Anímate a hacer algo por los demás
Hay déficit de una buena mediación entre el mundo académico y la calle, donde impera un profundo desconocimiento de la fe, un creciente “analfabetismo religioso”, como lo llamaba Benedicto XVI.
¿Qué hacer? Entre otras cosas se requiere una mayor
atención a la formación de los catequistas, profesores y mediadores en general,
mediadores entre el mundo académico y la cultura popular.
En su primera encíclica el Papa Francisco afirma que “la fe sin verdad no salva”. La fe es como un cuerpo o un organismo
vivo que requiere de todos sus miembros. No se puede tomar lo que gusta y dejar
lo que no se conoce o no agrada.
El marco de esta formación no puede ser otro que una
perspectiva teológico-práctica que nos dé el hábito de pensar teológicamente lo
que hacemos (cfr. Ramiro Pellitero, Educación
y humanismo Cristiano, Rialp).
El objeto de la teología es Dios y sus obras en nosotros,
como dijo la Comisión Teológica Internacional (2011). Por tanto, nuestra historia
y las circunstancias actuales son siempre referentes
importantes. La teología debe tener la dimensión práctica, sino sería una
teología muerta e inútil.
Nuestra tarea consiste en enseñar desde una fe vivida, y en el horizonte de esa fe.
Hace unos días, una amiga catequista –Sandra-, llevó a sus cinco alumnos de 15
años –acompañados de sus mamás o lo equivalente- a una visita al hospital X, sobre todo para escuchar lo que los enfermos quisieran contar, ya que hay gente que
tiene mucho que decir y a nadie que le escuche.
Leyeron el Evangelio del Buen Samaritano, lo comentaron
con brevedad, y luego procedieron a entrar al hospital. Una joven quemada les
contó lo que había pasado. Su padre llevó un gran bote con petróleo, pensó que
era otro líquido, y con este hidrocarburo se había provocado el incendio y el
señor se quemó su cuerpo en su casa. El señor fue enviado a otro hospital. La
hija era “un Cristo”, les quiso enseñar sus quemaduras y vieron su abdomen de
colores rojo y morado. Se desahogó y les pidió que rezaran por ella. También
pudieron conversar con los familiares de una señora con cáncer.
A la salida, tanto las mamás como los adolescentes
manifestaron sus sentimientos, quedaron impactados y decían: “¡Nosotros que nos
quejamos cuando en realidad tenemos lo necesario a nuestro alcance y tenemos
salud!”.
Esa experiencia los
marcó en el alma y quedaron con el deseo de realizar nuevas visitas a enfermos
para escuchar y consolar al que sufre. Eso es una fe vivida, una fe con obras.
¡Qué buena idea es combinar la teoría con la práctica de
las obras de misericordia!
No podemos hablar en “universal y abstracto” sin
testimonio, sin “cara”. Además, “el universal no opera”, afirma Aristóteles.
Hace unos días fui a la Casa del Migrante. Nos contaron que cada migrante se ocupa de lavar
su ropa y ayuda a mantener la casa limpia. Les falta tener ocupaciones para
niños, adolescentes, señoras y adultos. Tienen una cancha y les gusta mucho
jugar al futbol, pero tienen tal tensión interna que, con frecuencia, en dos
horas se poncha la pelota. Se desahogan con las patadas. Sería muy oportuno
conseguirles balones y/o lo que cada uno pueda dar: Clases, juegos, enseñarles
a leer y escribir, etc.
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