Ataque frontal contra niños y jóvenes
América Latina, y México en particular, son la esperanza del mundo,
tienen una vitalidad enorme. Aquí hay aún sentido del bien y del mal, amor a la
Patria y amor a la familia. Hay quienes buscan deteriorar la situación
económica y moral, y se notan los avances: se aprueba la pastilla del “día
siguiente”, se promueve la pornografía por internet, hay
una campaña para corromper a la mujer, haciéndola frívola. El avance tenebroso
de la “cultura de la muerte” está ala vista.
En su 2ª Visita a México, el Papa dijo, en San Juan de los Lagos: Jóvenes de México, no destruyáis vuestras
cualidades y valores poniéndoos al servicio de los poderes del mal que existen
en el mundo. Cada uno de vosotros,
jóvenes amigos, sois los predilectos de la creación de Dios. Por eso habéis
sido capacitados por Dios para inundar la tierra de su gloria, de su amor,
justicia, vida y verdad (...) (8 de mayo 1990).
La familia está atacada por diversas fuerzas provenientes de los medios
de comunicación, de la música, de las adicciones y del divorcio. Nadie tiene la
sabiduría suficiente para enfrentarse a todo lo que sucede en la vida, quizás
porque no nos damos tiempo para reflexionar y para hablar con los hijos.
Hay organizaciones internacionales que desean debilitar a los pueblos
del Tercer Mundo por lo que tienen de más valioso: sus niños y sus jóvenes. Y
les ofrecen un paraíso artificial a
base de diversiones, alcohol y drogas.
La libertad de nuestros jóvenes puede quedar
prisionera a través de las adicciones. Una amiga médico que trabaja con
enfermos de esquizofrenia me comentaba que la mayoría de las personas a quienes
trata tiene esa enfermedad -de por vida- debido al uso de drogas.
El pueblo nuestro ha sido creador de identidad, de cultura, de lenguaje,
ahora ¿forma parte ya de una sociedad de masas, despersonalizada, totalmente
manejada por los medios de comunicación?
Los adultos tenemos una gran confianza en los jóvenes; pero –según
estadísticas- los jóvenes sólo piensan en dos cosas: en su salud y en divertirse. Sus conversaciones son superficiales y
salpicadas de palabras vulgares o llenas de rutina: como el rollo, la onda o lo padre. Y uno se
pregunta: ¿en dónde están los grandes ideales que los caracteriza? ¿Cómo
cuáles? Como el afán de buscarle sentido a su vida, el ideal de encontrar la
verdad, o el deseo de hacer el bien.
¡Los han debilitado! Tienen poca fuerza de voluntad. Las virtudes
fortalecen la voluntad; en cambio, los vicios la empobrecen, la estropean y por
tanto disminuyen su capacidad de amar; por eso el que tiene vicios no puede ser
feliz, o lo es muy poco porque puede amar también muy poco.
Las normas éticas son amables, pero esto sólo se sabe cuando se tienen
virtudes. La virtud es una
capacidad humana para el bien. Hay personas que, cuando advierten que llevan
una conducta meramente animal, se tranquilizan pensando que es “lo normal”, que
“lo hace todo el mundo”. En esa perspectiva Dios aparece como el mal, como
lo que turba e inquieta.
La gente no se da cuenta de que hay un plan oculto a sus ojos, a nivel
internacional, para corromperlos a través de las drogas, las sectas y de una
distribución masiva de revistas, películas y videos pornográficos, donde se que
expone una sexualidad basada en el placer, no en el amor. Quieren cambiar el
concepto de amor romántico para que se queden sólo con el placer.
Además, está la educación sexual que rompe
con la participación de los padres. Lo más grave es la distorsión de la conciencia que enseña algo malo como bueno. Esta
distorsión lleva a los jóvenes al utilitarismo sexual. Cuando se introduce el
uso de condones en un grupo de jóvenes, la actividad sexual de los chicos no
aumenta pero sí la de las chicas. Este utilitarismo sexual lleva a la
incapacidad personal para asumir lo ajeno como propio, y por tanto de
entregarse y comprometerse. ¿Qué futuro espera a las naciones con ciudadanos
tan limitados en su capacidad de entrega y compromiso?... Estamos ante una
estrategia de largo plazo que pretende sustraer de los niños la base y
fundamento de su futuro.
Y, por supuesto, se trata de borrar el interés por Dios y por lo que
viene después de esta vida: la eternidad. Una amiga, ex-atea, contaba:
-Yo afirmada rotundamente: “Dios no existe”, y deseaba estudiar para
demostrarle a mis amigos, con fundamentos, que era absurdo creer en Dios. Y
buscando la verdad sobre ello llegue a desear, ardientemente, creer en Dios...
Dios es Alguien que ha salido al encuentro del ser humano. Podemos ser
interlocutores de Alguien Absoluto. Quien lo busca, lo encuentra.
La pregunta sobre Dios está inscrita en el corazón del hombre como una
capacidad de acceder a Dios, más aún, como un deseo de infinito. La cuestión de
Dios es la cuestión más radical de toda la Teología y en el ámbito estrictamente
antropológico. Y es que la relación entre Dios y el hombre es tan estrecha que
el mismo Dios entra a formar parte de la definición del hombre. San Agustín
escribe: Se le busca para encontrarle,
porque está oculto; se le busca después de haberle encontrado, porque es
infinito.
Jesús nos explica:
“Eres único e insustituible en el lugar en que estás, en el momento en que
vives, en la situación que he dispuesto para ti. Yo te necesito para esta
partícula de materia y de vida, para esta parcela del mundo, para este momento
de historia” (Ricardo Sada, Oír tu voz, p.88).

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