Ser como novios en el matrimonio
“Sean novios en el matrimonio”, les dijo recientemente el
Papa Francisco a los matrimonios de Filipinas. Se puede entender que los
casados han de vivir con la ilusión de verse cada día, de compartir
preocupaciones y alegrías, y, sobre todo, de que siempre haya respeto mutuo. El
respeto es la consideración de que alguien tiene valor por sí mismo, respeto por
las opiniones y puntos de vista; consiste en valorar los intereses, las
necesidades del otro individuo y por intimidad.
El Papa advierte que Dios nos llama a “reconocer los
peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño”.
Esto requiere de un análisis serio, personal y familiar.
Después de un matrimonio de casi veinte años, y de perder a
la mujer que amaba, Gerald Rogers escribe estos consejos que desearía haber
recibido:
1. Nunca dejes de cortejar. Enamórate una y otra vez. El cambio
vendrá y ustedes deben volver a elegirse mutuamente.
2. Siempre ve lo mejor de ella; centra tu atención sólo en
lo que amas, no en lo que te molesta.
3. Nunca la culpes si te enojas, tu enojo proviene de una
reacción dentro de ti. Si te sanas a ti mismo, ya no reaccionarás con enojo
ante ella. A medida que seas fuerte y no la juzgues, ella confiará en ti y te
abrirá su alma. Dale tiempo y atención. Trátala como si fuera tu cliente más
valioso. Vas a cometer errores y ella también; trata de no agrandar las
equivocaciones.
4. Hay que quitarse las máscaras y ser transparentes. No
somos perfectos. Aferrarse a los errores del pasado es como lanzar una pesada
ancla sobre tu matrimonio. El perdón te librará. Corta el ancla y elige el
amor.
Consolidar un matrimonio nunca es fácil, no se logra de la
noche a la mañana, se logra al paso del tiempo. Hay grandes diferencias de
caracteres y han de ser aceptadas, asimiladas y luego amadas por cada cónyuge.
No es tarea fácil pero eso no quiere decir que sea imposible. Cada pareja
atraviesa sus momentos de angustia en los que la noche oscura los arropa. Sólo
el camino del amor y el servicio puede llegar a disolver cualquier situación
difícil que se presente.
El matrimonio es un gran compromiso, requiere del trabajo
de cada día. No se trata sólo de buscar ser feliz, sino de buscar la felicidad
del otro en el mayor grado posible. Si se descuidan los detalles de cariño, hay
fracturas. Se necesita perseverancia, comunicación, perdonar y pedir perdón.
El Papa Francisco insistió en la necesidad de tener
proyectos, no sólo de progreso material, sino también de progreso cultural y
espiritual. “Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar, la vida no
crece, se pierde la esperanza. ¡Cuántas dificultades en la vida matrimonial se
pueden solucionar si damos espacio a soñar! Es muy importante soñar el amor,
¡no dejen de ser nunca novios!”
En un gesto importante habló de que “existen colonizaciones
ideológicas que quieren destruir la familia. No nacen del sueño de Dios, no
nacen de la misión que él nos da. Vienen de fuera”. Esto hace pensar en el
famoso imperialismo anticonceptivo
promovido desde hace más de setenta años por algunas agencias de la ONU, del
Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de los Estados Unidos.
El psiquiatra Juan Bautista Torelló explicaba que la gente
tiene miedo al amor porque tiene miedo a las renuncias que exige el amor, y
esta es una de las neurosis de nuestro tiempo: el miedo al amor, pero sólo el
que ama se realiza como persona. El amor elimina las neurosis y los
desequilibrios en la personalidad, típicos de nuestro tiempo.
En el encuentro “Familia y
Comunidad cristiana”, Benedicto XVI explicó que “la cuestión de la justa
relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda
del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta. No puede
separarse de la pregunta siempre antigua y siempre nueva del hombre sobre sí
mismo: ¿quién soy? Y esta pregunta, a su vez, no puede separarse del
interrogante sobre Dios: ¿existe Dios? Y, ¿quién es Dios? ¿Cómo es
verdaderamente su rostro? La respuesta de la Biblia a estas dos preguntas es
unitaria y consecuencial: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es
amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica
imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en
alguien que ama” (7 julio 2005).
Los cónyuges asumen la
responsabilidad pública de la fidelidad, que garantiza también el futuro para
la comunidad. Ninguno de nosotros se pertenece exclusivamente a sí mismo, por
tanto, cada uno está llamado a asumir en lo más íntimo de sí su propia
responsabilidad pública. Y continúa Benedicto XVI: “Las diferentes formas
actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio
a prueba», hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son por el
contrario expresiones de una libertad anárquica que se presenta erróneamente
como auténtica liberación del hombre. Una pseudo-libertad así se basa en una
banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del
hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de sí lo que quiere: su
cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable desde el punto
de vista humano, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje, que se
presenta como descubrimiento del cuerpo y de su valor, es en realidad un
dualismo que hace despreciable el cuerpo, dejándolo por así decir fuera del
auténtico ser y dignidad de la persona”.
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