Como una mosca en día de calor
Con el
rencor las heridas no cicatrizan nunca; por eso es tan tóxico en el
plano psicosomático y en el espiritual, constituyendo muchas veces el hábitat adecuado
para el desarrollo de tumores. Curar el rencor es una labor de sanación
interior, esa curación se consigue con el perdón. El perdón es un acto de
nuestra voluntad, que con la ayuda de Dios escoge desechar la venganza, lo que
implica dejar de acusar, de juzgar, de perseguir y castigar al agresor o al
otro. En cambio, se le desea el inmenso bien de que se arrepienta. Necesitamos
sentirnos perdonados por Dios para ser capaces de perdonar. (cfr. Javier Luzón, Las seis puertas del enemigo, Ed. Altolacruz,
España 2017, p. 112s).
El Papa Francisco comparó el rencor a una mosca en día de
calor. Y pregunta: ¿Te lo llevarás a la tumba? ¡Cuántas lágrimas y sufrimientos
podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fuesen el camino de nuestra
vida! ¡Cuántas familias desunidas! ¿Cuántos hermanos y hermanas que guardan
rencor! Hay que reconciliarse cuanto antes. La Siracide dice: “Recuerden el
final y dejen de odiar”. En cuanto menos lo pensemos, estaremos en un ataúd.
En el rencor hay culpa. En rencor es un sentimiento de
hostilidad o de gran resentimiento hacia una persona a causa de una ofensa o un
daño recibido. El resentimiento
es ira reprimida”. Cuando hay resentimiento estamos siempre de mal humor, nos
quejamos de todo, nos volvemos sarcásticos e hirientes, todo criticamos, todo
nos parece mal.
El resentimiento nos
lleva a culpar y responsabilizar a otro por las aflicciones personales, por la
ofensa o por la falta de alegría, y no se busca la respuesta dentro de uno
mismo. Cuando no se cumplen las expectativas, quieres controlar todo y tienes
planes y proyectos inflexibles e inamovibles.
Emmanuel Kant decía:
“La impaciencia es la debilidad del fuerte y la paciencia la fortaleza del
débil”.
Heráclito
de Efeso escribió: Hay que mostrar mayor rapidez
en calmar un resentimiento que en apagar un incendio, porque las
consecuencias del primero son infinitamente más peligrosas que los resultados
del último; el incendio finaliza abrazando algunas casas a lo más, mientras que
el resentimiento puede causar guerras crueles con la ruina y
destrucción total de los pueblos.
El resentimiento es
volver a sentir pero tratando de no sentir, pero hay ira y enojo. Es como un
veneno que altera la salud interior. “El resentimiento es ira reprimida”.
Cuando hay resentimiento, dice Gloria Eva “estamos siempre de mal humor, nos
quejamos de todo, nos volvemos sarcásticos e hirientes, todo criticamos, todo
nos parece mal”.
El resentimiento nos
lleva a culpar y responsabilizar a otro por las aflicciones personales, por la
ofensa o por la falta de alegría, y no se busca la respuesta dentro de uno
mismo. Cuando no se cumplen las expectativas, quieres controlar todo y tienes
planes y proyectos inflexibles e inamovibles.
Si hay un enfermo en
casa o un dolor, se disimula, se tapa esa molestia para que no duela. Se
entierran los sentimientos que afligen y eso da como fruto el rencor y el
resentimiento, por falta de valentía para afrontar los problemas. Se guarda el sentimiento o la ofensa, no se
perdona, se queda dentro y se vuelve a experimentar una y otra vez aunque el
tiempo transcurra. Así, poco a poco, esa persona se vuelve antisocial, agresiva
y desconfiada. Piensa que todos la agraden.
Cuando se habla de lo
que se lleva dentro, la persona piensa con más profundidad con ayuda de quien
la escucha. Al describir el enojo o el
resentimiento, éste pierde fuerza, y disminuye su influencia en nosotros. Si
una persona está muy dolida y enojada, puede escribir lo que siente y romperlo
una semana después. Es importante liberar el sentimiento de manera adecuada. A
muchas personas les ha ayudado hacer verdadera oración. Contarle a Dios, con el
corazón en la mano, lo que afecta.
Francisco Ugarte,
filósofo mexicano, tiene un libro sobre el tema titulado “Del resentimiento al perdón” (Ed Panorama), que es todo un tratado
de cómo manejar la susceptibilidad, tan propia de nuestro pueblo. Afirma que el
resentimiento aparece como reacción a un estímulo negativo que hiere el propio
yo. Luego agrega que “la voluntad débil es también origen de resentimientos”,
pues “al no alcanzar lo que desearía, la voluntad influye sobre el
entendimiento para que éste deforme la realidad y quite valor a aquello que no
ha podido conseguir”.
Ante una corrección
muchas veces nos podemos sentir descalificados, devaluados o menospreciados. En
suma, nos podemos sentir muy poca cosa. Y estos sentimientos son los que debemos
de trabajar, meditando por qué nos va mal en las relaciones humanas. A veces no
se aceptan las propias circunstancias o limitaciones. Nos falta aceptarlas y
aceptarnos con amor.
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