Volver a la fe
El autor de El Principito, Saint-Exupery,
dice:
Lo esencial
es invisible para los ojos.
En el libro Mi vuelta a Dios,
Peter Seewald —el periodista que ha entrevistado a Benedicto XVI— cuenta que
estaba solo, de viaje en un tren, y decidió leer el Evangelio según San Mateo.
Narra: Leí –dice- como nos enseñó a leer textos un viejo profesor de mi
escuela. Acostumbraba a decir que todo escrito delata a su autor: “Puedes saber
todo de una persona, si conoces su lenguaje. No te conformes con lo que otros
han pensado o han dicho. Tú eres el primer lector. Se ha escrito sólo para ti,
y si lo estudias con los sentidos abiertos, aprenderás”. Leer el Evangelio bajo
esta luz fue estremecedor. Ninguna de las personas que yo conocía podía
escribir así. La dicción de ese texto, las afirmaciones, las asociaciones, todo
lo que decía Jesús y cómo lo decía, casi todo estaba completamente fuera del
ámbito humano. ¡Dios mío!, pensé, apoyé la cabeza en las manos y contemplé
durante mucho tiempo desde la ventana el mundo (…) Eso que acabo de leer no es
otra cosa que
Peter Seewald sigue diciendo en su libro Mi vuelta a Dios: Más adelante me pareció que los cristianos tienen
una serie de ventajas que no había visto nunca. ¿No son más naturales y al
mismo tiempo más sobrenaturales, porque intentan participar de lo invisible y
de lo infinito? ¿No tienen un mayor consuelo pues saben que sus pecados les son
perdonados? Tienen la tradición con todo lo que los hombres han vivido, han
enseñado, han experimentado a lo largo del tiempo. Tienen palabras sacras que
les dan fuerza. Se pueden alegrar mejor porque Dios les regala todo…Tienen los
artistas más geniales, los templos más bellos. Incluso tienen a los ángeles a
su lado… Y tienen
Yo no quería conocer la verdad
light de la fe. Los sacerdotes que se avergüenzan de las verdades de fe de
La fe es un planteamiento integral, sigue Seewald, “un sistema completo
de pensamiento correcto, de comportamiento correcto, ocupaciones correctas y
relaciones correctas… El cristianismo es la mejor forma y la más moderna de
vivir, y también la más libre. Es la
religión de la libertad.”
Muchas
veces no queremos depender de nadie, ni de Dios, e ignoramos que somos
indigentes. Ya el hecho de que la Tierra
tenga una órbita llamativamente ideal en torno al sol no se puede explicar sino
con la fe. Si en esa órbita se produjera tan solo una desviación del uno por
ciento, ya no sería posible la vida en ella. A veces se precisan varios siglos
para que la ciencia descubra lo que la Biblia ha dicho hace ya mucho tiempo.
Jesús
no era ningún soñador romántico. Exigió de los hombres esfuerzo, incluso el
mayor que puede pedirse: la conversión. Y esta no es posible sin la oración;
sin ella, la vida interior languidece, pierde fuerza.
A Dios hay que pedirle todo menos explicaciones…, con el paso del tiempo
entenderemos lo que ahora no se entiende. Dios permite muchas cosas para
afianzarnos en la fe; nos pone a prueba. El demonio pone de su parte pesimismo,
ansias, angustias, temores e imaginaciones que nos llevan a perder la paz. La
soberbia que nos ataca, es ver todo desde el propio yo: el yo es el centro, es
el referente, es la medida de todo. Gran parte de nuestra lucha tiene que ir
por no ser el centro, porque Dios sea el centro de la vida. El humilde reza
mucho porque sabe que solo no puede nada, y que Dios pone el incremento si hay
confianza en Él. Entre menos aparece el yo es más fácil la convivencia con los
demás.
Entre más cerca de Dios está una persona más sensible es para arrepentirse y pedir perdón, más
consciente es de que debe de cambiar. Juan Pablo II escribe: “No podemos olvidar que la
conversión es un acto interior de una especial profundidad, en el que el hombre
no puede ser sustituido por los otros, no puede hacerse “reemplazar” por la
comunidad.” (Redemptor hominis, n.
20).
Muchas
conversiones vienen precedidas por una crisis. La conversión es el paso del yo a “ya no más yo” (BENEDICTO XVIi).
Ante los obstáculos imponentes, ayuda pensar
como Tomás Moro. El yerno de Tomás Moro, William Roper, durante algún tiempo
defendió las ideas luteranas recién llegadas a Londres, pero regresó a la fe
católica y en ella se mantuvo hasta su muerte. Según el relato de Harpsfield,
Roper era muy bueno para los debates y la polémica cuando se casó con Margaret,
hija de Tomás Moro. Moro explica a su hija que después de haber debatido mucho,
ha decidido por fin no discutir más y concentrar sus fuerzas en otro lugar:
“Meg, llevo ya mucho tiempo luchando con tu marido. He razonado y
argumentado con él sobre esos puntos de
la religión, y le he ofrecido mi modesto y paternal consejo; pero veo que nada
de esto le trae a casa. Así que, Meg, ya no voy a debatir ni a discutir más con
él sino que lo voy a dejar en paz, y de esta manera tendré tiempo para acudir a
Dios y rezar por él”. Cresacre Moro añadió que a
partir de ese momento Roper fue un “perfecto católico” y un verdadero campeón
de la fe (cfr. p. xxv del libro de Álvaro de Silva,).
Benedicto XVI dijo: «La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días». «Pedro, que había prometido fe absoluta, experimenta la amargura y la humillación del que reniega: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad», indicó, mostrando la clave que hizo de Pedro un apóstol. (Audiencia miércoles, 24 mayo 2006).
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