AMAR ES RENUNCIAR, PARA LUEGO GANAR
“¡Quisiera huir con
mi novio!”, decía una chica adolescente, sin medir las consecuencias para ella
y para el muchacho. No hay sabiduría en ese deseo; hay una inexperiencia feroz.
En esta edad se ve el mundo color de rosa
y, por un error de este tipo, se puede echara perder una vida. La gente joven
debe de aprender a vivir lo propio de su edad: el estudio, la diversión sana,
la comunicación con su familia y sus amigos, y no echarse responsabilidades
para las que están inmaduros.
Octavio Paz dice que “la castidad cumple la misma función
en Oriente que en Occidente: es una prueba, un ejercicio que nos fortifica
espiritualmente y nos permite dar el gran salto de la naturaleza humana a la
sobrenatural”[1].
Es propio del corazón humano aceptar
exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor hacia una persona. El novio que ama a su novia, sabe esperar, y no
pide una prueba de amor, cuando él no
puede ofrecerle un matrimonio con la misma prisa con la que él pide la prueba de amor. Y a veces, esa prueba de
amor termina en odio a quien se le entrega, porque siente que esa persona, en
vez de elevarlo, lo rebaja; otras veces, termina pidiendo más y mas. Un joven
equilibrado entiende que, la mejor opción, es la abstención sexual antes del
matrimonio, y entiende que haya quienes elijan la virginidad para vivir su
adolescencia o para toda la vida.
La elección de la virginidad o de
celibato para toda la vida es una respuesta al amor de Dios y, por tanto, tiene
el significado de un acto de amor esponsal; es decir, de un de una donación
esponsal de sí mismo. Es una donación hecha como renuncia, pero hecha sobre
todo, por amor.
Vito de Larigaudie fue un hombre
extraordinario. Fue un gran descubridor de continentes, y el primero que hizo
un viaje en automóvil de Francia a Indochina. Líder de la juventud francesa,
fue un hombre que amó a sus semejantes y al mundo. Su espiritualidad se
centraba en la admiración ante el mundo creado. Bajo su fotografía se leía una inscripción: “Una santidad sonriente”.
Vito de Larigaudie amaba la
aventura, el baile y el canto. Era un magnífico nadador y esquiador. Acogía
todas las alegrías y vivía saturado del ritmo de su amable conversación. En
sus apuntes escribió: “Todo tiene que ser
amado: la orquídea que inesperadamente florece en la selva, la belleza del
corcel, el gesto del niño y el sentido del humor, o la sonrisa de la mujer. Hay
que admirar todo lo que es bello”[2].
En su vida hubo luchas y
sacrificios, y ésta estuvo sometida a la prueba. Tuvo que tomar decisiones
valientes porque la integridad nunca ha sido tarea fácil. Escribe: “Sentir en la profundidad de uno mismo toda
la suciedad y el hervir de los instintos humanos, y saber mantenerse por encima
de todo ello, no hundirse, andar por encima, como se anda por un pantano
seco,(...). Era seguramente una mestiza, tenía los hombros preciosos, y esa
belleza salvaje de los mestizos de labios gruesos y ojos enormes. Era bella,
enloquecedoramente bella. En realidad se podía hacer solamente una cosa... Pero
no la hice, salté sobre el caballo y huí a galope, llorando de desesperación y
de rabia, pero con la conciencia llena de paz, ya que, por el amor que siento
hacia mis semejantes, no quise hacer daño”.
La castidad es posible si está
edificada sobre los cimientos de la educación de la voluntad, y si se sabe huir
de la ocasión. Se
puede hacer frente a la presión exterior tratando,
conociéndose a sí mismo, sabiendo que somos frágiles y vulnerables por esencia;
pero que la debilidad se hace fortaleza huyendo de la ocasión. Si no huimos, nuestra debilidad corrompe nuestra
conciencia, y entonces tratamos de justificar una acción.
El mismo autor escribe: “En lo profundo de mi ser hay aguas puras y
tranquilas. No pueden afectarme, pues, las sombras o los remolinos de la
superficie (...). Toda mi vida fue una gran búsqueda de la verdad, en todas
partes y a todas horas, en todos los lugares del mundo busqué sus huellas. La
muerte será como soltarme de la cadena que me tiene atado, y el fin de una
asombrosa y estupenda aventura; será la consecución de esa plenitud que siempre
perseguí”.
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