La actuación pública de los católicos
A muchas personas les tiene sin cuidado la política. No se han dado
cuenta de que en la política les va desde el precio de los jitomates y el alza
de la gasolina hasta la vida propia y la de los suyos. Hay que interesarse por
la marcha del mundo. Es importante cumplir nuestros deberes cívicos. Hay que
saber en quiénes depositamos los destinos de la patria. La historia, la
literatura y el arte nos revelan que no hay nadie demasiado diferente, no hay
sino una única humanidad que sueña, sufre, ríe, llora, adora y espera.
El
doctor Carlos Llano decía: “nosotros queremos proliferar un modelo de persona
donde lo verdaderamente significativo es el modo de relacionarse con los demás, es así como nos individuamos,
no aislándonos, no compitiendo, sino buscando las relaciones originales con los
otros, porque yo solamente seré persona en la medida en que logre que los demás
sean personas también”.
Algunas y algunos políticos exigen un Estado laico donde nadie imponga
sus ideas. Ese político(a) es el primero que impone sus ideas laicistas –que no
son neutrales: es ya tomar postura-, a un país formado en un 85% de católicos.
Impedir
la difusión social de los principios cristianos, aparte de una injusta
discriminación (cuantas facilidades se dan a las más extravagantes e infames
opiniones), es privarnos no sólo de una esperanza de salvación, sino también
del arsenal de principios que nos permiten la recuperación de la excelencia y
de la dignidad agredida.
El
compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha
expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en
la acción política. Es preciso un cristianismo a la altura de los tiempos.
Hoy, casi
todo se fundamenta en las estadísticas y se acepta por consenso. Robert
Spaemann que escribió: “Las
condiciones de supervivencia de la humanidad no están sujetas a votación: son
como son” (desde 1992 Spaemann es profesor emérito de
Los
relativistas y los escépticos consideran que aceptar cualquier creencia es algo
servil, una torpe esclavitud que coarta la libertad de pensamiento e impide una
forma de pensar elevada e independiente.
El
cristianismo constituye la raíz de los principales valores que sustentan
nuestra civilización. “Habría que recordar no sólo la contribución del
cristianismo a la supervivencia y difusión de la cultura antigua clásica, sino
también su labor de creación de las más elevadas obras, desde las catedrales al
gregoriano, desde la mística a Bach. El olvido
de la religiosidad y de las epifanías del espíritu es una de las causas
fundamentales de la degradación de la cultura contemporánea”, dice Ignacio Sánchez Cámara.
El
cristianismo, y la religiosidad en general, constituyen un poderoso instrumento
para mejorar el mundo, siempre que se supere la tentación del fanatismo.
Siempre que no se olvide que la moral
cristiana es, ante todo, una invitación a la reforma personal.
Contradicciones del relativismo
El relativismo,
al no tener una referencia clara a la verdad, lleva a la confusión global de lo
que está bien y lo que está mal. Si se analizan con un poco de detalle sus
argumentaciones, es fácil advertir que casi todas suelen refutarse a sí mismas:
*
"La verdad no es universal" (¿excepto esta verdad?).
* "Nadie puede conocer la verdad" (salvo tú, por lo que parece).
* "La verdad es incierta" (¿es incierto también lo que tú dices?).
* "Todas las generalizaciones son falsas" (¿esta también?).
* "No puedes ser dogmático" (con esta misma afirmación estás
demostrando ser bastante dogmático).
* "No me impongas tu verdad" (tú me estás imponiendo ahora tus
verdades).
* "No hay absolutos" (¿absolutamente?).
El deber y el derecho de los cristianos a estar presentes en la vida
pública, se sustenta en el reconocimiento del valor cristiano de las realidades
terrenas. No se reduce la vida pública a la vida política, sino que es mucho
más amplia. Existen ámbitos relevantes que deben de ser respetados y protegidos
por el Estado: el entorno familiar, la cultura, las relaciones económicas y
laborales, los derechos humanos universales, etc.
Las nuevas situaciones reclaman hoy la presencia de los fieles laicos en
todos los campos. A nadie le es lícito permanecer ocioso. Muchos católicos han
dejado el campo de la política. No se trata de que todos seamos especialistas
en política, pero sí se debe de conocer un mínimo sobre el bien común y de la
administración pública y del gobierno civil, porque sin esta comprensión no
puede haber crítica constructiva ni opciones inteligentes.
La participación
activa en la sociedad en la que se vive en consecuencia de la vocación divina
del cristiano corriente, que no puede desentenderse de los problemas de sus
semejantes, ni dar la espalda a las necesidades de su ambiente.
Cuestiones
urgentes
1. Promover la dignidad de
cada persona. La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de
todos los hombres entre sí. Habría que recordar que, lo que el
hombre piensa de sí mismo depende de que exista Dios o no.
“Vivir y actuar políticamente en conformidad con la
propia conciencia no es un acomodarse en posiciones extrañas al compromiso
político o en una forma de confesionalidad, sino expresión de la aportación de
los cristianos para que, a través de la política, se instaure un ordenamiento
social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana”( cfr. Sobre el compromiso y conducta de
los católicos en la vida política (16.I.03).
