La tenacidad
Al director de las misiones extranjeras se le
presentó un muchacho que deseaba ser misionero. El director tenía la impresión
que se trataba de un entusiasmo pasajero, y aún así, lo envió al médico para su
revisión y ver si era capaz de sobrellevar la vida en un clima tropical. El
médico lo revisó y le dijo: “Lo siento, usted no puede ir a las misiones porque
viviría sólo un año”. El joven le comunicó el resultado al director. El
director le preguntó: “¿Está usted dispuesto a ir para allá un año y morir luego?”.
El joven respondió: “Sí, estoy dispuesto”. “Entonces vaya en el nombre de Dios”.
El joven se fue a las misiones y trabajó allá más de 50 años. Cuando Dios
quiere que un hombre le sirva, lo hará, aunque no existan las condiciones
indispensables.
Alfonso Aguiló agrega algo más: La historia es de Antoine de
Saint-Exupéry, en Tierra de hombres (Terre
des hommes), donde narra la aventura de un piloto cuyo avión se había
estrellado en los Andes, y que tras una increíble travesía apareció destrozado
pero vivo. Aquel hombre tenía un montón de razones para dejar de luchar por
salvarse: no conocía el camino, era casi seguro que todo aquel sobrehumano
esfuerzo no serviría para nada. Estaba solo, perdido, roto de golpes, de
fatiga, de cansancio. Derribado a cada paso por la tormenta, en una zona de la
que se decía: Los Andes en invierno, no
devuelven a los hombres.
«He hecho lo que he podido y ya no tengo esperanzas, ¿por qué
obstinarse en este martirio?» Le bastaba cerrar los ojos para borrar del mundo
las rocas, los hielos y las nieves. Y ya no habría golpes, ni caídas, ni
músculos desgarrados, ni hielos abrasadores, ni ese peso de la vida que tenía
que arrastrar tan pesadamente. Pero Guillaumet piensa en su mujer, en sus
hijos, en sus compañeros. ¿Quién podrá mantener a esa familia que le aguarda en
algún lugar de Francia si él se detiene? No, no les podía fallar. Ellos le
querían, le esperaban. ¿Qué pasaría si supieran que estaba vivo? «Si mi mujer
cree que vivo, cree que camino. Los compañeros creen que camino. Todos tienen
confianza en mí, y soy un canalla si no camino». Cuando volvía a caerse,
repetía esas palabras. Cuando las piernas se negaban a avanzar más; cuando los
huesos todos de su cuerpo gemían entumecidos por el frío y el cansancio; cuando
después de bajar tenía que volver a subir, como en un carrusel que no acababa
nunca, volvía a repetir el mismo estribillo: «si creen que vivo, creen que
camino, y soy un canalla si no sigo».
Cuando lo encontraron, su primera frase fue como resumen de su
tenacidad extraordinaria: «Lo que hice, te lo juro, ningún animal lo hubiera
hecho». Saint-Exupéry lo comenta así en su obra: Ésta es la frase más noble que
conozco, una frase que sitúa al hombre, que le honra, que restablece las
jerarquías verdaderas.
Cuando a Guillaumet está exhausto y le abruma saber que
es casi imposible que llegue a encontrar a nadie en aquellas montañas, rechaza
la voz del agotamiento, que le incita a tirarse al suelo y renunciar. El animal
sólo soporta el agotamiento cuando está espoleado por impulsos básicos, como el
miedo; sin embargo, el hombre ha multiplicado los motivos para sobreponerse y
aguantar: los valores que influyen en su conciencia pueden ser sentidos, como
sucede a los animales, pero también pueden ser pensados. Cuando los sentimos, sólo
experimentamos su atracción o su repulsión; cuando los pensamos, podemos ver lo
valioso aunque casi no sintamos nada.
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