“Ya no vamos a Misa”
Cuando las familias o las personas dicen: “Ya no vamos
a Misa los domingos”, ya no queda nada, es que era lo último que les quedaba.
Se está perdiendo la fe o les falta fe. En el fondo no creen que está Dios
encarna do, Cristo vivo, con sus sentimientos, con sus potencias con sus
facultades… El problema es teologal. No podemos dormirnos en los laureles
porque vamos a menos. Hay que ejercitar la fe porque no somos ángeles, lo que
no crece, decrece. La fe es oír con el corazón. Las virtudes teologales no
tienen límite, son una invitación al más. Dios quiere que le pidamos más fe, más
esperanza, más caridad.
Cuando vuelva Cristo ¿encontrará fe
en la tierra? Quizás en muy pocos. Muchas personas dejan la fe, dejan la Misa,
y poco a poco, se van por una pendiente casi imperceptible que conduce hacia
abajo. Se nota cuando han pasado los años. Lo mismo sucede cuando una persona
practica su fe y ejercita la caridad, se nota en su persona al paso del tiempo.
El creyente tiene sus dudas, y es
normal; pero el increyente también tiene las suyas, duda de su propia falta de
fe; le acucia la pregunta ¿no será la fe lo real? La fe representa para el
increyente una amenaza, un cuestionamiento de su mundo. Nadie puede sustraerse
al dilema de la condición humana. “Quien quiera escapar de la in certidumbre de
la fe deberá experimentar la incertidumbre de la incredulidad que, por su
parte, jamás puede afirmar de forma definitiva y cierta que la fe no sea la
verdad” (Benedicto XVI, El credo, hoy,
Santander 2013, p. 31).
Morir por la fe es una llamada para
algunos. Vivir de fe es una llamada para todos.
El mundo será conforme a cómo
celebremos la Liturgia, de cómo vamos y oímos la Misa. Siempre tendremos la
tentación de ser paganos; caminamos al borde de esa tentación.
¿Qué nos hace brillar, ser sal y luz?
La Liturgia, que es la cumbre de la vida cristiana. La evangelización del mundo
empieza allí. Viviendo la Misa con reverencia y devoción cambiamos el mundo.
¡Tenemos los medios para transformar el mundo! Este es el fundamento de nuestra
fe.
Para ser un miembro vivo de la
Iglesia hemos de amar la Santa Misa, enamorarnos de ella. Podemos transformar
el mundo con nuestra oración: ¡Esta es una revolución!
Hay quienes son idólatras y no lo
saben, y lo son porque adoran el dinero, el poder, el placer o idolatran a una
persona.
Somos poderosos cuando asistimos con
devoción a la Santa Misa. Allí hacemos nuestras peticiones y las ponemos en
manos de Dios y de la Virgen María.
Un modo de amar a nuestro país es
acudir a Misa los domingos para ser beneficiarios de las bendiciones de Dios, y
este es un acto libre: las tomas o las dejas. Entender esto requiere de oración
y de repetición.
Sánchez Cordero asegura que hay 300
mil desaparecidos en el país, aunque se dice que son 40 mil. Es la violencia
traducida en desapariciones. Hemos de neutralizar estos acontecimientos con
nuestra petición en la Misa.
Dios nos ama, no porque nosotros
seamos buenos, sino porque Él es bueno.
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