Ecología y señorío del hombre
El término “ecología” se aplica a las relaciones del
hombre con la naturaleza. El don de la tierra ha sido otorgado al hombre para
que así glorifique a Dios.
San Juan Pablo II enseña que toda forma de vida debe
ser respetada cuidada y amada. El
respeto a la creación deriva del respeto a la vida y la dignidad humanas
(cf. Declaración de Venecia,
10-IV-2002).
Al observar la naturaleza, el alma contemplativa se da
cuenta de que cada pequeña cosa trae un “te amo” de Dios para el ser humano.
Para salvaguardar la naturaleza, “el problema decisivo -afirma
Benedicto XVI- es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta
el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la
concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones
humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de
la ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción
pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la
educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas” (Caritas in veritate, 29-VI-2009, n. 51).
El valor de la vida animal y vegetal adquiere su pleno
sentido si se pone en relación con la vida humana. Se advierte una obsesión en
algunos por negar toda preeminencia a la persona humana, y se lleva a cabo una
lucha a favor de otras especies, que no desarrollamos para defender la igual
dignidad entre los humanos. En nuestro corazón debe haber compasión y
preocupación por los demás seres humanos.
El
respeto a la naturaleza
La naturaleza es obra de Dios; su valor no es el que
el hombre quiera darle. Está al servicio de su perfección como persona, no al servicio
de sus caprichos o de su utilidad.
Por eso hay una dimensión moral en el uso de la naturaleza.
La responsabilidad ecológica implica la conversión, el
cambio interior de la persona. Nos toca ser protectores de la obra de Dios, es
parte de una existencia virtuosa. El
egoísmo es una de las causas del agotamiento de los recursos naturales.
Nos incumbe la tutela del medio ambiente. Contribuir al saneamiento del ambiente
afecta a todos los hombres, dice Tomás Trigo, es decir, todos podemos
contribuir a la educación de la conciencia ecológica.
La
imagen de Dios en el hombre
En cuanto a su cuerpo, el hombre tiene cierta afinidad
con los animales. Vi un video donde una
oranguntán daba a luz a su hijo en tres segundos, besaba a su bebé y luego
lo ponía junto a su corazón con afecto. Una ternura de madre. ¡Se parece a
nosotros en algo!
En su dimensión espiritual, tiene afinidad con Dios,
ya que está hecho a imagen de Dios posee un alma inmortal. Dios le dio el
mandato de someter y dominar la tierra. Su tarea es “cultivar el jardín” y
dominar a las demás criaturas.
El hombre debe acercarse a la creación con
providencia amorosa, es decir, con sabiduría y rectitud, y no con
ambición de explotar, sin ningún reparo, a los seres humanos y a los bienes de
la tierra.
El ser humano tiene la misión de mejorar el mundo, no
de destruirlo. En el siglo XIV los portugueses fueron los primeros en exportar
africanos a occidente. En el siglo XIX algunos países europeos querían tener un
pedazo de África para enriquecerse. Se olvida que no somos dueños de la creación, sino administradores, y nuestros
semejantes tienen los mismos derechos que nosotros.
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