¿Cambiar la ciencia por una ideología?
En este mundo hay una batalla
entre la vida y la muerte. Hay quienes cambian la ciencia por su ideología. Los
pro abortistas niegan lo que la ciencia afirma: Que la vida empieza con la fertilización. Ignoran la medicina
básica porque sustentan una ideología.
El aborto es el ‘sin sentido’ de
toda cosa. Es la muerte que vence contra la vida. Es el miedo que vence sobre
el corazón porque el contrario quiere combatir y vivir, no morir. El aborto e
elegir quién tiene derecho de vivir y quién no. Es una ideología que vence
sobre una humanidad a la cual se le quiere quitar la esperanza. Admiro a las
mujeres que entre miles de dificultades tienen la valentía de seguir adelante.
Las discusiones sobre el aborto nos ponen ante el tema del
valor del ser humano. Si hay vidas que no tienen valor – como las de los
embriones-, ¿por qué las demás vidas sí la tendrían?
Las falsas e ignorantes amigas
que aconsejan la “pastilla del día siguiente” a su amiga, la condenan a ser
estéril para el resto de su vida, y se lo toman a la liegar como si la
invitaran a tomar un helado.
Para hacer una ley respecto al
aborto hay que mirar al menos dos perspectivas: La de la madre y la del niño,
sino, es imposible que solucionemos el problema.
Una filósofa norteamericana
explica: Los verdaderos derechos humanos son para promover la vida y la
libre voluntad. Ser humano y ser bueno son la fuente y la cumbre de los
derechos humanos universales. El ser y el bien son el Alfa y el Omega de los
derechos humanos. El ser y el bien son la esencia de la vida (Janet Holl
Madigan, Universidad de Maryland, College Park).
Algunos legisladores se atienen
a las leyes. Son positivistas. No cuestionan si la ley está en armonía con el
derecho natural o sin va a beneficiar o a dañar a la persona, basta con que sea
una ley aprobada, y la aceptan. ¿Las leyes humanas son perfectas? Si así fuera,
serían inmutables, pero no son perfectas, por eso los legisladores tienen
sesiones periódicas para cambiarlas.
Como los que defienden el aborto
no tienen argumentos racionales, se cogen de las leyes, y las leyes muchas
veces están equivocadas. Todos somos responsables de lo que sucede. El aborto
sólo puede estar presente en la sociedad sobre la base de una mentira. El
aborto es la destrucción directa de un ser humano inocente. Decretar un aborto
es dar pena de muerte sin juicio.
El hijo reclama nacer del amor conyugal, y no de cualquier
manera, ya que él “no es un derecho sino un don” (CEC 2378), fruto del amor de
sus padres (cf. n 81).
Además, la familia es el santuario de la vida, no el lugar
donde la vida es destrozada (cf. n. 83).
Al aborto se le considera un
servicio de salud pública. ¿Qué tiene que ver con la salud un procedimiento al
que entran dos personas sanas y al salir, una está muerta, y la otra
completamente destruida? Muchos callan los riesgos que el aborto supone para la
madre, y, una vez hecho, ocultan los restos de su hijo muerto.
Una autoridad de Nigeria, señor
Doeme dijo: "En Nigeria tenemos el demonio de Boko Haram –grupo terrorista
islámico-; en Occidente tienen el Boko Haram del aborto: el seudomatrimonio gay
y el laicismo”.
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