Amistad entre hermanos y compañeros
La primera amistad que hay que cultivar es con nuestros hermanos y compañeros de estudio y de trabajo. Un hermano es más que un amigo, es la mitad de nuestro corazón; los amigos son los hermanos que se eligen, pero los hermanos son amigos que se quieren; rezan unos dichos populares.
El beato Álvaro del Portillo escribió “filiación y amistad son dos realidades inseparables para los que aman
a Dios”. Análogamente, entre fraternidad y amistad se da una íntima
relación. La amistad alcanza su madurez cuando el bien que se desea para el
otro es su felicidad, su fidelidad y su santidad. Esta amistad no es
excluyente, sino que está abierta a los demás.
Hace años se publicó
un libro para gente joven titulado: “Siempre alegres para hacer felices a los
demás”. Y podría ser una consigna de vida. Dios nos quiere alegres y felices en
esta vida y en la otra.
El esfuerzo por hacer la vida agradable a los demás es un
empeño gustoso. Muchas veces nos encanta que nos inviten a tomar una botana o a
comer, acompañados de amigas y amigos todo se mejora, sobre todo, porque
ponemos lo mejor de nosotros mismos. Al paso del tiempo, el cariño es lo que
recordarán los que convivieron con nosotros.
Somos un apoyo para los demás cuando estamos
contentos y dispuestos a escuchar o a hablar. Somos un peso para los demás
cuando ponemos cara larga o cuando mostramos modales bruscos. Podemos decir:
“Es que me duele la cabeza”, entonces, si sonreímos, ganamos puntos ante Dios,
y si no aguantamos más el dolor, podemos retirarnos pacíficamente para no herir
a los demás.
Una de las cosas que nos hace felices es la amistad, dice
Aristóteles, y es una gran verdad. La amistad es un apoyo y un estímulo
constante para la misión que se comparte. La amistad implica llevarnos bien, no
poner barreras.
Con nuestros hermanos y compañeros compartimos alegrías y
proyectos. ¿Qué le gusta a cada uno en las fiestas? A unos el baile y las
canciones, a otros el tequila y la botana; a otros más, los chistes actuados,
los helados y los juegos de mesa.
Hay que descubrir siempre el valor de cada una de las
personas que nos rodean. Una persona tiene muchas cualidades, por eso podríamos
centrarnos más en ellas que en el defecto.
La felicidad personal
no depende tanto de los éxitos que conseguimos, sino del amor que recibimos y
del amor que damos. Y podemos pensar: “Es que no soy importante para los
demás”. Si lo eres, además, ¡eres
importantísimo para Dios!
Romano
Guardini escribía: “Quien sabe de Dios conoce al hombre”.
Conocernos unos y otros para amarnos. No cerrarnos con siete cerrojos. Sin
conocimiento no puede haber amor de amistad. También dijo Guardini: “María hizo
de Jesús el contenido de su vida. Esta es su grandeza”.
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