Aprender a vivir de un modo nuevo
La iniciación cristiana ofrece “el arte de vivir”,
porque vincula con Aquel que ha venido para darnos vida y Vida en abundancia
(cfr. Juan 10,10). Jesús es el Viviente y la catequesis, al poner en contacto
con Él, posibilita recibir su vida y llegar a ser feliz.
“No
se nace cristiano, se hace”, esta afirmación de Tertuliano (siglos II-III) goza
hoy de gran actualidad.
¿Cómo
transmite la catequesis la vida de Jesús? De igual modo a
como Él lo hizo con sus discípulos y después hicieron las primeras comunidades
cristianas. Jesús les enseñaba a conocer los misterios del Reino de Dios (cfr,
Mateo 13,11), les enseñaba a orar, les inculcaba las actitudes evangélicas de
ser mansos y humildes de corazón, les iniciaba en el apostolado al decirles que
fueran de dos en dos a predicar (cfr. Lucas 10,1).
La catequesis entrega la nueva vida de Cristo formando
en su estilo de vida, lo cual lo realiza mediante las virtudes humanas
–sobriedad, justicia, templanza, fortaleza y prudencia- y las virtudes
teologales (fe, esperanza y caridad).
El
entrenamiento
Un cristiano aprende a orar, orando, diciéndole quizás
a Dios: “No sé orar, pero aquí estoy, quiero escucharte…”. Del mismo modo pasa
con la vida cristiana. Se aprende a ir a Misa con atención devoción, a recibir
los sacramentos con reverencia, con sentido de lo sacro.
Una persona llega a ser madura cuando llega a tener un
estilo de vida propia de un hijo de Dios, que le identifica como tal. La
adquisición de un estilo de vida semejante a Jesucristo no es espontánea,
requiere la gracia de la conversión.
Esto es un proceso en el cual el discípulo va configurando sus modos de
pensar, de actuar, de sentir, semejantes al de su Maestro. Todo ello debe
enraizarse en una experiencia humana.
Es bueno que el discípulo piense a media mañana, ¿qué
le he dicho hoy a Jesús? ¿Le he manifestado que le amo? Con las palabras y con
los hechos. El cristiano da gracias por cada día que se le concede, por el pan,
por el cielo azul o nublado, por el techo, por la compañía de los demás. Se
necesita una práctica de las virtudes evangélicas: del desprendimiento de los
bienes terrenos y de la pureza de vida. Todos necesitamos de los bienes materiales,
sin embargo, hemos de usar con ellos con desprendimiento, sabiendo que son
dones de Dios. Somos administradores de ellos, no dueños.
La
vida cristiana es siempre obra de la gracia. En vez de pretender conquistarla
hemos de recibirla con humildad y alegría. También se ha de enseñar la acogida
de las mociones del Espíritu que es el que verdaderamente transfiere la vida de
Cristo a los discípulos.
Juan Carlos Carvajal –miembro de la Comisión
Internacional de Catequesis- afirma que nadie
puede ser cristianos por libre, “a su manera”, cuántos pretenden serlo
pensando que la fe es algo tan íntimo que nadie puede mediar en la relación que
tiene con Dios. Jesús reúne a la familia
de Dios por la escucha de su Palabra (Marcos 3, 31-35). Jesús les pedía que
hicieran de su Persona el centro y
de su Palabra la orientación de su vida.
El Papa Francisco dice que “la comunidad está llamada
a crear ese espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia
mística del Señor resucitado”. La promesa de Jesús es clara: quien ama,
guardando sus palabras, será bendecido por el amor del Padre, que hará morada
en él (cfr. Juan 14,23).
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