Virtudes
Virtudes
humanas y carácter
Rebeca
Reynaud
Cuando una persona nos cae bien, pensamos: “Esta
persona ¿qué tiene?”. Vemos que es alegre, servicial, sencilla. Tiene virtudes
humanas. Las virtudes humanas
embellecen la personalidad. Cuando una persona nos cae mal, analizamos “¿por
qué cae mal?” Y vemos que es voluble, pesimista, impuntual, mentirosa, egoísta
o vanidosa. ¿De qué carece? De virtudes humanas.
“Las virtudes humanas son actitudes firmes,
disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la
voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra
conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para
llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica
libremente el bien.
Las virtudes morales se adquieren mediante las
fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos.
Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor
divino” (CEC, n. 1804).
Una virtud es un hábito operativo bueno en contraste con
el vicio que es un hábito operativo malo. El desarrollo de las virtudes
realimenta el entendimiento y la voluntad de tres modos. Se trata de la
firmeza, la prontitud y de un cierto agrado para hacer las cosas.
Hay que
cultivar las cualidades del carácter,
ya que las virtudes de la persona determinan sus respuestas frente a cualquier
circunstancia: Benevolencia vs. Egoísmo; Bondad vs.
Aspereza; Compasión vs. Indiferencia; Contentamiento vs. Codicia; Deferencia
vs. Descortesía; Diligencia vs. Pereza; Discreción vs. Simpleza; Disponibilidad
vs. Egocentrismo; Dominio propio vs. Desenfreno; Entusiasmo vs. Apatía;
Flexibilidad vs. Resistencia; Generosidad vs. Mezquindad; Gratitud vs.
Ingratitud; Hospitalidad vs. Soledad; Humildad vs. Orgullo; Mansedumbre vs.
Ira; Obediencia vs. Obstinación; Paciencia vs. Desasosiego; Perseverancia vs.
Desaliento; Sabiduría vs. Necedad; Seguridad vs. Ansiedad; Sensibilidad vs.
Dureza; Magnanimidad vs. Pusilanimidad; Veracidad vs. Engaño.
En términos generales las virtudes tienen por
objeto hacer al hombre como debe ser. La firmeza
significa que la virtud reafirma a la persona en lo que está haciendo. La prontitud quiere decir que la virtud
crea una capacidad de obrar bien con más facilidad. Y, por último, la virtud
permite a la persona conocer, en parte, la felicidad porque le permite actuar a
gusto, con satisfacción.
Pero convendría
comentar el gran peligro de estos hábitos: el que en lugar de ser virtudes lleguen
a ser nada más que rutina. Rutina porque los actos no tienen ninguna finalidad,
es decir, no hay objetivo.
En el desarrollo de
cualquier virtud humana —dice David Isaacs— existe la posibilidad de mejora en
dos aspectos: la intensidad con la
que se vive y la rectitud de los motivos.
Si se entiende que esos motivos son rectos, porque coinciden con la verdad,
podemos llegar a decir que la madurez
natural del hombre es el desarrollo armónico de las virtudes humanas.
Las virtudes humanas
se resumen en las cuatro virtudes cardinales.
Todo acto de virtud
debe de ser prudente, justo, fuerte y templado.
La Prudencia dispone la razón práctica
para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los
medios justos para realizarlo.
La Justicia consiste en la constante y
firme voluntad de dar a cada uno lo suyo.
La Fortaleza asegura, en las dificultades,
la firmeza y la constancia en la práctica del bien.
La Templanza modera la atracción hacia los
placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados.
San Agustín describe
así las virtudes cardinales: “templanza
es el amor que se mantiene íntegro e incólume para Dios; fortaleza es el amor
que todo lo soporta fácilmente por causa de aquello que ama; justicia es el
amor que observa el orden recto, porque sólo sirve al amado; prudencia es aquel
amor que sabe distinguir bien entre lo que es ventajoso en su camino hacia Dios
y lo que puede ser un obstáculo”.
¿Qué es la generosidad? La generosidad “actúa en favor de otras
personas desinteresadamente, y con alegría, teniendo en cuenta la utilidad y la
necesidad de la aportación para esas personas, aunque le cueste un esfuerzo” (La educación de las virtudes humanas, cap.
IV).
La generosidad nunca
nos debe llevar a satisfacer los caprichos de los demás. Educar en la
generosidad es fundamental para que la persona llegue a su plenitud, para que
se autoposea y para que sirva mejor a Dios y a los demás, ya que el ser humano
está hecho para la donación.
Las virtudes naturales
constituyen como un punto de apoyo
para las sobrenaturales. Contribuyen a la perfección de las realidades humanas.
Ayudan a realizar el trabajo con perfección y alegría, a amar a Dios y a los
hombres.
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