La inocencia de los niños
Nuestro mundo actual ha
dejado de ser inocente. Hannah Arendt pensaba que el milagro que salvará al mundo es la natalidad. Los niños que llegan
al mundo encierran un poder transformador y esperanzador.
Las ideologías pretenden
que se pierda la naturaleza, la racionalidad y la trascendencia. Por ello María
Calvo propone llevar a cabo la
revolución del amor desde la familia. Si los padres procuran hacerse
felices el uno al otro, sus hijos van a ser felices y van a tener un buen
modelo. Los padres han de ser custodios de la inocencia de sus hijos.
Los niños y jóvenes
tienen hambre de amor y de verdad. Algunos llevan heridas que Jesucristo y su
Iglesia pueden sanar, y también ayudan mucho las buenas amistades. Todos
tenemos capacidad de restaurarnos.
Hoy se discute en qué
momento de la gestación una persona tiene derecho a vivir. Algunos que
dicen que un hijo es persona desde el momento en que empieza a latir su corazón
o desde que tiene actividad cerebral. Pero recordemos esto: un ser humano no tiene que llegar a
demostrar que merece vivir. Los demás tenemos la obligación de respetar su
vida (Marcial Padilla).
La embriología y la biología molecular modernas
demuestra que el cigoto es un ser humano, es decir, es una persona distinta a
la madre. Quienes niegan esta realidad y desacreditan a la ciencia defienden la
ignorancia y el oscurantismo, pues colocan su ideología y sus creencias
personales, por encima de la evidencia científica.
Pero hay algo más que agregar sobre este punto: La legislación mexicana en
materia de salud, y las políticas de salud públicas que se realizan a través de
la SSA, el IMSS y el ISSSTE procuran cuidados prenatales para el buen desarrollo
del embrión y la prevención de enfermedades desde el útero. Las instituciones
de salud y el Estado mexicano reconocen que la persona no nacida es un ser
humano y le procuran su bienestar.
Mientras tanto, la ideología abortista afirma que las personas adultas pueden
negarle a una persona por nacer la dignidad, el derecho y la personalidad.
Según convenga a la madre, o a sus explotadores, un embrión humano puede ser
considerado una persona o un “producto”.
Como resultado, la protección de una persona y su
reconocimiento quedan sujetos a la voluntad de otra persona. Arbitrariamente se
puede decir cuándo es un infante por nacer y cuándo se es una cosa sin
derechos. Es un pésimo precedente legal, cuando se considera, además, que se
discrimina a la persona por nacer en
razón de su edad.
Autoras feministas como Christina Hoff Sommers y
Jane Haaland, demuestran que el feminismo abortista es una facción que lejos de
representar el interés de todas las mujeres, en realidad defiende una posición
elitista, que desprecia a las mujeres que de manera voluntaria eligen el
ejercicio de la maternidad.
En España y Argentina se han realizado entrevistas que demuestran que por lo
menos la mitad de los abortos considerados voluntarios NO lo son en realidad.
Entre las menores de edad pesa la presión de la familia, mientras que entre las
mujeres adultas las principales razones para abortar son la presión de la
pareja, de sus empleadores y de las redes de explotación. Diversos estudios
demuestran que 73 % son de los abortos que se realizan son por miedo, y no por el ejercicio de la
libre voluntad de decidir. Estos responden al interés del sistema de
explotación psicológica, laboral y sexual, del que supuestamente se trata de
liberar a la mujer. Es falso que el aborto libere a la mujer de un yugo, cuando
se acredita que en realidad el aborto beneficia a sus explotadores. Y a la
mujer la deja devastada.
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