
Hay psicólogos que dicen a los jóvenes que la masturbación es natural, normal, cuando la verdad es que la masturbación, afecta psicológicamente e inclina a la homosexualidad; además de ser un pecado, lleva al egoísmo y a que el varón no haga feliz a su mujer en el matrimonio porque adquiere un ritmo rápido que le lleva a pensar sólo en sí y no en dar gusto a la mujer amada. A la larga, y a la corta, deteriora la psicología del individuo.
Para vencer en esta lucha tenemos los medios al alcance: la guarda de los sentidos, sobre todo de la vista; una vida sobria y ordenada; la huida de las ocasiones, la sinceridad, la penitencia y el estar convencidos de que la castidad lleva a amar más y mejor. San Agustín aconsejaba: “Sean fieles en el estado de vida que tengan, para recibir a su tiempo la recompensa que Dios tiene reservada a cada uno (…) Una será la luz de la virginidad, otra la de la castidad conyugal, otra la de la santa viudez. Lucirán de distintos modos, pero todas estarán allí. No será idéntico el resplandor, pero será común la gloria eterna” (Sermo 132).
La sexualidad humana es un don, un regalo de Dios increíble, precioso, de gran valor. Como todo regalo, quien nos lo ha dado tiene previsto que se use en unas determinadas circunstancias: las del matrimonio estable. Entonces se convierte en un instrumento maravilloso para transmitir la vida. Fuera de él, en cambio, puede dañar a quienes lo utilizan. Además, la virtud que más brilla en el paraíso es la pureza, dice San Juan Bosco.
Si queremos tener experiencias, debemos leer y aprender de las historias de amor de la literatura.

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