¿En quién tienes puesta tu confianza?
¿Tienes
puesta tu confianza en ti, en tu belleza, en tus dotes, en tu familia, en el
dinero, en el poder? Un católico practicante pone su fe sólo en Dios y en las
cosas de Dios. La fe tiene capacidad para iluminar toda la existencia del
hombre; cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo.
No se trata de razonar mucho sino ver las cosas desde las causas altísimas. Un
santo decía: “¡Con la fe, la fe, la fe!... todo es posible; sin la fe, nada es
posible.”
A Dios hay que pedirle
todo menos explicaciones…, con el paso del tiempo entenderemos lo que ahora no
se entiende. Dios permite muchas cosas para afianzarnos en la fe; nos prueba a
través de tentaciones. El demonio pone de su parte pesimismo, ansias,
angustias, temores e imaginaciones que nos llevan a perder la paz. Si luchamos
por ser humildes, venceremos. Entre menos aparece el yo es más fácil la
convivencia con los demás.
San
Agustín le pedía a Dios que le acrecentase la fe. Le pedía que no permitiera
que le negara con los desvaríos de su vida, ni le ofendiere con la negligencia
o la tibieza de su alma. Y llama a la fe “dulzura y gozo del alma”
Existe
un vínculo entre la pureza de corazón, la del cuerpo y la de la fe (CEC 2518).
Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan
a Dios; obedeciendo, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y
purificando su corazón, comprendan lo que creen” (San Agustín, fidet symb. 10, 25).
Un amigo fue a Argelia a
trabajar. Llegó el domingo y preguntó: “¿Dónde hay una iglesia católica?”. Le
respondieron: “No hay, bueno, hay un monje o sacerdote en medio del bosque”.
Preguntó a sus colegas que si querían ir a misa. Pensó tomar un taxi pero como
vinieron 50 pidieron varios taxis. Llegaron al lugar y preguntaron si podían
escuchar una Misa. El sacerdote empezó la Misa, y estaba emocionado en el
ofertorio y más en la comunión. Se sentaron a hacer la acción de gracias en la
Iglesia y oyeron que el sacerdote sollozaba. Le dieron las gracias y le dieron
una limosna de parte de todos los asistentes. Le preguntaron si necesitaba
algo. El sacerdote les comentó que ese día era el 50 aniversario de su
ordenación, entonces le había dicho al Señor: “No dejes que lo pase solo”. Vio
que vinieron 50 personas, una por cada año de su aniversario y estaba
conmovido.
La fe no es creer que yo
puedo, la fe es creer que Dios puede.
La fe no la establece la
razón, sino la Sagrada Escritura y la Tradición.
La fe es la respuesta
amorosa al amor de Dios manifestado en Jesucristo. La pregunta más importante
que Jesús hace: ¿Quién dicen que soy yo?
Dios nos podría decir:
Eres único e insustituible en el lugar en que estás, en el momento en que
vives, en la situación que he dispuesto para ti. Yo te necesito para esta
parcela del mundo, para este momento de la historia. Yo puedo divinizarlo todo
si tú me lo permites. Con tu fe te encuentras Conmigo; con tu esperanza te
adhieres a mí con tu amor, unido al mío, construimos el mundo (cfr. Ricardo
Sada, Oír tu Voz, Minos, pp. 88-89).
Benedicto XVI enseña que
«la escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de
sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los
días».
Cuando
la fe se ha perdido también se pierde la verdadera comprensión de los
acontecimientos humanos. El ambiente actual es enormemente sofisticado pero
superficial. Aunque el cristianismo es una religión, contiene un repertorio de
verdades que confiere respuesta a las cuestiones más arduas, por eso su
contribución a la filosofía de Occidente ha sido la de más alcance de toda la
historia de la humanidad.
Y es que donde no hay fe,
desaparece la paz, y con ella la civilización y el progreso, introduciéndose en
su lugar la confusión de ideas, la división de partidos, la lucha de clases y,
en los individuos, la rebeldía de las pasiones.
El hombre tiende por
inercia a lo natural, a lo visible. La fe es un cambio que hay que hacer todos
los días; sólo en una conversión que dure toda nuestra vida podemos percatarnos
de lo que significa la frase “yo creo”. Jesús nos podría decir a más de uno:
“No puedo plantar mi huella en un corazón de piedra”.
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