Dos en una bici
Dos en una bici
Un muchacho nunca había intentado hablar con Dios. Un buen día
decidió hacerlo y comparó ese encuentro al de un viaje en bicicleta. Invitó al
Señor a subir a su bike, y el Señor -Jesús- tomó el asiento trasero y compartió
su vida ordinaria. Un día, al poco tiempo, le dijo: “¡Vas bien!”. Pasado un
tiempo, ya con más confianza, sugirió: “Déjame conducir”. Lo dejó el chico y
vio que el conductor le abría nuevos horizontes, que en su conversación lo
llevaba a pensar a lo grande, que conducía por parajes desconocidos, ríos,
lagunas, montañas no vistas antes. Lo invitó también a ser protagonista de una
nueva cultura… Y se asombró de la belleza del viaje.
Un estudiante de Psicología, amigo del anterior, le comentó a su
madre: “Un profesor dijo que la religión estorba para hacer estudios serios de
Psicología, así que ya la voy a dejar”. Poco después le pidieron hacer
prácticas en hospitales populares y descubrió con asombro que, lo único que da
esperanza y cierta luz a muchas vidas era la fe en Dios. Y es que, como dice
San Pablo en su Carta a los gálatas: “el fruto del Espíritu es amor, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza, contra tales cosas no
hay ley” (Gal 5, 22-23).
Y es que Dios te escucha sin preguntar, te observa sin criticar,
valora tus sentimientos y te ama sin medida, -con amor eterno-, por ello, si
acudes a Él, te da fuerzas para soportar lo que llevas a cuestas. La gente en
los hospitales sabe que todo lo que sufra lo puede ofrecer para la salvación de
muchos, si se une a la Pasión de Jesús, y eso ayuda a que tengan buen ánimo y
soporten lo que sea con tal de ayudar a otros. Eso justifica sus vidas.
Cuando una persona se decide por Dios, puede comparar su vida a una
película en la que el protagonista es Cristo, pero a medida que corre la
película se mete el yo, por eso es necesario ir rectificando para que el
protagonista sea siempre Él, Él y yo, pero el yo quedaría en segundo plano.
Lo más urgente hoy es volver a tener sensibilidad ante las bellezas
de la naturaleza, saber ver, contemplar, y no sólo tomar fotografías. Lo más
urgente hoy es llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la
verdad y su anhelo de un sentido último y definitivo de la existencia. Es
decir, tener pasión por la verdad.
Hay gente que no quiere comprender la verdad porque no quiere
aceptarla. Por eso Kierkegaard decía: “Los hombres tienen más miedo a la verdad
que a la muerte”. Lo mismo comentaba el filósofo Carlos Cardona: “La soberbia,
la ambición y el desenfreno carnal tienen pavor a la verdad, porque la verdad
es su sentencia de muerte. La verdad compromete. Para cerrar el paso a la
verdad hay “motivos”, nunca razones, pero la astucia humana disfraza los
motivos en razones.
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