Ser protagonistas de una nueva Cultura
Ser protagonistas de una nueva Cultura
Es necesario fomentar una nueva cultura y
una nueva legislación Esto exige de cada uno, según sus posibilidades, una
honda educación. Todos podemos aportar nuestro grano de arena en la
construcción de esa nueva cultura.
TOMÁS MELENDO, en su libro Para
entender la Fides et Ratio, afirma que, “lo más urgente hoy, es llevar a
los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo de un
sentido último y definitivo de la existencia” (n. 102). Esto implica recuperar
la “pasión por la verdad”.
Todo ser humano es naturalmente filósofo, y
puede atreverse a pensar a lo grande, porque llega un momento de la vida en que
las respuestas habituales no nos bastan.
Tener una buena formación teológica no es
sólo tener doctrina; si no hay pensamiento, esfuerzo, tenemos poco que decir.
Para influir en el mundo hace falta el pensamiento teológico. No basta el
Magisterio de la Iglesia para iluminar las realidades humanas; hace falta que la fe se haga cultura.
Hay que darle significado a las cosas desde Cristo, para eso hay que estudiar y
pensar. Poseemos un patrimonio espiritual riquísimo y hemos de hacerlo mensaje
cultural que transforme el mundo. No puedo limitarme a leer frases bonitas si
aquello no lo expreso desde dentro.
Hace falta encontrar y dan respuesta a los enigmas de la vida a través
de la filosofía, la religión y el arte. Giuseppe Savagnone sugiere: “mientras
la respuesta del poeta a la llamada de la altura y la profundidad del mundo es
el canto, la del hombre religioso, la oración; el filósofo se acerca al
misterio de la realidad con la indagación racional” (G. Savagnone, Teoría, Alla
ricercadella filosofia, La Scuola, Brescia 1991, p. 47).
Aristóteles escribe: “aunque no podamos
alcanzar las cosas sublimes y divinas, sin embargo, su conocimiento es para
nosotros más importante que todas las cosas de nuestro propio mundo; como
también es más delicioso entrever un detallito, por pequeño que sea, de un ser
querido, que conocer con exactitud otras muchas cosas” (Aristóteles, De
partibus animalium, 1, 5, 644b ss.).
El núcleo de la cuestión es que entendemos
con fe pero no por fe. Las verdades reveladas muestran al creyente filósofo que
existe “mucho más realidad” de la que se puede descubrir con las solas fuerzas
de la razón (Melendo, 63). Remedando una idea de Pascal podemos decir que la fe
abaja a la razón justamente para ensalzarla.
Hoy prima el relativismo, para explicarlo,
Millán-Puelles acude a su expresión “popular”, que es la del poeta Ramón de
Campoamor:: “En este mundo traidor/ nada es verdad ni es mentira;/ todo es
según el color/ del cristal con que se mira”. Allí tenemos un relativismo en el
que, por lo menos, se nos dice a qué es relativo todo: al color del cristal con
que se mira.
Una de las mayores ingenuidades del hombre
de hoy es la que origina el racionalismo: La cándida pretensión de que si algo
es verdad “tiene necesariamente” que convencerme y, viceversa, que si no me
convence puedo estar seguro de que no es verdad. ¡Cuántas cosas no son
advertidas por mi propia mente!... Hay verdades que superan la capacidad de mi
inteligencia o mi falta de preparación intelectual y moral.
Hay gente que no puede comprender la verdad
porque no quiere aceptarla. Por eso Kierkegaard escribe que: “Los hombres
tienen más miedo a la verdad que a la muerte”. Por su lado, Carlos Cardona
afirma: “La soberbia, la ambición y el desenfreno carnal tienen pavor a la
verdad, porque la verdad es su sentencia de muerte; de ahí que quien se obstina
en vivir en la “triple concupiscencia” tenga horror a la verdad”. La verdad
compromete. Para cerrar el paso a la verdad hay “motivos”, nunca razones, pero
la astucia humana disfraza los motivos de razones.
La fe no es un contenido, es una Persona. La fe lleva contenidos
intelectuales pero es inseparable de la adhesión personal a Cristo. Si el tema
fe-razón se entiende desde la perspectiva racionalista, no es la fe cristiana. San
Agustín podría sugerir un resumen de lo mencionado, así: Entiende para creer,
cree para entender, entiende y cree para amar.
(700
palabras)
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