Que el pecador se ame a sí mismo
Cristo dijo: “No he venido a llamad a los justos sino
para los pecadores” (Lucas 5, 32). Soy pecador de nacimiento. Si me sé pecador
y me amo, me trataré con dulzura. Que el pecador se ame a sí mismo, es lo que
Dios nos pide. Convertirnos en insoportables para nosotros mismos no es sano ni
cristiano. ¿Somos imperfectos? Sí, claro. Pero nos falta aceptar nuestra
fragilidad.
Cuando el amor propio se turba e inquieta por ser
imperfectos hemos de considerar que es humanos serlo y mejor aún, reconocerlo. Mientras
no nos amemos a nosotros mismos, no amaremos a los demás, y luego pasamos a descalificar
a los demás.
No hay desesperarnos ni desanimarnos por nuestros
fallos. No entrar en esa rueda de
autocompasión y enfado que en el fondo muestra mucho orgullo. Cuando yo no me sé pecador, me fastidia
verme imperfecto. Por no aceptar mis imperfecciones y mis defectos, creo
tensiones en mí y en los demás.
Aconseja San Francisco de Sales: Hay que tener un
desagrado de nuestras faltas, pero un desagrado tranquilo, sereno y firme.
Malbaratar
una vida al grado que los demás no reciban el cariño que deben recibir de mí,
eso es lo que me debe doler. Sin embargo, cuando las reacciones
son de enojo o coléricas, responden a nuestras inclinaciones personales, más
que a nuestras faltas. Si soy miserable, no me ha de admirar que sea mezquino,
cicatero, egoísta, a veces.
Cuando tu corazón caiga, levántalo con dulzura, sin
admirarte de que haya caído. ¿Por qué me sorprendo ser débil? Lo eres, sin embargo,
detesta con toda tu fuerza la ofensa que has hecho a Dios.
“Señor, enséñanos a valorar el mal del pecado y a
tratar con dulzura al pecador. Tú lo tratas bien, pero te duele la ofensa. Que
me duela la ofensa a ti y no la debilidad nuestra, porque la imperfección nos acompañará hasta el último día de nuestra vida.
Se trata de atrevernos a cambiar. Hay cosas que nos
hacen daño, nos alejan de Dios y cuesta mucho cortar con lo que sabemos que no
va con la Ley de Dios. Dios no nos quita nada y nos da todo. Cuando se corta
con el pecado sentimos que dejamos parte
de nosotros mismos, ¡duele!, pero es necesario hacerlo para meternos por
caminos de amor y luz.
Dios
te ama
Dios le dice a la mística italiana, Luisa Picarreta, “quiero que sepas qué sufrí, por qué sufrí
y qué obtuve, para que te puedas unir a mi Pasión”. Luego explica que su
Pasión no es un hecho pasado, un hecho que fue, sino que está siendo, en el
plano de Dios la vida de Jesucristo está presente siempre. “Cuando comprendas
esto podrás trasladarte al no tiempo, donde Yo estoy, para que puedas unirte
Conmigo, acompañarme y padecer junto conmigo. Esta es la mejor reparación
porque reparas con mis mismas reparaciones”.
Le explica a la Sierva de Dios que él reparó al Padre eterno, y que
ahora falta quien repare a Jesús. ¿Cuál es la Voluntad de Dios? Que cumplamos
el fin para que fuimos creados.
Adán vivía en perfecta armonía y amistad con Dios, en
cuanto hace su propia voluntad y deja, por tanto, de hacer la de Dios, se
frustra.
El mayor sufrimiento de Jesús fue el abandono en el
que estuvo y en el que está. No quiere estar solo, hay por tanto que entrar al
no tiempo, para acompañarlo. “La mera presencia vuestra conmigo, consciente,
estará salvando el abandono que padecí en Getsemaní”. Con nuestros sufrimientos
podemos reparar los pecados nuestros y los de otros, que son ofensas hechas a
Jesús. Con eso el valor nuestros sufrimientos adquieren otra dimensión, si los
unimos a la Pasión de Jesucristo.
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