Los Derechos de la Mujer
Gary Cherone —cantante norteamericano— afirma que la
expresión “derechos de la mujer” suena a repetición. Pregunta: “¿No es bastante
con hablar de derechos humanos? ¿Desde cuando los derechos no son derechos y desde
cuando la mujer es no-mujer?... Cuando no existen”.
Permítanme preguntar:
¿Cuándo llega la mujer a ser mujer?
¿Cuándo va a votar por primera vez?
¿Es mujer cuando a los 16 años se arregla el pelo y
anda sola por la calle? ¿O lo será cuando el vecino se fija en ella?
¿Será mujer desde el vientre de su madre?
¿Hay una línea que divida la mujer de la no-mujer, el
derecho del no-derecho?
Hay un momento preciso en que el individuo humano vive
separado, con su propio código genético, y sólo necesita comida, agua y oxígeno
para venir a la existencia. En efecto, es ese mismo instante en que la mujer es
mujer. No es una vida en potencia, es
una vida con gran potencia. No es una
con la madre, es otra distinta a la madre.
Toda mujer empieza siendo un cigoto. Sus ojos, su
pelo, su color de piel, su estructura mental, su género: todo está allí.
No nos confundamos entonces. Ella no vino de un
cigoto; ella fue cigoto alguna vez. Ella no vino de un embrión; ella fue
embrión. Ella no procede de un feto, ella fue feto. Ella no procede
de una niña; ella fue niña alguna vez.
¿Cuándo una mujer fue no-mujer? Nunca. ¿No puedo
elegir mi género? Eso es puro cuento
sin fundamento biológico ni antropológico.
La respuesta es absoluta, no negociable. Argüir en
contra sería ignorar su vida intrauterina. La respuesta no es opinable o de
“decisión personal”. La respuesta es científicamente evidente.
“Dios quiere que las mujeres sean bonitas”, dice la
filósofa mexicana Teresa Ventura. Y ante eso, alguna podría argumentar: “¿Por
qué entonces a mí no me ayudó?”. Hay que quitar prejuicios. Todas las mujeres
son bonitas. Tienen la huella de estar hechas a imagen y semejanza del Creador.
Dios las hizo con mucho amor.
Las mujeres tenemos más responsabilidad de
presentarnos bien; tenemos que dar una buena impresión porque tenemos que
reflejar a la mujer cristiana. Esto forma parte de la nueva evangelización. Lo
propio de la mujer es el amor, es hacer hogar, familia. Además, los seres
humanos necesitamos de la belleza. Contemplar cosas bellas es fortificante del
sistema nervioso.
Se han
dado injusticias contra la mujer, pero a la vez Octavio Paz dijo que, el
principal cambio del siglo XX, había sido la participación de las mujeres en
todos los campos profesionales.
El laicismo trata de que no haya lugar para Dios,
excepto en las iglesias. Nosotros hemos de hacerle al revés, es decir, meter a
Dios en todas las actividades humanas, en todos los momentos de nuestra
jornada. Así, seremos un arma poderosa
en las manos de Dios en el momento actual.
No
vivimos en una sociedad sin Dios,
sino contra Dios. Y en este proceso
de “lucha contra Dios”, es necesario corromper a la mujer porque la familia es
la primera célula de la sociedad. Si destruimos a la familia, destruimos el
plan de Dios.
El matrimonio de hombre y mujer es fundante en la
creación a la par que el trabajo: son las dos columnas del plan de Dios para
los seres humanos.
Los
medios de comunicación han reprogramado los cerebros. “Lavaron” o “ensuciaron”
el cerebro humano. Estas generaciones fueron reprogramadas; pero todavía hay
quien no se deja manipular.
Tenemos que ser personas de esperanza. Un hombre que
ha vivido todo el tiempo en la adversidad, puede ser un hombre de esperanza. La
mujer tiene todos los derechos humanos y, entre ellos, el derecho a la
maternidad, biológica o espiritual, y de esto no se habla. Es acuciante hablar
sobre la mujer, y sobre este derecho.
Estamos poniendo las bases de una civilización del
amor cuando, cada día, amanecemos con esperanza y con afán de servir y de hacer
felices a los demás.
Comentarios
Publicar un comentario