Son inaceptables las variadas formas de discriminación: racial, social,
económica, cultural, política, geográfica, etc. Hay discriminación incluso
hacia los que viven en ciertas colonias o códigos postales.
2. Derecho a la vida. El
aborto, la eutanasia, el homicidio, el genocidio y el suicidio, y cuanto viola
la integridad de la persona, degradan la civilización humana y deshonran más a
sus autores que a sus víctimas. Spaemann
dice: Si pensamos en algunos problemas
éticos contemporáneos, como la manipulación de embriones, la eutanasia o la
eugenesia, podemos ver que de algún modo está detrás la meta de un mundo sin
sufrimiento. El sufrimiento es sin duda algo negativo, pero ¿no perdemos algo
específicamente humano cuando queremos eliminar el sufrimiento a toda costa?
¿Tiene sentido cifrar el valor de una vida en la ausencia de sufrimiento?
Creo que cuando se pone el sentido de la
vida en mantener alejado el sufrimiento, la vida se vuelve muy pobre. Por
ejemplo, las penas de amor pueden ser un gran sufrimiento. Pero yo supongo que
alguien que sabe un poco de la riqueza de la vida siempre preferirá sufrir por
penas de amor que nunca haberse enamorado. Sufrir es a veces el precio que se
debe pagar. Y si no se está dispuesto a pagarlo, la vida puede volverse muy
pobre.
3. La familia es el primer
campo en el compromiso social. Y hablamos de familia en singular, ya que en
ella se incluye la familia incompleta –la de la madre o el padre soltero-, y la
familia que vive irregularidades por la ausencia de uno de los padres o de los
dos. Evitamos hablar de familia en plural, porque ya se sabe que allí de
incluye a la familia homosexual, que no es familia sino sociedad de
convivencia. “Cuando
hoy se dice que existen distintas opciones sexuales, se está desconociendo el
hecho de que una de estas opciones es constitutiva para la existencia de la
humanidad y la otra es una anomalía”, dice Spaemann.
4. Los fieles laicos de ningún modo deben abdicar de la participación en la política; es decir,
en la vida civil, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a
promover institucionalmente el bien común. Todos somos destinatarios y
protagonistas de la política.
5. Los seglares han de estar presentes en la vida educativa, en los ambientes de investigación científica y
técnica, en los lugares de creación artística y de reflexión humanista.
El filósofo no sabe nada que el resto de
las personas no sepa, pero él defiende el saber del hombre común y corriente en
contra de los sofistas. Y mientras haya sofística tendrá que seguir habiendo
filosofía
6. Actualmente, el camino privilegiado para la creación y transmisión de
la cultura son los medios de
comunicación social. Urge que estén animados por la pasión de la verdad, la
defensa de la libertad y del respeto a la persona y a su intimidad.
Dios nos pedirá
cuentas si no procuramos intervenir en las obras y en las decisiones humanas,
de las que depende el presente y el futuro de la sociedad.
Benedicto
XVI: “indudablemente el fin de la política es crear un justo ordenamiento de la
sociedad, en el que a cada uno le es reconocido lo suyo y ninguno sufre
miseria. En este sentido, la justicia es el verdadero objetivo de la
política, así como lo es la paz que no puede existir sin justicia. Por su
naturaleza
Sabemos
que el gobierno requiere más de principios morales que acuerdos
internacionales. La corrupción que existe y
permea casi todo es un obstáculo para el desarrollo económico.
“La
suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de
transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y razones para
esperar” (GS 31,3).
Una amiga me decía: “Varios
de nuestros "candidatos a presidente" cargan un pesado historial
contra la fe religiosa. Así que, ¿quién puede asegurarnos que no van a
perseguir a la religión. Si nuestros candidatos no tocan expresamente este
punto en sus campañas presidenciales, comprometiéndose con la libertad
de creencias (y especificando que van a otorgar ese respeto, no sólo
a las creencias minoritarias, sino también a la mayoritaria. Después
de todo, ¿qué tipo de democracia es, la que no valora la conciencia de cada
persona?”.
En
nombre de la libertad de pensamiento, ¿es lícito herir el sentimiento religioso
de otros? ¿Dónde comienza el derecho de expresión y dónde comienza la ofensa a
las convicciones de los demás? “El
derecho a manifestar el propio pensamiento y el derecho a profesar libremente
una religión forman parte a pleno título de los derechos humanos fundamentales
e irrenunciables universalmente reconocidos” desde hace 60 años por
Abundan
las voces que exigen que las creencias
religiosas queden relegadas al ámbito de la conciencia personal, a la
esfera de lo privado. Juan Pablo II decía: “No tengamos miedo de hablar de Dios
ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta” (Mane nobiscum Domine, n.26).
Para
concluir citamos una frase de Joseph Joubert: "Como la dicha de
un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide
una reflexión profunda."
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