La literatura es un arma de libertad
Bruno le Maire, ministro de
financias de Francia aconseja: Lee. No imaginas el placer que vas a sentir. La
lectura supone un placer inmenso, que va a desarrollar tu imaginación, que te
va a permitir abrirte a otros mundos en los que no habrías entrado si no fuera
por las palabras, que te va a permitir entender quién eres y conocer cosas que
aún no sabes de ti mismo. Y que permite que, una persona totalmente
desconocida, a la cual nunca has visto, y a la que probablemente nunca veas, te
susurre al oído, en el silencio de la lectura, cosas que nunca habrías
comprendido sobre ti m ismo, si no las hubieras leído.
Y esas palabras te van a
tranquilizar porque formas parte de una comunidad que siente las mismas cosas,
no estás solo. Esa es la singularidad de la lectura: Es una actividad solitaria
que te abre al resto del mundo. Estás solo, pero nunca estás tan cerca de los
demás como cuando lees un libro. Te lleva a conocerte a ti mismo. Las pantallas
te devoran, aléjate de ellas. La lectura te alimenta. Esa es la diferencia. Las
pantallas te atrapan y están bien organizadas, saben darte, como a las ratas,
pequeños estímulos nerviosos cada cinco o diez segundos, que te obligan a
seguir pegados a las pantallas. Ellas pueden convertirse en instrumentos de
sometimiento. No hablo del cine sino de otras pantallas. Eso no te permite
desarrollar tu libertad.
La literatura es un arma de
libertad. Las palabras te dan libertad para construirte y ser quien eres. La
literatura y los libros nos permiten descubrir hasta qué punto somos únicos.
Cada persona es única e irrepetible y es la literatura la que nos lo enseña.
Muchos personajes aprecian
los buenos libros. Citamos algunos. Borges escribió: “Uno llega a ser grande
por lo que lee y n o por lo que escribe”. Thomas Carlyle afirma: “La verdadera
universidad en nuestros días consiste en una colección de libros”. Ricardo León
enfatiza: “Los libros me enseñaron a pensar, y el pensamiento me hizo libre”.
Una mujer famosa, Elizabeth Barrett B. dejó dicho: “Ningún ser humano que tenga
a Dios y tenga libros tiene derecho a considerarse falto de amigos”. Günter
Grass observa: “No hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que
lee”. Nuestro filósofo José Vasconcelos oaxaqueño pensaba así: “Un libro, como
un viaje, comienza con inquietud y se termina con melancolía.
Hay libros que le cambian a
uno la vida, como le sucedió a San Agustín con el Hortensius, de Cicerón. Aunque no todos los libros van a marcar un
antes y un después tan neto en nuestra vida, lo que leemos nos cambia: nos
afina el alma, o nos la embota; nos abre horizontes o nos los estrecha. Nuestra
personalidad refleja de algún modo los libros que hemos leído como los que no
hemos leído.
Quien a lo largo de los
años se nutre de lecturas selectas, clásicas, adquiere una mirada abierta sobre
el mundo y las personas, sabe medirse con la complejidad de las cosas, y
desarrolla la sensibilidad necesaria para dejar de lado la banalidad y no pasar
de largo ante la grandeza.
Hablar de lo que se lee
enriquece la vida familiar y las conversaciones con amigos. La cultura general
abre al mundo de la conversación. Sin cultura, todo este mundo aburre, y acaba
siendo ajeno. Se acaba viviendo sin saber qué sucede. (Juan Luis Lorda,
Humanismo. Los bienes invisibles, Rialp, Madrid 2009).
Por muchas razones los
libros ocupan un lugar fundamental en la vida cultural de los hombres. Los
argumentos, historias, ejemplos y metáforas que aprendemos en los libros llenan
de razones y de palabras nuestro andar diario. Las actitudes que desarrollamos
en la lectura —deseo de aprender, búsqueda permanente, discernimiento,
descubrimiento de conocimientos nuevos— ayudan a enriquecer la interioridad
propia y las conversaciones.
“En la ciencia, lea de
preferencia los trabajos más nuevos; en literatura haga lo contrario. Los
libros clásicos siempre son lo más moderno que encontrará”, escribía el
novelista Edward Bulwer-Lytton a un amigo que le consultada sobre lecturas.
En los libros aprendemos a
transmitir conocimientos, a expresar sentimientos, a compartir experiencias. En
particular, los grandes libros ayudan a comprender con mayor profundidad el
alma humana. Los grandes genios del arte literario son aquellos que han
acertado a contar el drama que acontece en el corazón del hombre de todos los
tiempos: el amor y el dolor, la miseria y la grandeza y la lucha del corazón.
De entre todos los libros, los mejores son los clásicos. Clásico es aquel libro
que se ha convertido en muestra representativa de la época en que fue escrito y
que marcó el camino para las siguientes generaciones de escritores y de
lectores. Estos clásicos son como puertos adonde todo lector puede llegar para
quedarse largo tiempo, cuando se ha fatigado en el mar de las novedades
editoriales. Entre los autores clásicos están: Dante Alighieri, Homero,
Horacio, Esquilo, Cervantes, Lope de Vega, Shakespeare, Charles Dickens,
Dostoyewski, Tolstoi, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Saint-Exupery, Tolkien,
etc.
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