El enamoramiento idealiza al otro
La
cultura popular afirma que el enamoramiento es un estado extático en el que
tendemos a ver en ser amado todas las
virtudes y perfecciones posibles, es decir, la encarnación del ideal. El
enamoramiento es algo inicial; es el anzuelo que conduce al amor.
En
la Edad Media se hablaba de un “loco amor”. Estar enamorado es volverse un
tonto feliz, es perder por completo el sentido crítico y disfrutar del embeleso
que supone observar y escuchar al ser amado. Parecería el estado ideal para
cualquiera –y en cierto modo lo es-, sólo que tiene un inconveniente: El
enamoramiento termina. La vida se vuelve entonces una dura caída desde la nube
en que se andaba para terminar estrellándose en la realidad. Se descubre que
esa persona a la que se había idealizado es tan imperfecta como cualquier otra,
y no es capaz de hacer tantas cosas como esperábamos. A veces es necia,
egoísta, vanidosa, poco educada... Es, en otras palabras, limitada, humana.
Pero ¿qué esperabas? ¿Cómo creer que otro es tan perfecto? ¿Cómo podría alguien
responder, absolutamente, a todas nuestras expectativas?
Allí
está el error: hacer del amado un
absoluto; creer que una persona puede dar lo infinito –que es lo que
anhelamos-. Queremos el amor, la belleza y la verdad infinitas. No hay personas
perfectas: Si se ama a alguien, se le ama con todo y defectos, aunque siempre
se le trate de ayudar y de mejorar; se le ama con sus arranques de mal humor,
con sus faltas de ortografía o con sus despistes.
No
hay una asignatura que enseñe a amar; a ello se aprende en la familia y en la
vida social. ¿Cómo es la familia de la persona que amo? Esa respuesta nos lleva
a conocer parte de la intimidad del amado. El filósofo francés, Jacques
Maritain, decía: “La educación debería de enseñarnos a estar siempre enamorados
y de qué nos hemos de enamorar”.
Sentirse
atraído físicamente hacia alguien del sexo opuesto, no es sino el primer paso
que se ha de vivir para llegar a conocer el verdadero amor, pero fincar una
relación en este hecho, es como querer construir una casa sobre arenas movedizas.
La
idealización que el enamorado hace de la persona amada es una trampa que él
mismo se tiende. Y no hay quien experimente en cabeza ajena.
Existen
hombres conquistadores, “don Juanes”, que creen que saben amar porque
conquistan a muchas mujeres, y desgraciadamente, se aman sólo a sí mismos. Se precipitan
de abismo en abismo; se entregan con ardor excesivo a la fiebre pasional de los
placeres. Toman a la mujer como un altavoz de su propio yo para que alimenten
su amor propio, su vanagloria. En verdad, amar es salir de sí mismo, es
sacrificarse por el amado, es servir con alegría.
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