¿Por qué nos enamoramos?
Nos enamoramos porque hemos sido hechos para amar. Todos tenemos
una lista de verificación almacenada en la mente (en la parte límbica del cerebro) que incluye algunos criterios con
los cuales la persona debe cumplir: edad, valores, experiencias, formación,
creencias, etc. Algunas personas desconocen sus criterios pero están en el
subconsciente.
Y, ¿por qué nos enamoramos de una persona concreta? Allí hay un
misterio que ha tratado se ser explicado desde tiempos antiguos con el mito de
Cupido o del elixir de amor. No hay una asignatura que enseñe a amar; a ello se
aprende en la familia y en la vida social. ¿Cómo es la familia de la persona
que amo? Esa respuesta nos lleva a conocer parte de la intimidad del ser amado.
El filósofo francés, Jacques Maritain, decía: “La educación debería de
enseñarnos a estar siempre enamorados y de qué nos hemos de enamorar”.
La cultura popular afirma
que el enamoramiento es un estado extático en el que tendemos a ver en ser
amado todas las virtudes y perfecciones posibles. La encarnación del ideal.
Cuando se ama todo el universo resplandece, vemos una belleza que antes era
desconocida: todo se transfigura. El enamoramiento es algo inicial; es el
anzuelo que conduce al amor.
Si separamos la palabra enamoramiento, en-amor-a-miento, se puede
entender que en esta etapa se miente al ocultar las propias limitaciones y
poner nuestra mejor cara. Queremos brindar lo mejor de nosotros mismos y
minimizar los defectos propios y del otro. Y esto no es mal intencionado, es lo
natural, pero hay que pensar que hay comportamientos que pueden generar
problemas, por eso, desde el principio se han de hablar y de negociar.
El enamoramiento se va fraguando a través del trato, de miradas, de
la convivencia, de emails y de pequeños obsequios. El enamoramiento ve con una
lente de aumento de modo que lo poco parece mucho y lo pequeño, grande. Vemos a
la persona, no como es, sino como deseamos que sea. Es decir, se idealiza a una
persona. Una persona madura cuenta con que toda persona tiene defectos y comete
errores. Un primer error sería enamorarse de una persona ya comprometida,
casada. Hay amores que no agradan a Dios, como la homosexualidad, la
bisexualidad y el amasiato.
Los seres humanos somos cambiantes y hay que contar con ello, pues
difícilmente forjamos una relación sólida, y si se logra, es porque hay ya
madurez de ambas partes y virtudes arraigadas.
En la Edad Media se hablaba de un “loco amor”. Estar enamorado es
volverse un tonto feliz, es perder por completo el sentido crítico y disfrutar
del embeleso que supone observar y escuchar al ser amado. Parecería el estado
ideal para cualquiera –y en cierto modo lo es-, sólo que tiene un
inconveniente: El enamoramiento termina. La vida se vuelve entonces una dura
caída desde la nube en que se andaba para terminar estrellándose en la
realidad. Se descubre que esa persona a la que se había idealizado es tan
imperfecta como cualquier otra, y no es capaz de hacer tantas cosas como
esperábamos. A veces es necia, egoísta, vanidosa, poco educada... Es, en otras
palabras, limitada, humana. Pero ¿qué esperabas? ¿Cómo puede uno llegar a creer
que otro es tan perfecto? Nadie puede responder, absolutamente, a todas
nuestras expectativas, y si lo hace eso se debe a la idealización que hicimos
de ella, y dura unos meses solamente.
El error radica en hacer del amado un absoluto; creer que una
persona puede dar lo infinito –que es lo que anhelamos-. Queremos el amor, la
belleza y la verdad infinitas. No hay personas perfectas: Si se ama a alguien,
se le ama con todo y defectos, aunque siempre se le trate de ayudar y de mejorar;
se le ama con sus arranques de mal humor, con sus faltas de ortografía o con
sus despistes.
La idealización que el enamorado hace de la persona amada es una trampa
que él mismo se tiende. Y en esto no hay quien experimente en cabeza ajena. Lo
peor es que aún experimentado, no se aprende, y se vuelve a caer en la trampa.
Hay “Don Juanes” que creen que saben amar porque conquistan a
muchas mujeres; se entregan con ardor excesivo a la fiebre pasional de los
placeres. Toman a la mujer como un altavoz de su propio yo para que alimenten
su amor propio, su vanagloria, cuando amar de verdad es salir de sí mismo, es
sacrificarse por el ser amado, es servir con alegría.
¡Qué fácil es enamorarse y qué difícil mantenerse enamorado! No se
ha de divinizar el amor. El amor es una tarea; al amor hay que cuidarlo con
esmero de artesano día a día, hay que encender el amor a base de pequeños
detalles de afecto.
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