Quiero que alguien me ame locamente
Una chica le consultaba a su profesora
sobre la conveniencia de hacerse cirugía plástica en la nariz y alguna otra
parte del cuerpo.
La maestra le respondió:
- El
amor no está en el cuerpo sino en la mente. No porque tengas mejores “pechugas”
o una nariz recta te van a amar. Una mujer inteligente se cultiva, procura
tener una conversación interesante y eso la hace atractiva. Yo tuve la oferta
de tres anillos de compromiso, los muchachos eran muy guapos pero sólo acepté
al tercero, y con él he permanecido hasta mis 63 años y los que falten.
La chica comprendió que la maestra tenía
razón. Lo importante es estudiar, mejorar, ponerse metas, y si pensamos que ha
llega el momento de casarse, hay que pensarlo dos veces, porque el matrimonio
no es un juego, de él depende nuestra felicidad o infelicidad, es un compromiso
hermoso, pero que pide entrega, requiere saber escuchar, convivir, hacer un servicio
con buena cara, con generosidad, se necesita pensar en hacer felices a los
demás… Y además, se ha de pensar que esto es lo normal. Es lo que han hecho las
buenas esposas y buenas madres, sino, no la hacemos con ninguno. Ser felices requiere
una disciplina diaria de saber hacer lo que se debe y hacerlo con cariño, por
amor. Requiere saber amar la rutina diaria que no se hace rutina si se le mete
la novedad de sentido, de que se hace para el progreso personal y del otro. “Da
hasta que duela”, decía Teresa de Calcuta.
Por desgracia el feminismo está destruyendo
muchos hogares porque pone a la mujer en contra del varón, cuando lo cierto es
que lo natural es que haya colaboración de ambas partes, complementariedad.
Hoy, la mujer no quiere hacer lo que le toca y el varón sabe poco o nada del
manejo del hogar. Y de eso no hablan durante el noviazgo.
Las feministas suelen ser personas
amargadas porque no supieron darle su lugar al esposo ni a los hijos. No
supieron vivir las virtudes de la convivencia: la amabilidad, el dar con
alegría, el recibir con agradecimiento y tantas cosas más. Sin embargo, todo
tiene remedio cuando hay buena voluntad.
Muchas veces desde niñas, algunas mujeres hemos
sido instruidas para pensar sólo en nosotras mismas y, ni por equivocación
pensamos en dar algo o en hacer un servicio a quien no lo puede devolver.
Cambiar ese proceso es doloroso –muy costoso-, pero es necesario hacer el
esfuerzo para poder tener una convivencia sana, alegre, serena.
El Papa Francisco dice que “para cambiar el
mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio”. Cuando
no somos capaces de ello, nos achicamos hasta perder todo horizonte y sólo
queda el yo, yo, yo, es decir, la máxima aburrición. La puerta para salir a la
felicidad se abre hacia afuera, no hacia dentro. Hay que tener una carrera o
saber hacer un oficio, pero eso no es lo más importante. ¿Cuántas personas
sacrifican su trabajo o su carrera para atender a los hijos? Luego la retoman
si les es posible, pero saben centrarse en lo que en ese momento es lo
principal.
Otra idea que hace mucho daño al matrimonio
es que decidan que no van a tener hijos, cuando los hijos son la coronación del
amor, la materialización de ese amor conyugal. O deciden que van a esperar unos
años para tenerlos, usan fármacos y muchas veces éstos esterilizan a la mujer.
¡Ah! No contaba con eso, ¡pues cuenta porque es una realidad! Muchos fármacos
son bombas de hormonas que desacomodan todo ritmo natural. En este mundo nada
hay mejor que un bebé. Luego se arrepienten pero ese hecho los va separando imperceptiblemente. Si no quieren tener
muchos hijos, es decisión de la pareja. El problema está en el “cómo”, ya que
sólo se han de usar métodos naturales, los métodos químicos o artificiales van
minando el amor y la salud. ¡Está comprobadísimo!
Todos deseamos que nos quieran para toda la
vida, y eso es posible cundo la persona tiene principios y es capaz de
mantenerse fiel en la salud y en la enfermedad, en la juventud y en la vejez,
en los momentos pesados y en los leves. Una persona sabe amar cuando ama a Dios
sobre todas las cosas y al cónyuge como a sí mismo.
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