Ser hombre o mujer con principios



Cuando un ateo dice que es infeliz, está en camino de búsqueda. La experiencia demuestra que no se es feliz por el hecho de satisfacer las expectativas y las exigencias materiales. La única alegría que llena el corazón es la alegría infinita.
¿Qué motiva el mal? No nos entendemos a nosotros mismos al hacer el mal que no queremos, y, luego, no hacemos el bien que queremos. Cuando hacemos el bien hay alegría, gozo, cuando elegimos el mal estamos tristes, nos sentimos miserables. Somos capaces de resolver problemas y de crearlos. Somos completamente impredecibles, improbables. Sólo hay dos opciones: Somos fruto del azar o somos frutos del querer de Dios, en este caso, somos predilectos. El fundamento de mi existencia es un querer, el querer de Otro, es una libertad.
Peter Kreeft explica: El “yo” lleva dentro un misterio, más que un problema. Podemos controlar y predecir los problemas; el ser humano es impredecible. No puedes conocer a la persona científicamente, “colectivamente”, sólo la puedes conocer personalmente. Se puede ser experto en problemas; pero hay cosas que sólo se conocen por amistad, por el cariño, por el amor. ¿Quién te conoce mejor? ¿El sociólogo, el psicólogo o el mejor amigo? Si te conoce bien un psicólogo te ayuda más por la amistad que ha crecido entre ustedes, que por las terapias. ¡Literal!
Hay dos premisas: 1ª Para entender al ser hay que tratar de entender nuestra propia existencia. 2ª Cuanto más entiendas la existencia humana, el yo, más entiendes la realidad. No hay seres humanos sanos, todos tenemos conflictos, enfermedades físicas, psíquicas o espirituales. La enfermedad es la norma, pero los santos no se conforman con la norma.
Para entender cualquier cosa, se entiende en su estado perfecto. Un bebé es perfecto en el seno de su madre y los sentidos que tiene lo va a usar en la vida, no en el seno materno. Jesús no dice: “Trata de hacer las cosas un poco mejor”, sino que afirma rotundamente: Deben de ser perfectos como mi Padre celestial es perfecto. Él es nuestro Salvador porque nos saca del pecado y nos da la fuerza para superarlo y para desear ser santo.
Que algo sea posible o imposible, no depende tanto de la realidad, sino de mi capacidad de afrontar retos. Los pilares de una personalidad madura son: capacidad de abordar lo arduo; capacidad de retardar el deleite; capacidad de reconocer al otro como “otro yo”; capacidad de decidir atendiendo a lo real. Retrasar el deleite es el principio de la templanza, es educar el mundo emocional.
Hay sólo dos cosas que quiero saber, le dijo San Agustín a Dios: quién eres Tú y quién soy yo. Dios quiere que le amemos con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra voluntad. El pecado es desobediencia y separa al alma de Dios y de sí misma, aliena, nos rompe. Nos rompemos cuando decidimos ser lo que no somos.
No vivimos en una sociedad pagana sino en una sociedad descristianizada, ¿qué puede salvar nuestra civilización? Ninguna civilización se ha salvado sin fortalecer a la familia. Este es el fundamento principal de la sociedad y se va a colapsar sino se restaura, ¿cómo? Los santos salvan las civilizaciones. ¿Cuántos santos? No lo sabemos. Ratzinger afirma que la Historia de la salvación la hacen muy pocos.
Jesús es la luz que ilumina a todo ser humano que llega al mundo, redime a todos pero no todos corresponden. ¿Cómo lo conocemos? A través de los que lo conocen mejor, los santos. Tenemos la tarea de vivir las virtudes pero no bastan las virtudes solamente. El universo físico es hermoso, eso nos hace suponer que el universo espiritual también lo es, y mucho más. Madre Teresa llevó a que muchos se enamoraran de Jesucristo por su vida y sus obras. Decía: Dios no nos puso en este mundo para tener éxito sino para vivir de fe.
Lo que temes, las tentaciones que tienes, son parte del plan de Dios, confía en Él. La gente sufre porque pierde la vida de fe, porque creen que no necesitan a Dios, que ellos pueden solos, y lo ignoran. La perversión siempre es la perversión de algo o alguien bueno. El primer reto es ser hombre de principios, de convicciones, y eso implica varios pasos: buscar la verdad, encontrarla y –una vez encontrada- comprometerse con ella. Para buscar la verdad desinteresadamente hay que vivir los Diez Mandamientos, que son de ley natural.

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